Carlos Acosta no quería ser bailarín, quería ser futbolista o Michael Jackson, pero la insistencia de su padre le llevó por los derroteros de la danza. Gracias al ballet, el cubano escapó de la pobreza de su país y triunfó en la English National Ballet y la Houston Ballet. No obstante, Acosta nunca estuvo satisfecho y quería volver constantemente junto a su familia. La directora Icíar Bollaín y el guionista Paul Laverty narran “su testimonio” en Yuli, una película “de puro corazón” que le ha servido “como terapia” al propio bailarín.

Desde hace varios años, Acosta buscaba sin éxito la manera de llevar su vida a la pantalla grande. El bailarín ya había relatado su historia en una autobiografía a la que esperaba darle vida en imágenes. Cuando el guionista Paul Laverty, habitual colaborador de Ken Loach, conoció sus intenciones se comprometió a ayudarle, siempre y cuando la dirección del proyecto recayese en Bollaín.

La madrileña aceptó, ya que la historia de Acosta, conocido en su barrio como Yuli, “no solo cuenta su vida, sino también la de la historia de Cuba”. De este modo, con el paso del bailarín a la madurez, el público es testigo de los problemas de la sociedad cubana a lo largo de los últimos 30 años.

“Creo que Cuba está en constante mutación. En los años que era pequeño se vivía de una forma diferente, que desapareció con la caída del comunismo. Tras la crisis, siguió evolucionando hasta hoy”, apuntó en la presentación de la película Acosta, quien da vida a la versión adulta de sí mismo. “Cuando Icíar me lo propuso pensé: ¿Y si soy yo el que estropea el proyecto?”, contó entre risas.

A pesar de esta constante transformación en el país centroamericano, el bailarín siempre tuvo en mente volver allí. En 1994, en pleno intento de huida de miles de cubanos en balsas y cuando Acosta recorría el mundo bailando, él decidió volver. “Estás loco, eres el único cubano del mundo que quiere vivir en Cuba”, le dice uno de sus amigos en una secuencia de la película.

“Le tengo un infinito cariño a mi país. No a su ideología, sino a sus personas”, apuntó Acosta, mientras que Laverty indicó que no incluir la temática de la esclavitud en la película sería “una vergüenza”. “Es más fácil hacer ficción o un biopic con los personajes ya fallecidos, por lo que esto era un reto”, indicó.

el peso del baile Yuli narra a través de la biografía de Acosta los sacrificios que suponen la danza. “Es casi como una religión. Son muchas horas de lunes a sábado y normalmente muy mal pagadas. El ballet es antianatómico, pero al final, merece la pena”, observó el bailarín.

La versión joven del personaje recae en el actor Kevyn Martínez, que también es bailarín. “Sufrimos mucho, no solo de cuerpo, también de mente. Es un camino muy difícil para quien lo elige”, añadió.

Para contar todo ese recorrido, Bollaín combina la historia con coreografías de la escuela de ballet de Acosta. “La película es puro corazón, ha salido de lo más hondo. Y eso se ve muy bien en las coreografías y en la música de Alberto Iglesias”, indicó la cineasta.

Con Yuli, el protagonista “hace terapia”, sobre todo con sus padres, ya fallecidos, y deja, lo que espera que sea, “un legado con mucho cariño”: “Ojalá esta historia familiar sirva para otras y se vean reflejadas”.

HoyAntiguo Berri 2 (20.30 horas)

HoyAntiguo Berri 7 (20.30 horas)

MañanaPríncipe 3 (18.00 horas)