País Vasco, Navarra, Euskadi, Euskal Herria, Pays Basque, Basque Country, Vasconia? Un rico abanico de nombres, “muy romántico pero disperso, que no hace sino debilitar su potencial reputación”, considera Iñaki Azkoaga. Retirado de la vida laboral, aunque no de brazos cruzados, este arrasatearra se ha propuesto prender la mecha de un debate que trata “de conseguir un denominativo único para el país, un solo nombre en todos los idiomas, en euskera y en el resto”, explica. Para embarcarse en el desafiante reto, este profesional del mundo de la consultoría de comunicación, formado en el ámbito de la sociología y gestión de empresas, presenta el libro Vasco, ¿cómo se llama tu país?, con el que estrena su firma en una publicación. La primera prueba de fuego ante el público -y posibles lectores- la pasará el jueves en Arrasate (Kulturate, a las 19.00 horas).
“Es un tema fácil de visualizar, pero complejo de resolver. De hecho, siglos de historia han servido más para profundizar en la desavenencia que para converger hacia un denominativo único”, recalca Azkoaga, que fue hace unos años cuando empezó a barruntar el trabajo que ahora ve la luz. “Para los que nos dedicamos a la consultoría de comunicación, Internet supuso un cambio importante que nos hizo revisar algunos postulados. La necesidad de focalizar esfuerzos en conceptos claves y no desperdigarlos es algo esencial en este mundo de la digitalización si se quiere lograr una presencia comunicacional de éxito. No obstante, este problema del nombre trasciende este tema y llega al fondo de la personalidad de un país”, sostiene el autor del citado ensayo que, recién salido del horno, echa a andar con “un planteamiento abierto a toda ideología”.
Son más de 50 las distintas formas de nombrar al país de los vascos que han tenido presencia -algunas la siguen teniendo- a lo largo de la historia. Desde la época romana (Vasconiae, Cantabriae?), pasando por la Edad Media (Reyno de Navarra, Nación vizcaína, Navarra, Ducado de Vasconia?), la Edad Moderna (Vascongadas, Eus(c)kal Herria, Tierras del Vascuence, Nueva Fenicia...), hasta la Edad Contemporánea (País Vasco, Foruen erria, Reino Vasconavarro, Euskaldunia, Euzkadi, Euskadi, País Euskara?). “Algunas se circunscriben al espacio antropológico, mientras que otras lo hacen a una estructura política presente y futura diferenciada”, expone Azkoaga.
“Muchos de nosotros alguna vez hemos hablado sobre cuál es el nombre más adecuado para el país”, apunta este arrasatearra, sabedor de que la discusión ha estado en varios momentos candente, y de que “a veces gusta más mantenerse en el esquema preconcebido y juzgarlo desde esa óptica”.
Por ello emplaza a dejar “en barbecho ese posicionamiento que ya está tomado” para actuar “con mente más abierta” tomando como referencia el libro. “El objetivo es consensuar, no disentir”, incide.
la sociedad civil abanderada Azkoaga, sin embargo, deja fuera de este debate la esfera política: “Ésta, entendida como el juego de partidos, no es lugar para resolver un tema de esta envergadura -defiende-. Más bien creo que debería ser la sociedad civil la que abanderara la reflexión. Luego los partidos ya actuarán en base a lo que se decida”.
Así plantea dejar en manos de instituciones como Eusko Ikaskuntza y Euskaltzaindia, Príncipe de Viana, la Sociedad Vascongada de Amigos del País, Euskal Kultur Erakundea o cualquier otra que “tenga prestigio y un saber hacer”, el liderazgo de esta reflexión. “Un nombre siempre requiere consenso si desea triunfar, por eso propongo trabajarlo con método, con amplía participación, sin dejar de lado ninguna sensibilidad; es el momento de hacerlo”, asegura convencido de sus palabras.
En las 156 hojas de este trabajo su autor echa mano de ejemplos para abordar un “problema”, como es el caso de la Euskal Selekzioa. “¿Hay algún país en el mundo en el que su selección no tenga nombre como nos ocurre a nosotros?”, se pregunta. A continuación, traza un esbozo histórico para después demostrar “el daño que hace esta dispersión y mal uso del nombre”. El análisis que realiza Azkoaga, en cualquier caso, está enfocado desde una óptica de marketing y base sociológica. “He necesitado de la historia y la filología, y como no soy especialista en ninguna de estas dos disciplinas, pido excusas si hay falta de finura. Aunque creo que me he esforzado en ofrecer una visión holística del problema”, enfatiza.
Este consultor de comunicación ya jubilado se atreve, incluso, a formular su propuesta a partir de “deconstruir el nombre de las formas históricas más comunes”. “No me invento nada”, insiste consciente de que el desafío que pone sobre la mesa es “complicado”. Pero envuelto en un halo de optimismo, cree que “se puede avanzar”.
“En estos momentos que tanto esfuerzo se destina a la imagen de país y tan importante es lograr una buena reputación, solucionar el problema del nombre es el primer paso para iniciar una mejora en el posicionamiento”, manifiesta, no sin antes dejar claro que su planteamiento es “un ejercicio de acercamiento y de base” y que, por ello, está “muy abierto a escuchar sugerencias y correcciones”.
De este modo, invita a sumergirse en la tarea de dar con un único nombre para el país de los vascos, hoy “dispersado entre variaciones según la lengua, la administración correspondiente, la ideología?”. “Desde la premisa de que existe un ámbito antropológico vasco que precisa madurar la idea de que debe elegir el nombre más adecuado de una forma decidida, lancémonos a responder a la pregunta ¿por qué no?”, sentencia.