Así dijo encontrarse Concha Buika, la cantante nacida en Mallorca y originaria de Guinea. Muy buena entrada esta tarde en el auditorio del Kursaal para recibir a esta mujer que ofreció un espectáculo lleno de contrastes, en el que lo mismo lloró que se rió, y a su vez protestó, reivindicó y cantó mucho y variado. Presentó una formación bastante especial con Ramón Porrina en el cajón, Santiago Cañada en el trombón, Josue Ronkio en el bajo y Mar Sanchez en la guitarra. Su ascendencia africana fue palpable en los primeros compases de aire tribal, esparciendo y bendiciendo con un poco de agua el escenario que pisaría durante el concierto, siempre descalza. Muy atractiva la presencia del trombón, nada habitual en una formación de estas características y que para empezar se dedicó a doblar con su sonido la voz de Concha Buika. La cosa comenzó muy bien, con una sonoridad realmente original. Habló mucho además de cantar, dijo que no sabía mucho de esta ciudad pero que se notaba que aquí había habido mucha lucha. Un discurso lleno de emoción que ella misma apenas pudo dominar.

El sonido de la banda, siempre en unos tonos graves originados por el cajón y el bajo, contrastaban con la voz aguda y penetrante de la cantante y de los arreglos llenos de elegancia de la guitarrista sevillana Mar Sánchez. Qué satisfacción escuchar a una mujer en labores que hasta hace pocos años casi desconocíamos. Buika se movió en todo momento en ese campo estilístico en el que combina, copla, flamenco, jazz y ritmos latinos. Su sonido en directo resulta más racial, más salvaje si cabe, que el que nos podemos encontrar en sus discos, mucho más producidos. Buika habla de su vida, casi siempre desde el sufrimiento pasado, en el amor, en la maternidad, en la industria musical, fases que parece que va superando pero que dejan un poso de cierta melancolía en lo que cuenta. Buika se sumerge en un mundo musical que construye ella misma y en el que no parece que le importe que entremos o no. Los tonos aflamencados fueron ganando relevancia en el concierto. Volvió a jugar con las sonoridades logradas de la unión del trombón y su propia voz y se declaró parte de un exoplaneta en donde impera el amor.

Y preguntó por las expresiones usuales euskaldunes y aprendió a decir "Maite zaitut". Al final del concierto prometió que la próxima vez que venga traerá un tema en euskera. Buika declaró su amor al público, pero se declaró en rebeldía. Parece estar enfrentada con la industria musical, dice que no la necesita. No quiere grabar, no necesita intermediarios. Hay un regusto amargo en su discurso, sobrevuela el sufrimiento. Recordó también su colaboración con Carlos Santana y habló sin tapujos de los problemas del amor y la convivencia. Su mayor logro es aprobarse a sí misma, y dice que quiere gozar de la vida. Cantó Jodida pero contenta, uno de sus primeros éxitos, canción que reivindicó enérgicamente y que defendió muy bien la banda en directo. A punto de cumplir 50 años, (el próximo mayo) dice estar de subidón, que a ella no le para nadie. Yo me lo merezco, tema compuesto a medias con Santana y con bases rockeras, elevó el tono de un concierto en el que el discurso de esta cantante estuvo muy presente con cierto tono de amargura pero que dejó satisfecho a un público que, puesto en pie, supo entender la transparencia de su discurso y la intensidad de su creación.