En su nuevo disco, con el que en las próximas semanas concluirá su gira, Joaquín Sabina ha intentado negarse a sí mismo. No obstante, lo peligroso no es cuando uno reniega de su pasado, sino cuando el público lo hace de ti. Un concierto como el del cantautor el sábado en Illunbe tenía todos los visos de ser una más de las muescas que el de Úbeda lleva en la guitarra. Con los recientes achaques del cantautor -la gira la retomó en Donostia después de que fuese hospitalizado en abril por un trombo en la pierna-, los conciertos estructurados desde hace años para ceder protagonismo a la banda mientras Sabina descansa y un setlist recurrente show tras show podía aventurar un espectáculo que avanzase en automático. Nada más lejos de la realidad.

Sabina ofreció un concierto de unas largas dos horas y 20 minutos, con 24 temas salpicados de buenos ritmos de rock n’ roll, desdiciéndose de sí mismo y de su trayectoria con las canciones del último y más reciente disco -un álbum titulado Lo niego todo y en el que han tenido mucho que decir Benjamín Prado, Leiva, Ariel Rot y Rubén Pozo- y reafirmándose con los clásicos de toda la vida, tan deseados por los más de 6.000 personas que se acercaron hasta la donostiarra plaza de toros. No en vano, el concierto se inició con una pista pregrabada de un versión orquestal de Y nos dieron las diez que antes incluso de que Sabina estuviese en el escenario, el público comenzó a corear.

El concierto con banda y cantante, no obstante, comenzó después con otro clásico, Cuando era más joven, publicado en Juez y parte (1985), que dio paso a Lo niego todo, tema que da nombre a su último trabajo. Sabina sabe que a su público le gustan sus temas de toda la vida, pero no quiere vivir de rentas. “Han venido a oír las viejas canciones, pues durante la primera parte se van a joder”, afirmó el músico para reivindicar un puñado de sus nuevas creaciones, dado que para recordar su anterior disco de estudio en solitario, Vinagre y Rosas, hay que remontarse hasta 2009. No perdió la oportunidad para mostrarse agradecido de volver a subir a un escenario -“esta es mi casa”- y reírse de sus padecimientos -“mi enfermedad se llama menopausia”- y para afirmar algo innegable: “Envejecer es una mierda”.

Entre ese “ramillete” de nuevos temas, continuó con Quien más, quien menos y No tan deprisa, un homenaje al músico estadounidense J.J. Cale, compuesto con Prado y Rubén Pozo, a instancias de este último. Luego llegarían Lágrimas de mármol y Sin pena ni gloria, tras lo que aprovechó para deleitar al público con una narración sobre su vida y los orígenes de su grupo. Habló de sus 20 años, escapando del “criminal” régimen franquista -“¡Hay que ver lo que duró el cabrón!”-, marchó a Londres a trabajar limpiando platos, lo que le sirvió para conocer la escena musical británica. ¿Y con qué herencia musical viajo Sabina? Con la de Paco Ibáñez y también Mikel Laboa. La anécdota le sirvió para citar “al maestro” Javier Krahe en el café La Mandrágora a su regreso a Madrid y hablar de Alarma!!!, “el mejor grupo de rock” que ha habido en el Estado. Y es que con el tiempo, el de Úbeda ha conseguido “seducir” al guitarrista de aquel grupo, el vizcaino Jaime Asúa, que gira con él y que es responsable de la melodía de Leningrado. Fue este quien puso el énfasis rockero al concierto.

Tras Las noches de domingo acaban mal, comenzó a enfilar sus “viejas canciones” con Donde habita el olvido, momento que aprovechó para hacer el interludio más largo del concierto y comentar la actualidad, en la que “los colchoneros de izquierdas estarán contentos” por la marcha de Zidane y Rajoy. Los vítores y aplausos a este comentario se quedaron a la mitad con el siguiente, que también fue pitado: “Es la única vez en mi vida que el PNV me ha parecido cojonudo”.

Fue también este el momento que utilizó para presentar a su banda -“el único grupo del mundo donde todos cantan mejor que el cantante”-, un conjunto compuesto de nuevos y viejos entre los que compañeros como Antonio García de Diego (teclista), Pancho Varona (guitarra) y Pedro Barceló (batería) son los que más años han compartido con el cantautor, mientras que Joseme Sagaste (saxo), Laura Gómez Palma (bajo), el ya citado Asúa y la corista Mara Barros son los más recientes incorporaciones. Barros fue la encargada de cantar Hace tiempo que no, compuesta por Sabina, e incluida en el primer álbum de la artista, Por motivos personales. Se trata de un soneto que al cantautor se le ocurrió después de una de sus últimas visitas al nobel Gabriel García Márquez cuando comenzaba a tener “la mente nublada”: “¿Gabo, cómo estáis?, le pregunté. Hace tiempo que no me conozco, respondió”.

Después de la interpretación de Barros, Varona cogió el timón como capitán para interpretar La del pirata cojo antes de devolver el testigo a Sabina para que le cantase Una canción para la Magdalena. No al público, sino a su corista.

A partir de este momento, Illunbe terminó de calentarse. Lo que eran tímidos bailoteos de gente que se levantaba de forma aislada, comenzó a generalizarse. Ocurrió gracias a Por el boulevard de los sueños rotos mientras en la pantalla se mostraban imágenes de Chavela Vargas y de José Alfredo Jiménez. A renglón seguido, volvió a ser el turno de Barros que interpretó Y sin embargo te quiero demostrando la increíble capacidad de su voz, y como respuesta llegó Y sin embargo del cantautor.

Peces de ciudad, un tema que el propio Sabina reconoce que no entiende “muy bien”, estuvo dedicado a Mikel Erentxun, Iñigo Argomaniz, responsable de la promotora del concierto, GetIn, y a Borja y Barbara, de los cuales no quiso decir sus apellidos. “No les conviene a sus carreras ni a la mía”, afirmó en clara referencia al político irundarra y a la actriz donostiarra. 19 días y 500 noches volvió a alzar a la gente, antes de una nueva ausencia dejando a Varona y García de Diego interpretando A la orilla de la chimenea, para que luego Asúa, con su “rock trepidante”, cantase Seis de la mañana. Ya con Sabina sobre escena, el espectáculo enfiló su final con Noches de boda y con un Y nos dieron las diez, ahora sí con banda, y con un potente Princesa cantado a cuatro voces.

En el bis, De Diego dejó a un lado el teclado y con la guitarra interpretó Tan joven y tan viejo, prácticamente, en solitario hasta que Sabina se reincorporó en los últimos versos, para quedarse ya en el escenario y culminar una interesante velada con Contigo y Pastillas para no soñar.

Con más de 350.000 espectadores desde que inició la gira en 2017, Sabina demuestra -y se refrenda con el espectáculo de Illunbe- que es, tal y como, canta “un superviviente”. Sí, ¡Maldita sea!