ás de 750 cómics publicados, 300 autores, 184 títulos en formato digital, 19 premios del Salón del Cómic de Barcelona, seis Premios Nacionales del Cómic, venta de derechos a 20 países... La editorial vasca Astiberri saca pecho de sus logros tras 20 años de andadura, en un camino que ha dibujado a base de seriedad y honradez, y en la que ha tenido muy claro que hay que tratar y cuidar con respeto a autores, público y librerías.

La editorial vasca nació en marzo de 2001, después de una década en la que el noveno arte estuvo en horas bajas en el Estado, y en estos 20 años, "ha trabajado para el autor", permitiendo que estos creasen con absoluta libertad. Esto les ha permitido componer una lista de firmas de un peso indiscutible, tanto a nivel local, con el donostiarra Dani Fano -Los doce nacimientos de Miguel Marmol- o el bilbaino Javier de Isusi -La divina comedia de Oscar Wilde, He visto ballenas-, como estatal, entre las que destacan Paco Roca -Arrugas, La casa, El tesoro del Cisne Negro-, Alfonso Zapico -Los puentes de Moscú, Dublinés, La balada del norte-, David Rubín -Beowulf, El héroe- y Santiago García -La cólera-, entre otros.

No solo eso, también manejan un catálogo internacional que, como es norma en Astiberri, no entiende de géneros, ni de tradiciones, ni de formatos. En su fondo podemos encontrar desde trabajos del dibujante canadiense Guy Delisle, conocido por Escapar, Crónicas de Jerusalem y Guía del mal padre, hasta el también canadiense Jeff Lemire, que con su saga Black Hammer ha dado una nueva vuelta de tuerca al género de superhéroes.

A principios de este siglo un grupo de amigos decidió en Bilbao enfrentar un proyecto editorial para intentar rellenar un hueco existente en el sector. "De tanto contarlo no sé si es un recuerdo o es una historia la que cuentas, como las anécdotas infantiles, que las sabes porque las has contado muchas veces", ríe Fernando Tarancón, uno de los fundadores de la editorial y dueño de la librería Joker de la capital vecina, sobre los orígenes del proyecto.

En un inicio, la idea que tenían era algo "naif": traer al Estado aquellas apuestas editoriales adultas que se estaban dando en Estados Unidos, con empresas como Fantagraphics, y en Francia con otras como L'Association, que nació dentro el movimiento de la Nouvelle Bande Desinée, que modernizó el sector de la novela gráfica francesa en la década de los 90.

"En aquel momento no se editaba tanto como ahora y pensamos que si publicábamos material interesante con cariño, podía funcionar", asegura Tarancón. Pero aquella idea "infantil" cuajó y lo hizo gracias a un "gran esfuerzo y trabajo" por parte de sus impulsores, y también por "la conjunción de muchos factores".

"Estuvimos en el sitio adecuado en el momento preciso", insiste el editor y librero, antes de enumerar esos "muchos factores" que coincidieron a principios de este siglo y que permitieron a una nueva editorial hacerse un lugar en el sector: en aquel entonces había autores de mucho talento que empezaron a surgir y "que tampoco tenían muchas opciones de publicar"; a su vez, se instauró el Premio Nacional de Cómic; también hubo muchos salones dedicados a este arte; "en los medios de comunicación accedió a las secciones de Cultura una nueva generación de periodistas que entendía el cómic como un medio de expresión como otro cualquiera" y, además, las librerías no especializadas comenzaron a destinar un espacio para las novelas gráficas.

Todo ello, sumado al trabajo de Astiberri de dar cobijo a autores que tenían mucho que ofrecer, ayudó a que determinado público no acostumbrado a este tipo de lecturas "picotease" también en este arte. No en vano, en la editorial, que ahora cuenta con cinco editores y una docena de trabajadores, tenían una cosa clara: "salir del nicho" y llegar también a ese lector neófito.

Cariño hacia el autor

"Si los autores no hubiesen existido, no hubiésemos tenido qué editar". Tarancón se refiere a esa generación a la que se le dio una oportunidad y que hoy en día se encuentra entre las principales firmas del Estado.

"Una editorial no es nada, es un vehículo entre lo que tiene el autor en la cabeza y lo que lee el lector. Hay que conseguir que lo que está leyendo el lector se acerque todo lo posible a lo que el autor tenía en la cabeza y para conseguir eso tienes que hablar mucho con todos", explica el editor, que hace especial énfasis en la libertad que han dado siempre a los autores para elegir los formatos, tamaños y longitudes.

"Lo que nos define es que trabajamos para el autor", subraya. Un claro ejemplo de ello se puede encontrar en Regreso al EdénRegreso al Edé, el último éxito del premiado Paco Roca que, tras La casa, vuelve a optar por un atípico formato horizontal -el valenciano es el autor más destacado de la empresa y su Arrugas cuenta con quince ediciones-.

La editorial "no ha jugado a lo fácil", ha huido de un diseño homogéneo para su catálogo; en Astiberri no hay dos novelas gráficas iguales. Tanto es así que, en ocasiones, el nombre de la editorial ni siquiera aparece en la portada, ríe el bilbaino. "Cada libro tiene un formato distinto porque tiene que tener el formato que nos pide el autor y que pide el propio libro".

Base más solida de lectores que en el pasado

Pese a una idea generalizada, "no estamos en la mejor época del cómic" en el Estado, opina Tarancón. A su juicio, esa se situaría en la década de los 50 del siglo pasado, cuando la competencia de consumo cultural, audiovisual y de ocio era mucho más limitada. "Podías comprar un tebeo o ir al cine, que también era barato", asegura. En los 80, por su parte, se dio un boom, sobre todo, de revistas, pero fue un movimiento que nació "con pies de barro", lo que hizo que acabase rápido.

"Ahora vamos más lento, pero con una base más solida", explica sobre el crecimiento sostenido de la popularización del noveno arte, para añadir después que este ya se ha hecho un hueco "dentro de los hábitos culturales de una parte de la población". ¿Es una parte grande? "Siempre nos gustaría que fuese más grande", responde, "todavía queda mucho por hacer".