madrid - El sometimiento sexual de cuatro mujeres a los caprichos del colombiano Maluma en su canción 4 Babys ha reavivado las críticas en torno al reguetón, tachado como un estilo intrínsecamente machista y, por extensión, ha encendido de nuevo el debate sobre la responsabilidad social de la cultura.
“Estoy enamorado de 4 babies / Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo les digo / Ninguna me pone pero”. Cuatro versos que conforman el estribillo más polémico de los últimos meses a raíz de la denuncia de la artista visual y activista Yolanda Domínguez en El Huffington Post, a la que siguió una petición con cerca de 80.000 firmantes para retirar el tema. Según Domínguez, 4 Babys es “denigrante para el género femenino” y “hace apología de la violencia hacia las mujeres, descritas como meros cuerpos sin valor, intercambiables y disponibles al servicio del deseo sexual ilimitado de los autores”.
Ese es Maluma, el último fenómeno musical del otro lado del Atlántico, un artista que, pese a su juventud (22 años), se codea con Ricky Martin y Shakira (su canción conjunta, Chantaje, lidera la lista estatal). Durante su reciente paso por el Estado, declaraba: “Para mí solo el cielo es el límite”, unas palabras que contrastaban con su actitud sosegada y humilde, así como con la imagen moderna que intentaba proyectar, rehusando calificar su estilo musical como reguetón. “Me encanta y me he criado escuchándolo, pero prefiero que la gente me identifique más por un movimiento que por un género”, señalaba.
Para María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación y directora de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense, “la violencia machista se sigue transmitiendo a través de sutilezas que no generan el mismo rechazo” que un bofetón, pero que pueden derivar en él.
retroceso “En tanto las mujeres se pliegan a los deseos sexuales de su pareja cuando ellos marquen estamos retrocediendo en lo que habíamos conseguido”, dijo Marta Pozo, doctora de Derecho Procesal de la Universidad de Salamanca en una charla junto a Díaz-Aguado. “Si las jóvenes no encuentran un referente distinto al de la mujer estupenda, dispuesta y sometida”, ¿cómo imaginarán que un novio controlador sea antinatural?”, preguntó.
Pero frente a la teoría de que la cultura informa el mundo, otras voces reivindican la preeminencia de la libertad de expresión. Por ejemplo, ante dos polémicas similares, la de las acusaciones de enaltecimiento del terrorismo contra César Strawberry y los titiriteros de Madrid, Julián Hernández (Siniestro Total) declaró: “No hay nada sagrado, de todo se puede hablar y nada es apología de nada. La ficción es ficción y lo que se dice en una canción siempre será ficción”.