donostia - Diego Galán murió ayer a los 72 años de edad en Madrid. El mundo del cine lamentó el fallecimiento del crítico del séptimo arte, que también ostentó el puesto de director del Zinemaldia en dos épocas, entre 1986 y 1989 y entre 1995 y 2000, y que es considerado como una de las personas que le devolvió su brillo al Festival Internacional de Cine de Donostia. No en vano, tomó las riendas de “un Festival en crisis, a punto de ser cerrado”, al que “los donostiarras habían dado la espalda” y en el que había “más rencores que esperanzas”. Trabajó por mantener la categoría A del festival y lo hizo en una realidad política llena de violencia, incluso contra el propio certamen, al tiempo que le tocó “bregar” con tres alcaldes. “Un festival de cine es una chaladura porque trabaja sobre posibles improbables y fundándose en promesas que no siempre se van a cumplir. Una aventura, en este caso, salpicada por conflictos políticos de distinta envergadura, mal avenidos con el espíritu festivo y cultural de un festival de cine, que solíamos vivir desde una metafórica burbuja de cristal”, escribió el propio Galán en sus memorias.
El Festival se despidió ayer del periodista mediante mensajes en las redes sociales: “Hasta siempre Diego. Convertiste el Zinemaldia en un festival de todos y nunca te olvidaremos”. El director del mismo, José Luis Rebordinos, por su parte, recordó de esta manera al también cineasta nacido en Tánger: “Ha muerto Diego Galán, un apasionado por el cine, sin el que no se podría entender la historia de nuestro festival”.
Durante su mandato, grandes estrellas de Hollywood comenzaron a pisar la alfombra roja del Victoria Eugenia. Entre ellas, Billy Wilder, Oliver Stone, Gregory Peck, Bernardo Bertolucci, Glen Ford, Willem Dafoe, Ben Kingsley, Melanie Griffith, Keany Reaves, Mel Gibson, Susan Sarandon, Jeremy Irons, Michael Douglas, Robert De Niro, Anjelica Houston y Jeanne Moreau. Y, por supuesto, Bette Davis, que recibió el Premio Donostia en una gala del Victoria Eugenia, que dejó una postal para la posteridad.
La trayectoria y su aporte al Zinemaldia hizo de Galán merecedor del Tambor de Oro, reconocimiento que el Ayuntamiento de Donostia le concedió en el 2002. El actual regidor de la capital, Eneko Goia, también lamentó la muerte del crítico de cine y comentó que bajo su dirección la cita “logró una gran proyección y su consolidación como uno de los grandes festivales del mundo, lo que a su vez situó a Donostia como toda una referencia internacional”.
Galán se trasladó a los 19 años de Marruecos a Madrid y fue en la capital del Estado donde comenzó a escribir críticas. Fue en 1967 cuando comenzó a colaborar en la revista Nuestro cine, tras lo que dio el salto a Triunfo y, finalmente, a El País, donde escribió desde los 80 hasta la fecha -el viernes pasado publicó su última columna en este diario-.
Además, también destacó como documentalista, siempre relacionado con el séptimo arte. Sin perder su relación con el Festival, Galán fue el responsable de la serie documental Una historia del Zinemaldia, además de otras obras como Con la pata quebrada (2013), en la que analizó la imagen de las mujeres en el cine español, o con Manda huevos (2016), en el que hizo lo propio con la de los hombres y que se exhibió como Proyección Especial de la Sección Oficial en la 64ª edición del Festival de Cine. “Todos cambiamos, y no siempre a mejor, pero el Festival sí que va a mejor. Se ha vuelto más grande, más trascendente, más importante... Puede que incluso sea demasiado grande”, manifestó Galán en una entrevista concedida a este periódico en 2016 con motivo de la proyección de su último documental.
En su fascinación por el cine, también escribió varios libros al respecto como Berlanga o el cine muerto de hambre o Fernando Fernan-Gómez, ese señor tan pelirrojo. No obstante, sobre todos ellos destacan sus memorias personales sobre los trece años en la sala del timón del Festival. Su título, Jack Lemmon nunca cenó aquí, resume de forma irónica la frustración del exdirector por el hecho de no haber conseguido traer a Donostia al actor fetiche de Billy Wilder.
dos épocas en el zinemaldia Bajo la dirección de Galán se instituyó el Premio Donostia en 1986, casi como “improvisado” reclamo para atraer a Gregory Peck. “Era increíble. Allí estaba uno de los actores más emblemáticos: aquello parecía un auténtico festival”, escribió el exdirector sobre lo que supuso la entrega del galardón al protagonista de Matar a un ruiseñor en una edición tras la que la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos decidió mantener sine die la calificación A del festival -se recuperó un año antes-.
Entre las novedades que trajo su equipo de dirección se encontró la incorporación del Velódromo Antonio Elorza como una nueva sede del Zinemaldia. Salvador, de un entonces joven Oliver Stone, se proyectó sobre una pantalla de 300 metros, en un espacio en el que, pese a las reticencias y los problemas iniciales, el sonido funcionó a la perfección. La ovación de 5.000 personas a la obra de Stone, hizo llorar al cineasta, que llegaría a calificar el velódromo como “la mejor sala cinematográfica del mundo”.
bette davis y el primer agur En 1989, después de varias horas de retraso sobre el programa previsto, una enferma pero altiva Bette Davis -falleció dos semanas después- se bajó del coche ante el María Cristina, intentando de todas las formas posibles que la prensa no se diese cuenta de que usaba una silla de ruedas.
Conocidas son las anécdotas de aquella edición que concluyó con la dimisión de Galán, quien remitió una carta al entonces alcalde, Xabier Albistur, comunicándole su abandono, después de un año de “conversaciones”, “informes” y “proyectos”. El primer edil no había atendido las demandas del director “para modernizar la estructura administrativa” con el fin de que el Zinemaldia tuviese “la libertad de acción” necesaria para trabajar. “Lo duro no era hacer las maletas sino la incómoda situación de que no se entendiera por qué nos íbamos”, confesó el exdirector, que más tarde añadió lo siguiente con respecto a su “tensa” relación con Albistur: “Ninguno habíamos entendido lo que la autoridad quería, ni ellos, en revancha, que necesitáramos autonomía y medios para buen trabajo”.
el retorno Después de cuatro años en los que el Zinemaldia sufrió unos cuantos altibajos un nuevo equipo de gobierno recuperó a Galán, tras un tiempo de transición en el que el crítico de cine colaboró estrechamente con Manuel Pérez Estremera -en aquella época se sumó al equipo como gerente Mikel Olaciregui-, al que acabó por sustituir, tras su dimisión en 1994. En aquellos dos años el Zinemaldia logró recuperar “parte de su antiguo prestigio”, los medios comenzaron a tratarlo con “mayor interés” y comenzó a ser foco de interés de “productores foráneos”.
Un año después se comenzó a entregar más de un Premio Donostia -Susan Sarandon y Catherine Deneuve fueron las elegidas-, tendencia que se ha mantenido ante la fecha. En los cinco años siguientes, aunque siempre con pormenores, el Zinemaldia continuó con su consolidación, aumentando tanto la aceptación internacional como la del público local. En el 2000, cuando el Festival se trasladó su sede del Victoria Eugenia al recién inaugurado auditorio del Kursaal, Galán presentó, de nuevo la dimisión, pero “esta vez, de forma pacífica y solo por cansancio”.