donostia - Paco Roca publicó en 2011 un cómic un tanto inusual. Se trababa de Memorias de un hombre en pijama, una obra que recogía las viñetas publicadas durante año y medio en el diario valenciano Las Provincias. La particularidad de aquel cómic era que el protagonista era una versión autoparódica del propio autor que, desde el escritorio de su casa y en pijama, ironizaba sobre distintos aspectos de su vida, de sus amigos, así como de la sociedad en general. Tras esta obra, este Premio Nacional del Cómic - obtenido en 2008 por la novela gráfica Arrugas (2007)- publicó Andanzas de un hombre en pijama (2014). Ahora ha decidido colgar su prenda de dormir favorita en el libro que da fin a esta trilogía Confesiones de un hombre en pijama -las dos últimas obras son recopilaciones de las viñetas publicadas en El País Semanal- y que tuvo su presentación en Euskadi ayer, en la librería Joker de Bilbao. El éxito de esta serie de historias ha llevado a que antes de final de año se estrene la versión cinematográfica de la citada Memorias, proyecto del cual Roca se ha desvinculado por diferencias creativas.

¿Qué tiene que confesar Paco Roca?

-(Ríe). Más que confesar, es una forma de entenderme. Si de algo me ha servido la trilogía ha sido para conversar conmigo mismo, para reflexionar sobre cómo soy, por qué hago las cosas y cómo es mi profesión.

Ha decidido colgar el pijama, ¿qué piensa vestir ahora para trabajar desde casa?

-La verdad es que el pijama ya lo abandoné hace tiempo, porque tengo dos niñas pequeñas y no hay manera de estar todo el día en pijama (Vuelve a reír). Es verdad que lo cuelgo, pero solo por un tiempo. Me encanta la comedia, pero mi alter ego se había convertido en una limitación. Necesitaba una voz en primera persona para contar y reflexionar sobre las cosas que me parecían de interés, pero el pijama me obligaba a contarlas siempre desde un punto de vista de chiste.

¿Cuánto hay del Paco Roca real en su personaje de ficción?

-Es una versión de mí gritando ante las cosas que me preocupan. Yo creo que hay muy poca ficción en Un hombre en pijama. Ahí están todas las cosas que me inquietan, lo que me divierte, mis miedos? Creo que en esta trilogía me vuelco y me desnudo. Quizá el problema es que también desnudo a la gente que me rodea y ellos no están tan dispuestos a ello. En cierta forma, también he tenido que dejarlo por ello.

Una de las personas a las que retrata es su mujer, a la que llama ‘Jilguero’ en la obra. Es la que establece el contrapunto a su ‘alter ego’. ¿Le gusta a su mujer cómo la retrata?

-Ha habido dos fases. En Memorias era más realista y tanto ella como otros amigos me han llegado a dar un toque y decirme “oye, ¿pero no tienes cosas tuyas que poder contar?”. En Andanzas y Confesiones se convierte, efectivamente, en un personaje contrapunto al Paco Roca despistado. A partir de ahí desaparecen las intimidades y se queda como un personaje que le marca el camino a Paco.

En otras obras de su carrera también habla de personas de su entorno. Es el caso de su libro anterior, ‘La casa’ (2016), en la que reflexiona sobre el fallecimiento de su padre. ¿Sus trabajos le sirven para hacer introspección?

-Todos los cómics que hago son una manera de comprenderme de una forma directa o indirecta. Es una manera de entender el mundo, para comprenderme mejor a mí mismo. Ya sea conocer la vejez de mis padres con Arrugas, comprender la profesión del dibujante a través de El invierno del dibujante (2011) y, por supuesto, de una forma mucho más directa a través de esta trilogía. También en La casa por el tema de mi padre. En el fondo, aunque suene egocéntrico, todo gira alrededor de mí y de mi forma de ver el mundo.

En el transcurso de la trilogía se percibe una evolución en la narrativa de las historias. A partir de ‘Andanzas’ parece optar por abordar temas más profundos más allá del ‘gag’.

-Vas cambiando como persona y el formato también te va marcando. En Memorias era un momento en el que me apetecía hablar sobre las relaciones de pareja. Tenía una única página en el diario Las Provincias y venía muy bien para narrar un gag. Permitía algo un poco más ligero. La serie en El País Semanal era ya de dos páginas. Aproveché para reflexionar sobre otras cosas de temática social, económica o a reflexionar sobre los precesos creativos.

