La sala Kutxa-Kubo de Donostia es hasta el próximo 22 de mayo el hogar de la exposición De Rerum Natura, que a lo largo de siete estancias muestra una retrospectiva de la obra del artista donostiarra José Antonio Sistiaga, el último superviviente del Grupo Gaur.

La exhibición se ha presentado este mañana en el propio espacio, que forma parte del Kursaal, donde han estado presentes la directora de Arte y Patrimonio de Kutxa Fundazioa, Ane Abalde; el comisario de la exposición, Jean-Michel Bouhours; y el director de Kutxa Fundazioa, Ander Aizpurua. Sistiaga, que inicialmente iba a acudir al acto, finalmente no participó en este encuentro con los medios.

La naturaleza es la protagonista principal en este viaje a lo largo de ocho décadas y más de cien obras, entre pinturas, obras gráficas e incluso películas. El título de la muestra, De Rerum Natura, además de ser un guiño al "hilo conductor" en la vida artística de Sistiaga, toma su nombre de un libro del poeta y filósofo romano Lucrecio, que ya en el siglo I A.C. "contenía verdaderas metáforas que evocaban de manera muy singular el universo", tal y como apuntó Bouhours que, además de comisario de la exposición, es amigo personal del artista donostiarra desde hace más de treinta años. El nombre le viene, por tanto, como anillo al dedo a la retrospectiva de alguien como Sistiaga, que se considera un "representante de la llamada abstracción informal", según su amigo.

Tal abstracción, no obstante, es la conclusión adquirida tras la experimentación de Sistiaga en sus comienzos, cuando las referencias a otros estilos, como el impresionismo o el postimpresionismo, quedan patentes en sus obras. En la primera sala de la exposición, que recorre el período entre 1955 y 1964, se pueden observar sus pruebas de estilo, en bodegones, paisajes más figurativos e incluso cuadros como Paisaje vizcaíno, que pintó en 1956 y en el que se aprecia la influencia de Kandinsky. Algunas de estas obras primigenias han sido inéditas hasta esta muestra, como es el caso de pinturas con las vistas de Irun o los Pirineos.

El viaje continúa por la segunda sala, en la que se exponen obras gráficas, que coinciden en el tiempo con las del espacio anterior. Durante esa época, entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta, era común que Sistiaga repartiera su tiempo entre París y Donostia, y esas dos ubicaciones dividen el estilo de sus creaciones. Por una parte, las realizadas con tinta negra en la capital del Sena, de producción nocturna y hechas a base de dos técnicas, que son la tinta china y el uso de palillos de helado, tal y como relató Gorka Sistiaga, el hijo del artista donostiarra. Como contraposición, las obras hechas a la vuelta de París, a partir de 1961, cuando se afincó en Igeldo, y en las que predomina el color. De carácter "principalmente expresionista", en palabras de Bouhours, son obras "tranquilas", "meditativas" y en las que la "dimensión espiritual está muy presente". Es también la época en la que Sistiaga pasa un año en Ibiza, lo que también queda reflejado en su trabajo.

La siguiente parada en el itinerario es la tercera sala, en la que se exhibe Ere erera belibu izic subua aruaren. El filme, sin sonido y con una duración de 70 minutos, está inspirada, según relató Bouhours, en un corto del autor canadiense Norman McLaren. El curioso título de la película se le debe a Amable Arias, compañero de Sistiaga dentro del Grupo Gaur de artistas euskaldunes, y experto en crear idiomas imaginarios.

Vuelta a la pintura

En la cuarta sala se exponen las pinturas realizadas tras el proyecto cinematográfico, en los años setenta, ochenta y buena parte de los noventa. Las obras, de grandes dimensiones y pintadas al óleo, van acorde al influjo de la pintura estadounidense de la época. En este espacio se puede observar la interpretación de Sistiaga del recorrido lumínico del sol desde el amanecer hasta el anochecer o el cuadro en honor a su padre y que el artista guarda dentro de su propia colección personal, por la importancia emocional de la misma.

El quinto espacio es una vuelta a la obra gráfica, esta vez la creada entre 1970 y 2006. En esta época conviven producciones donde los cuerpos desnudos son protagonistas con otros en los que los trazos curvos reflejan entornos de la naturaleza, sí que tienen el denominador común de pintura de cera o carboncillo. Como dato curioso, en los retratos, contó Gorka Sistiaga, su padre pintaba observando directamente a la modelo y sin mirar hacia el papel.

La sexta y penúltima parada acoge las obras de la última década. Desde 2011-2012, Sistiaga ha entrado en la etapa "más prolífica" de su carrera, donde bajo el nombre Velocidad, luz, color:tres resultados diferentes. Destacan en estas obras los colores amarillos y verdes de la naturaleza con un trazo distinto a épocas anteriores, que tiene incluso un toque puntillista.

El viaje concluye con lo que la muestra denomina "películas cósmicas". Una de ellas es la ya conocida Impresiones en la alta atmósfera, creada entre los años 1988 y 1989; sin embargo, la segunda es la inédita Han (Allí en euskera), a la que Sistiaga dio comienzo en 1992 y que ha sido digitalizada para la ocasión.

"Creemos que era de justicia hacer esta exposición de Sistiaga y organizar una revisión de su obra", afirmó Abalde. El que es uno de los representantes del arte guipuzcoano del último siglo ya tiene su homenaje en Donostia.