El año 1848 será año de crisis revolucionarias en toda Europa reclamando democracia y justicia social.
La Revolución de Febrero en Francia que propicia la caída del monarca Luis Felipe I de Francia y la instauración de la República. Revolución en Sajonia, “Revolución de Marzo” en la que toma parte con su fusil, en las trincheras de Dresde, el mismo Richard Wagner, solicitando al Rey Federico Augusto II una reforma electoral y mayor justicia social.
Movimientos insurreccionales en los diversos territorios de la península itálica, que ansían la unificación de Italia, el de Piamonte-Cerdeña, con capital en Turín, gobernado por Carlos Alberto de Saboya, además, el reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia) regida por Fernando II de Borbón; los Estados Pontificios dirigidos por el Papa Pío IX; Florencia, por el Gran Duque de Toscana y los ducados de Módena y Parma a los que debemos añadir los que se encuentran bajo el dominio austríaco, la Lombardía y el Véneto gobernados por la mano implacable de los mariscales Radetzky y el príncipe Windisch-Graetz.
Revolución en Austria que provocará la huida del Príncipe Klemens von Metternich que venía gobernando desde 1821. Este vacío de poder, unido al simultáneo levantamiento de milaneses y venecianos, obliga a retirarse momentáneamente a los austríacos.
Los italianos creen que ha llegado el momento de la pretendida fraternidad e ilusoria unidad y se agrupan en torno a Carlos Alberto de Saboya que asume el protagonismo de la unificación, rechazando la ayuda que le ofrece Francia porque consideraba que el proceso debería ser llevado a cabo únicamente por los italianos “Italia fada da se”. Serán derrotados por Joseph Radetzky en las batallas de Custoza el 24 y 25 de julio de 1848 y de Novara los días 22 y 23 de marzo de 1849, a pesar de sus actos de valor y de los de sus hijos, pero en la que enmendó sus faltas pasadas, peleando por la noble causa de la independencia de la patria contra todo el formidable poder de Austria.
En el mismo campo de batalla de Novara, en la noche del 23 de marzo, ante su Estado Mayor, el Rey abdica en su hijo primogénito Víctor Manuel II de Saboya y parte al exilio.
El 3 de abril de 1849, Carlos Alberto de Saboya, rey de Piamonte y Cerdeña, sumido en una profunda tristeza y desánimo, ha atravesado en su carroza, a uña de caballo, la nueva república francesa camino de su exilio portugués acompañado de un reducido séquito. Hace escala en Tolosa, capital de Gipuzkoa, alojándose en la Casa-Fonda de Pedro Sistiaga, en la calle del Correo (hoy plaza de Felipe Gorriti). Acompañan al monarca, su gentilhombre, marqués Carlos Ferrero de la Marmora, su ayudante de campo, príncipe Massimo y su intendente general el conde Gustavo Linza de San Marino.
Una vez alojado y cumplimentado por el Diputado General Xabier de Barcaiztegui y el jefe provincial de Policía, Antonio Víctor de Parga, manifiesta su intención de ratificar legalmente su abdicación para lo que requiere la presencia del secretario del Ayuntamiento y notario de la villa, D. Juan Fermín de Furundarena y Lizarribar que levanta acta formal de la abdicación sobre un papel fabricado, es de suponer, en la misma villa de Tolosa.
Al día siguiente, se despachó un correo a Turín mientras la comitiva partía hacia el palacio de Entrequintas de la ciudad de Oporto, donde fallecería el 28 de julio de 1849, desconociendo que su hijo sería pocos años después el primer rey de la Italia unificada y su nieto Amadeo reinaría fugazmente en España, teniendo el tiempo justo de abolir la esclavitud.
Para conmemorar la victoria de Custoza y en honor de su artífice, el mariscal Joseph Radetzky, Johann Strauss padre compuso en 1848 la Marcha Radetzky que alcanzaría gran popularidad como expresión del nacionalismo austriaco. En la actualidad sigue siendo considerada uno de los himnos no oficiales de Austria.
Es costumbre que la Marcha Radetzky sea la pieza de cierre del Concierto de Año Nuevo de Viena, retransmitido por numerosas cadenas de televisión de todo el mundo, donde el público asistente, con una elevada proporción de japoneses, marca con sus palmas el ritmo de algunos compases, bajo la dirección del propio director de la orquesta.
A partir de ahora, al escucharla recordaremos el modesto comedor de la fonda de Sistiaga y el pliego de papel de barba tolosarra que fueron escenario y soporte de un hecho histórico relacionado con la Unificación de Italia.