dONOStIa - El true crime es un género documental que se basa en investigaciones sobre crímenes reales. Justin Webster es un reconocido documentalista y autor de Muerte en León, una serie documental sobre el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, a manos de Montserrat González, con la colaboración de su hija Triana Martínez y la policía Raquel Gago. Además, Webster también es responsable de El fin de ETA, que se proyectó en la 64ª edición del Zinemaldia, en 2016.
¿Considera que el ‘true crime’ es un género en auge?
-Sí, es evidente. Pero me gustaría hacer un pequeño apunte. No tengo nada en contra de que se le llame true crime pero creo que es incompleto. Llevo tiempo reivindicando esto. Lo que se llama true crime son los primeros ejemplos de un género nuevo que realmente es un documental narrativo en episodios. Este se sustenta muchas veces en lo que se conoce como character driven -guiada por los personajes-. Son mucho más parecidos a la ficción que aquellos documentales con una base mucho más ensayística.
Hablemos pues de documentales narrativos.
-Han supuesto una revolución en los últimos 25 años. En este periodo han llegado mucho más al cine. Y ahora, lo que tradicionalmente se usaba en ficción, la partición en episodios, ha pasado a estos documentales. En inglés se habla de documentary para referirse a documental, y the narrative para referirse a la ficción. Yo como militante de la no ficción estoy en contra de esta equiparación, la narrativa puede referirse tanto a la ficción como a la no ficción.
¿Cuál fue el ejemplo de primer documental en episodios de este subgénero ‘true crime’?
-Fue The staircase -se traduciría como la escalera- del director francés Jean-Xavier de Lestrade, que se estrenó en 2004. Son diez episodios y fue un exitazo. Se hizo antes de las plataformas como Netflix o HBO. Tuvieron que pasar otros diez años para tener otros ejemplos: The jinx en 2014 y Making a murderer (Fabricando un asesino) en 2015. Entre tanto, hubo una revolución parecida en documentales de radio. Todos estos ejemplos entran dentro del true crime. El documental OJ, sobre O.J. Simpson, también entraría en esta clasificación. Trata un asesinato, pero es mucho más: es un retrato de América, habla de una cuestión racial y de muchas más cosas. Wild Wild Country, por ejemplo, parece que es de este género de documentales narrativos episódicos, pero no es true crime. No aborda un crimen desde un inicio.
¿Estos documentales narrativos episódicos tienen tanto éxito porque la realidad supera a la ficción?
-También. Creo firmemente en ello. Lo que ocurre es que hacer este tipo de documentales es muy laborioso, requiere mucho tiempo, para hacer justicia a la realidad. A veces hay una tendencia a pensar que se usa una excusa de la realidad para contar otra historia, como si fuera algo muy creativo. Estoy rotundamente en contra de algo así. La no ficción tiene otras reglas y puede ser igual o más creativo que la ficción. Lo que se hace es prescindir de la ficción, no se inventa, sino que se descubre. Solo inventas a la hora de decidir cómo lo vas a contar. De ese tipo de series, hay diez o doce buenas, y Wild Wild Country sería la última. Son buenas porque beben de mucho material y mucho oficio. También son proyectos que son más viables siendo series, puedes dedicar más tiempo y más recursos a una historia. Los documentales largos, que nosotros también hemos hecho, son más difíciles de que sean viables.
¿Qué opina de ese fenómeno que es ‘Wild Wild Country’?
-Me encanta. La adoro. Dentro de este subgénero tengo mis preferida, pero me parece una serie maravillosa y fantástica. Es un muy buen ejemplo de una historia casi olvidada, pero muy bien tratada. No es el tema, es cómo contarlo a través de esos personajes. Puedo criticar algunas cuestiones, sobre todo técnicas, pero serían muy pequeñas.
Solo la investigación para los documentales narrativos episódicos lleva mucho tiempo.
-Así es. Son proyectos completamente antiindustriales. Ahora existe la posibilidad de hacerlos, pero tampoco habrá muchos. Hacer series documentales narrativas es muy laborioso. El lenguaje de la televisión convencional no funciona. En las plataformas encajan mucho mejor pero cuando vas a venderles la idea tienes que decirles que vas a pasar, probablemente, dos años haciéndolo, que no tienes ningún acceso y que no sabes cómo va a acabar. Este tiene que ser el punto de partida, si no será un producto más industrial con mucho menos riesgo y casi ninguna posibilidad de descubrimiento.