¿Cómo valora la relación actual entre el cómic y la prensa?

-Es un camino muy interesante tanto para la prensa como para el cómic. En un momento en el que la prensa se tiene que reinventar, esta debe buscar nuevos caminos y me parece que el del cómic puede ser interesante, porque es un medio visual y funciona muy para el medio periodístico. Al cómic le interesa la prensa porque es uno de esos caminos que a lo largo de su historia nunca había explorado. Me refiero a la no ficción y al cómic periodístico.

Es habitual que columnistas de prensa recopilen sus artículos en tomos. Usted lo ha hecho con sus viñetas.

-Me cuesta hacer material, por lo que desde el primer momento ya pensaba en esa recopilación. Es como una exigencia extra que te haces. La prensa es bastante efímera y una página que haces acaba desapareciendo. Además, el lector de prensa puede no ser regular. El pensar que en algún momento lo vas a recopilar te ayuda a pensar cómo va a funcionar todo ese material junto, a no repetir temas.

La primera historia que recopila en ‘Confesiones,‘ es una reflexión profunda sobre el sistema económico y la deuda. ¿Cómo se prepara?

-Suelo leer sobre los temas y echar mano de amigos o expertos. Por supuesto, nunca puedes hacer un ensayo exhaustivo con el poco tiempo que tienes de una entrega a otra. Es más que nada tu visión, no pretendes aclarar a todos lo que es la deuda o, como en otra historia del cómic, lo que son las farmacéuticas.

¿Y en cuanto a la narrativa?

-Optas por un tipo de lenguaje en función de lo que quieres contar. Me parece que existe una evolución desde Memorias, que tiene un estilo mucho más cinematográfico. Sin embargo, cuando empiezas a reflexionar sobre temas más complejos, ambiguos o filosóficos, necesitas otro tipo de lenguaje. Yo creo que hay historias que son muy cinematográficas en las que se cuenta una anécdota visual y luego las hay más simbólicas que intentan contar conceptos un poco más abstractos.

En una de las últimas historias del libro, denominada ‘La silla incómoda’, habla sobre la adaptación al cine de ‘Memorias’, proyecto que abandonó.

-Estoy acostumbrado a estar en la silla del dibujante en la que puedes colocarte en cualquier posición y tienes una libertad total. La silla del director es bastante incómoda y te dejan bastante poco espacio para la libertad. Al final me he dado cuenta de que estoy más cómodo delante de la hoja en blanco y sin tener que discutir ni intentar convencer a nadie de que mis ideas son las más adecuadas para una historia.

Entonces, ¿no mantiene ninguna relación con el filme?

-Terminé mi trabajo con la preproducción de la película. Esta sigue su recorrido y creo que prácticamente ya está terminada. Espero que vaya muy bien y seguro que será una buena película, pero no podía firmar una filme que no era la mío.

Usted se inició haciendo cómic erótico para la revista ‘Kiss Cómix’, en 1994. En las dos décadas posteriores ha conseguido un Premio Nacional del Cómic y un Goya por haber sido coguionista de la versión animada de ‘Arrugas’. En sus inicios, ¿se imaginaba algo así?

-No. Ni tan siquiera me podía imaginar poder vivir trabajando de esto. En aquel momento, cuando empezaba, había unos caminos que debías seguir si querías dedicarte al mundo del cómic: o ibas a Francia a publicar o dibujabas superhéroes en EEUU. En aquella época los dibujantes de cómic muy pocas veces salían en prensa o en televisión y sus obras no se adaptaban al cine. Cuando dibujaba porno era imposible que me hubiese imaginado, ni en mis mejores sueños, la situación que tengo en la actualidad. No pensaba que el mundo del cómic pudiese cambiar tanto.

¿El sector ha cambiado tanto?

-Es muy subjetivo. El cómic ha tenido grandes momentos. Posiblemente ha habido periodos con mayores ventas de las que tenemos ahora. En la época de los cómics de Bruguera, por ejemplo, se imprimían cientos de miles de ejemplares semanalmente. Pero yo creo que jamás el cómic había sido tan respetado como en estos momentos, ni tan generalista como es ahora. El cómic nunca había estado en los museos, en la prensa estaba como algo infantil? Hemos conseguido un respeto y una normalidad en cuanto a los lectores que nunca en la historia habíamos tenido.