n auténtico tesoro bajo tierra de cuyas entrañas el sacerdote y antropólogo José Miguel de Barandiaran y su discípulo Jesús Altuna desenterraron en 1964 el resto humano más antiguo hallado en Euskal Herria: un húmero de unos 200.000 años de antigüedad, similar a los de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Excepcional hallazgo, pero no el único, en un brillante escenario: el yacimiento pleistocénico de Lezetxiki. Desde ayer, la cueva de Arrasate, fascinante mirador por el que asomarse al modo de vida de las primeras ocupaciones humanas, es el hilo conductor de la exposición que acoge el claustro de Kulturate.

Sesenta piezas custodiadas por Gordailua, el Centro de Colecciones Patrimoniales de la Diputación Foral de Gipuzkoa, son el plato fuerte de la muestra que se ha acercado hasta la villa cerrajera para el disfrute del visitante, dentro de una iniciativa en la que colaboran el ente foral, el Ayuntamiento, Arrasate Zientzia Elkartea y la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

Piezas originales de cráneos completos de osos, una mandíbula de hiena, incisivos de marmota, pelo de mamut, fragmentos de conchas que se usaban como colgantes, algunas de ellas procedentes del Mediterráneo, industria lítica y ósea... dan contenido a este apasionante viaje a la Prehistoria, que se adereza con las réplicas de los restos humanos fósiles que el subsuelo de Lezetxiki ha dejado al descubierto para sorpresa de los investigadores: el citado húmero y dos dientes de individuos neardentales.

La reconocida gruta arrasatearra se convierte, de esta manera, en el eje de la exposición que invita a adentrarse en la vida de nuestros antepasados a través de un yacimiento arqueológico que, situado en el flanco oriental del monte Bostate, encierra episodios fundamentales para la humanidad. El arqueólogo Álvaro Arrizabalaga y la investigadora de Ikerbasque, María José Iriarte, que han estado al frente de las excavaciones llevadas a cabo en Lezetxiki durante algo más de dos décadas, son los comisarios de la muestra que ayer abrió sus puertas.

En el acto estuvieron presentes la directora foral de Cultura, María José Telleria, la alcaldesa arrasatearra, María Ubarretxena, y los miembros de Arrasate Zientzia Elkartea, José Ángel Barrutiabengoa y Javier Bengoa, que han sido los artífices de la puesta en marcha de este proyecto.

“Esta exposición es imprescindible para que las y los ciudadanos de Arrasate, Gipuzkoa y el País Vasco efectúen ese ejercicio de empatía hacia generaciones pasadas, y con ello nos apoyen en la defensa del futuro para estos yacimientos arqueológicos que aún guardan numerosa información en su interior”, manifestó María José Iriarte. La investigadora de Ikerbasque y arqueóloga destacó que uno de los objetivos de este trabajo es “actualizar la narrativa de la especie humana que nos precedió en el uso del territorio de lo que hoy denominamos valle del Deba”.

Según narró, a lo largo de las tres últimas décadas el paradigma sobre los neardentales ha cambiado “radicalmente”. “Apenas en 1999 un conocido antropólogo los dibujaba como individuos con fuertes limitaciones cognitivas, que solo accidentalmente mostraban capacidades similares a nuestra especie y que probablemente no disponían de lenguaje articulado”, explicó Iriarte para, a continuación, recalcar que la progresión del conocimiento ha permitido “desmentir esas afirmaciones y certificar que los neardentales constituían una especie humana muy similar a la nuestra en su fisiología como comportamiento y capacidades”. “No sólo disponían de un lenguaje articulado, sino que entre los últimos ejemplares de la especie que poblaban Eurasia, entre 60.000 y 40.000 años, encontramos indicios sólidos de rituales funerarios, empleo de pigmentos y, probablemente, grafismos que entroncarán con la tradición del arte paleolítico de los cromañones”, añadió la experta.

Lezetxiki, territorio neardental es la carta de presentación de la muestra que pone el foco en la especie humana que a lo largo de los más de 100.000 años que habitó en Euskal Herria conoció todo tipo de situaciones climáticas, similares a las actuales (templadas y húmedas) y mucho más estadiales (frías y secas). “En Arrasate, hace 41.000 años el frío era tan intenso que prácticamente no había árboles en su entorno y, por ese motivo, a falta de leña se emplearon los huesos triturados de bisonte como combustible”, señalan las investigaciones realizadas.

Kulturate propone, de este modo, retroceder en el tiempo a través de Lezetxiki, donde la ocupación humana aunque muy antigua no fue estable. “Funcionó como osera; a ella venían los osos a invernar”, recordó Iriarte. Tres de los cráneos hallados en su subsuelo, pertenecientes a un Ursus deningeri, al que le sucede la especie Ursus spelaeus (de las cavernas), y tras la extinción de estos Ursus arctos, el actual oso pardo, forman parte de las vestigios prehistóricos que se exhiben en la casa de cultura arrasatearra. La mayoría del material expuesto es fruto de los descubrimientos que han aflorado en Lezetxiki y en Labeko Koba, otra cueva clave de Arrasate, en este caso cubil de hienas.

“Hablando de la Prehistoria nos referimos a cambios climáticos, capacidad de adaptación, desarrollos tecnológicos, migraciones humanas y distribución de funciones en los grupos humanos. Son grandes temas muy cercanos a los que nos encontramos hoy en las portadas de cualquier periódico, si bien aluden a quienes nos precedieron en el uso de este territorio. Si esta exposición es útil para transmitir estos mensajes, podemos considerar que la arqueología ha sido capaz de mostrar su función en nuestra sociedad y nos daremos por satisfechos”, sentenció Iriarte. La muestra podrá visitarse hasta el 9 de abril.