cannes - El realizador sueco Ruben Östlund se adentra en The Square en el mundo del arte como sátira de la sociedad occidental, en un filme que compite en Cannes y que está lleno de momentos y elementos surrealistas que hacen de esta película algo “diferente”, como reconoció la actriz Elisabeth Moss.

Ese era además el objetivo de Moss, conocida por series televisivas como Mad Men o The Handmaid’s Tale, que aceptó participar en esta película, recibida con risas y aplausos en el festival, porque era “un desafío increíble” e iba a hacer algo fuera de lo que hace normalmente. Junto a ella, otros dos rostros televisivos, el británico Dominic West (The Wire) y el sueco Claes Bang (The Bridge), en un filme que ni el director ni sus actores quisieron calificar de político, aunque reconocieron que trata “de la hipocresía de la forma de vida occidental”.

Claes interpreta a Christian, el director de un museo de arte moderno de Estocolmo, un hombre de éxito al que roban el móvil y la cartera en una escena digna del mejor teatro del absurdo. Su reacción ante este robo se aleja totalmente de lo que se espera de alguien en teoría centrado, de éxito y con autocontrol, lo que le permite a Óstlund criticar sin piedad la aparente perfecta sociedad sueca.

Así como el mundo del arte en el que se mueve el protagonista y en el que hay personajes como Julian, el artista al que interpreta West; Anne (Moss), una periodista que no entiende las descripciones de las obras artísticas más modernas y que tiene un chimpancé como mascota; u Oleg (Tierry Notari), que hace performances simulando ser un simio. “Si yo me encontrara con esos artistas tendría miedo”, aseguró entre risas West. Son artistas “que se creen invencibles gracias a su saber y que no puedes poner en cuestión porque hablan de un arte que no tiene explicación definitiva. Además de ser muy poderosos y ricos”, explicó.

inspirado en schanabel Un personaje el suyo para el que se inspiró en artistas reales que no quiso citar, aunque apuntó dos pistas, el nombre (Julian) y el hecho de que siempre viste pijama, algo habitual en el neoyorquino Julian Schnabel. Y es el Julian de The Square el que protagoniza una de las escenas más significativas del filme, una cena de gala en la que se enfrenta a Oleg, que realiza su performance como simio, y que demuestra lo absurdo de muchos planteamientos del estilo de vida occidental. “No pretendíamos hacer una película política, pero lo es porque habla del estilo de vida occidental. Estamos casi ciegos frente a los otros. Nos creemos virtuosos, pagamos nuestros impuestos, nos ocupamos de los otros, pero hay cosas ante las que cerramos los ojos”, dijo Bang, para quien el filme muestra ante todo, “la hipocresía de nuestra forma de vida occidental”. Y lo hace mostrando a mendigos, a gente que vive en barrios desfavorecidos y que solo por ese hecho son atacados y menospreciados por personas que se creen superiores, como el personaje de Christian. Todo ello mediante la metáfora que supone el cuadrado del que habla el título y que es una obra de arte que encierra el todo y la nada.

Netflix. El presidente de los productores españoles, Ramón Colom, está convencido de que la “guerra” que estos días mantiene el Festival de Cannes con Netflix evidencia que los exhibidores de cine “han olvidado” de quién depende su negocio, mientras eso es “justo lo que define a Netflix”, cuidar al abonado. “El mundo no empieza ni termina en Cannes; en mi opinión, lo que hizo Almodóvar fue echar un capote a las salas de cine, pero eso no es importante -considera -, eso se resolvería con algo tan simple como poner unas normas que les obliguen a exhibir en sala si la película sale premiada”. En su opinión, la inflexibilidad de las salas, que “programan más pensando en su cuenta de resultados, sometidas como están a las presiones de las las productoras de cine de Hollywood, y una programación cada vez más confusa”, es lo que hace que “muchos empresarios de salas pierdan de vista que su cuenta de resultados no depende del blockbuster de turno, sino del espectador que acude”. “En cambio, eso Netflix lo tiene clarísimo: sabe que depende de su abonado, es lo que define a Netflix y castiga a los otros, porque lo han olvidado”, considera Colom, quien considera que la solución pasa por “hacer frente a la plataformas americanas con un par de europeas”.