Tal y como dice, plataformas como Movistar+, HBO o Netflix facilitan mucho más que estos proyectos salgan adelante.
-Totalmente. Nuestros socios habituales han sido la BBC, Danish Film Institute, PBS, TV3 y, también, EITB. Pero en estos casos ha sido muy difícil financiar este tipo de proyectos, porque la televisión convencional ha ido perdiendo audiencia y ha ido pensando en términos más comerciales. Es un error total, porque las nuevas plataformas han revalorizado estos proyectos. Ellos no producen programas de televisión convencional, porque no tienen ningún valor. No vas a pagar para ver ese tipo de programas en la plataforma, pero, curiosamente, sí lo vas a hacer para ver un documental. Las nuevas plataformas sí saben valorar estos proyectos porque tienen datos muy precisos de lo que consume su audiencia.
Es usted el autor de ‘Muerte en León’, una serie documental de cuatro episodios que analiza e investiga el asesinato de la presidenta de la Diputación de León. ¿Por qué abordar esta cuestión?
-Lo hice porque no entendía nada. Y ese es el impulso más fuerte para hacer este tipo de producciones. Me resultaba una paradoja enorme que una mujer de 59 años fuese asesinada a tiros en León, en una ciudad de provincias, a las cinco de la tarde por otra mujer de 56. Todo se resumió en que era una venganza personal y nada más. Supongo que sería casualidad que fuese presidenta de un partido político -el Partido Popular-, así como de la Diputación. La cobertura se abordó con esta superficialidad. Yo intuía que había mucho más detrás y a medida que veía las noticias entendía cada vez menos. Por eso lo hicimos.
‘Muerte en León’, sobre todo su cuarto y último capítulo, es un ejemplo de como la investigación periodística llega más allá de la Ley. Descubrieron que la hija de Montserrat González -quien cometió el asesinato-, Triana Martínez, hablaba todos los días con un asesor del presidente de la Comunidad de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, hecho que no fue investigado. ¿Han pensado seguir tirando de este hilo?
-Lo hemos hecho. Estamos enfaenados con otras cuestiones, pero tenemos pendiente terminar un largo documental que tira de ese hilo. Sería, en parte, para la gente que no ha visto Muerte en León, pero tiene un punto de vista diferente a esta. Aborda cómo se cerró el círculo sobre esas llamadas que no fueron investigadas. Queríamos ver si era negligencia u ocultación de pruebas. Seguimos filmando e investigando, hemos llegado a la conclusión que hubo ocultación de pruebas, sin duda. Lo que ocurre es que hemos llegado hasta un punto de puertas cerradas y no podemos pasarlas.
Conocen el nombre del asesor de Juan Vicente Herrera.
-Triana Martínez llamó a tres personas el día del asesinato: a la policía Raquel Gago, a su madre -estas dos fueron condenadas con Triana- y al asesor Luis Estébanez.
¿La serie tuvo la repercusión que esperaban?
-Para mí fue algo muy revelador ver cómo se maniobró para que Muerte en León no tuviese un mayor impacto. En los medios tradicionales fue completamente ignorado. Y en los medios digitales tuvo eco, pero es relativo. Fue fascinante.
¿Han tenido presiones para no investigar?
-No. Hemos llegado hasta el final en el que nos hemos encontrado con puertas cerradas. También es cierto que hemos investigado por nuestra cuenta, no ha sido un encargo. Movistar+ lo tuvo un año y próximamente estará en la HBO. De forma internacional también ha empezado a distribuirse, la televisión danesa la ha comprado. Al ser independientes es difícil que nos presionen.
Uno de sus últimos trabajos ha sido el documental ‘El fin de ETA’. Ahora que el grupo terrorista ya no existe, ¿procede una secuela?
-Esto sí fue un encargo. La historia del fin de ETA es algo fascinante. Muchas veces no es tan importante el tema, como la historia. Yo creo que con este tema puede haber 25, 30, 50, 100... historias para contar ahora. Pero no sé cuáles serían. Como dice Maixabel Lasa en el documental, habrá muchos relatos, no uno solo. Y sería muy beneficioso que fuese así.