Juan Mari Emilas, nieto de un modisto francés afincado en Donostia y tercera generación de una saga de modistos de alta costura, fue uno de los últimos colaboradores del maestro Cristóbal Balenciaga. Empezó a trabajar en Eisa ?así se llamaban las casas Balenciaga en el Estado? en 1948, con tan solo 17 años, y ejerció el oficio en Madrid hasta que Balenciaga cerró sus talleres en 1968, año en que decidió trasladarse a Donostia y establecer su propia casa de costura.
Emilas falleció en diciembre de 2010, pero dejó un borrador y muchísimas notas y documentos que su hija Mariu ha sacado ahora a la luz en el libro Balenciaga: mi jefe para descubrir el universo Balenciaga desde dentro, “desde la perspectiva de sus trabajadores”.
Tal y como cuenta la autora de la obra, es un libro de memorias que recopila testimonios de los trabajadores de la casa Balenciaga, cuyo eje central es la relación entre el modisto y Emilas. “El libro relata los inicios del diseñador, arrojando luz sobre aspectos hasta ahora no estudiados, ahonda en el oficio de la alta costura y en la admiración que el personal de las casas sentía por el modisto, desde la perspectiva de mi padre. En definitiva, el libro expone de manera intimista y desde dentro quién era Balenciaga: el jefe y el hombre”, cuenta Emilas, que actualmente está profundizando mucho más en la figura del getariarra realizando la tesis doctoral La excelencia en la obra del Maestro Balenciaga.
Así, en el libro, que saldrá a la venta en diciembre, el lector encontrará cartas, figurines, fotografías, cantidad de notas escritas por Emilas, conversaciones con personal destacado de la casa y con su clientela y, también, entrevistas a las artífices de dos obras emblemáticas de Balenciaga: los vestidos de novia de Fabiola de Bélgica y de Carmen Martínez Bordiú, su última clienta.
“Este libro es un proyecto vital de mi padre, siempre le oí decir que si algún día escribía un libro sobre Balenciaga contaría esto y aquello... que si algún día escribía un libro sobre él lo titularía Balenciaga: mi jefe”, relata su hija. No obstante, Emilas reconoce que la publicación de este libro ha sido “un tanto compleja”: “Aunque he escuchado en casa todo lo que se describe en el libro, cuando falleció mi padre y decidí terminar su borrador me resultó muy difícil. Aunque entendí que yo tenía un legado al que debía de dar forma y publicar, al principio me preguntaba si lo que estaba haciendo le hubiese gustado a mi padre, si le hubiese parecido bien o si él lo hubiese hecho de otra manera. Y no sólo eso. Emocionalmente me resultó imposible porque es un libro muy íntimo escrito desde el sentimiento, y enfrentarme a ello con la muerte de mi padre tan reciente resultaba muy doloroso. De hecho, no pude hacerlo en aquel momento”. Así, la autora del libro dejó pasar el tiempo y seis años después, en 2016, volvió a abrir el cajón y a enfrentarse al borrador.
Hombre elegante
Según cuenta Emilas, su padre conocía a Balenciaga desde que era niño porque era amigo de su abuelo, pero la relación de amistad entre ellos se inició en 1969, cuando el getariarra ya había cerrado sus tiendas, debido a un “encuentro casual que dio lugar a una colaboración profesional entre ambos”. “Desde entonces hasta la muerte de Balenciaga, el maestro iba al taller de mi padre en Donostia y éste le visitaba en su caserío de Igeldo donde merendaban, salían a pasear y mantenían charlas en las que Balenciaga compartía con mi padre anécdotas de sus años en París o sus reflexiones sobre la costura. A mi padre, que como gran parte del personal de los talleres admiraba profundamente a Balenciaga, esta relación tan breve y estrecha le marcó para siempre”, recuerda.
Balenciaga está considerado como uno de los mejores modistos de todos los tiempos, pero según Emilas, el getariarra también fue excepcional en su vida personal, “como creador y como persona”. “Tenía una personalidad compleja, sofisticada, y del mismo modo, era un hombre sencillo, nada presuntuoso, muy reservado y profundamente tímido. Un jefe extremadamente exigente, incluso tajante y severo en los talleres, y al mismo tiempo, era un hombre muy generoso que ayudó a muchísimas personas (familia, amigos, personal de sus talleres...), siempre desde la discreción. Yo diría que Cristóbal Balenciaga fue un hombre elegante. Elegante no solo en sus maneras, elegante también en sus valores. Un hombre muy leal, muy noble y una persona muy admirada en su entorno más privado”, concluye Emilas.