es un tanto inexplicable que, siendo natural de Baiona, Michel Portal haya venido tan pocas veces al Jazzaldia. Tan solo lo hizo en 1986 en el Velódromo y el recuerdo es muy bueno, aunque el paso del tiempo nos impida recordar aquel concierto con detalle. La entrega del Premio Donostiako Jazzaldia hace justicia con este hombre, que ayer recibió el galardón muy agradecido al inicio del concierto celebrado al mediodía en el teatro Victoria Eugenia. Miguel Martín, director del Jazzaldia, justificó el porqué del premio y Portal respondió hablando de su unión con la cultura vasca, sobre todo, en su infancia, pero siempre en su imaginario. Recordó que el cancionero vasco siempre le ha influido y se acordó de los bertsolaris de los que aprendió el gusto por la improvisación. Y agradeció el galardón con un emotivo “Esker anitz”, imitando a su padre.

En cuanto al concierto, las primeras piezas las interpretaron sus acompañantes, los jóvenes músicos Vincent Peirani, con el acordeón, y Emile Parisien, con el saxo soprano. Desde el principio Peirani nos sumergió en un mundo de ambiente francés, con ese acordeón y su especial sonoridad, siempre, eso sí, desde un enfoque un tanto transgresor. El saxo acompañaba con limpieza y con melodías de aire popular a las bases repetitivas del acordeonista, descalzo para la ocasión. Los silencios juegan un papel importante en la propuesta, en la que los dos músicos demostraron un alto dominio del instrumento. El público, satisfecho, regaló una gran ovación a los dos músicos.

Con la entrada en escena de Portal sobrevolaron algunos aires vascos en el teatro. Su clarinete bajo sonó de maravilla, la pieza fue creciendo para terminar acelerada y nerviosa. Interpretaron Blow up, tema que grabara en su día junto a otro gran acordeonista, Richard Galliano, toque francés acercándose a la música contemporánea. En Hey mon amour fue el saxo de Portal el que, acercándose en todo momento a los tonos graves, nos presentó una propuesta repleta de finura y fragilidad.

Por fin se juntaron los tres músicos sobre el escenario y, con el acordeón de Peirani como base, soplaron en terrenos un tanto fantasmagóricos, oscuros, hasta que fueron evolucionando a territorios en los que se respondían el uno al otro para, al final, ponerse de acuerdo y ofrecer un producto unitario con la complicidad del acordeonista que, incluso, utilizó su instrumento como percusión. Trois temps pour Michel P nos trasladó al París urbano y moderno con su toque romántico y vintage. Los vientos hicieron como que hablan entre ellos, improvisaron respondiéndose con pequeños fraseos en los que la propuesta adquirió un aspecto semi cómico.

Peirani volvió a sacarle chispas a su acordeón en un largo solo en el que se atrevió a hacer una especie de scat cantando lo mismo que tocaba con el instrumento. La demostración técnica fue asombrosa. Los tres músicos imprimieron una alta velocidad al conjunto para terminar tocando las mismas notas con el clarinete, el saxo, el acordeón y la voz. Efectista pero convincente. El hecho de sentirse defendidos por el público asistente les dio la suficiente confianza como para realizar algunas pequeñas bromas con sus instrumentos, que dieron un tono ligero a la actuación. En la propina recordaron a Duke Ellington y con la participación del público chasqueando los dedos finalizaron en un tono muy agradable este concierto que salda una deuda con el músico de jazz vasco mas importante del momento. Esker anitz, Michel.