año 2016: Julia entra en una panadería de Irun y en la puerta observa un cartel con un enorme falo y la inscripción “Aquí habita la felicidad”. Indignada, recrimina al panadero su mal gusto y falta de respeto. Año 16 dC: Iulia entra en una panadería de la ciudad romana de Oiasso y en la puerta ve el relieve de un pene con la leyenda “Hic habitas felicitat”. Risueña, charla amigablemente con el panadero y le compra un pan.

Los 2.000 años transcurridos entre estas dos escenas de la vida cotidiana reflejan el cambio en materia sexual entre los tiempos de Julio César y la actualidad. A ojos de ahora, los romanos vivían en un mundo libidinoso, como se percibe en la exposición temporal que acoge hasta el 18 de septiembre el Museo Oiasso de Irun, titulada El sexo en época romana.

La muestra se compone de piezas originales y réplicas procedentes de museos catalanes, reproducciones de pinturas y textos de autores latinos. Tras completar la visita, nadie puede dudar de que en época romana el sexo se vivía con menos limitaciones que ahora. Era fuente de placer y también origen de prosperidad y buenos augurios. Eso sí, los hombres de las clases altas llevaban la voz cantante y debían mantener un rol activo tanto anal como vaginal. Podían penetrar a su mujer, prostitutas, esclavos y a efebos.

La gerente del museo bidasotarra, Cristina Aguirre, destaca que la exposición describe con rigor que en la época romana se mostraban “muy activos sexualmente y las costumbres eran relajadas”. Tanto es así que los salones y comedores de ciertas casas se decoraban con imágenes eróticas, como atestiguan las pinturas halladas en las ruinas de Pompeya y Herculano. Reproducciones de esos dibujos pueden verse en la sala donde se encuentra la muestra, producida por el Museo de Badalona.

Objetos de uso cotidiano como vajillas o copas de vino también se convertían en piezas lujuriosas, a menudo presentes en grandes bacanales. Es el caso de un recipiente con forma de pene que, según explica Aguirre, se usaba en festines, en los que el alto consumo de vino iba aparejado a otros placeres terrenales. En todo caso, también en estos actos era el hombre quien se debía mostrar activo, con esclavos, efebos y prostitutas en un rol absolutamente pasivo.

Otros elementos que pueden observarse en las vitrinas museísticas son las lámparas de aceite que iluminaban las estancias. Los dibujos con personas disfrutando del placer carnal reflejan que la llama no era lo único caliente en esas piezas.

Precisamente, en las excavaciones realizadas en Irun durante los últimos años también se han hallado fragmentos de sendas lucernas con dibujos pornográficos.

No obstante, la estrella de las representaciones de sexo en la Antigua Roma eran los falos, si bien no tenían significación erótica, ya que servían de amuletos para proteger del mal de ojo y para infundir prosperidad. La exposición da testimonio de esta abundancia fálica, los cuales también se colocaban a la entrada de los establecimientos, como las panaderías.

Según explica Aguirre, una de las vitrinas exhibe un ave pene, criatura mitológica en forma de verga con alas, de la que cuelgan unas campanillas (tintinnabulum) que emitirían su sonido al balancearse y, así, protegerían de los malos espíritus.

En este recorrido, tampoco deja indiferente al visitante un gran mural que representa a Príapo, dios de la fertilidad. Está pesándose su desproporcionado pene con una cesta llena de monedas, sobre otra repleta de frutas, lo que simbolizaba la buena suerte y la prosperidad.

Otras escenas eróticas que aparecen en las pinturas murales son la mitología, representadas principalmente en casas privadas y que también pueden verse en el museo Oiasso durante estos días. Entre otras deidades aparecen en sugerentes escenas Venus, Marte, Cupido, Hermafrodito, Baco y Júpiter, todos ellos sujetos a las pulsiones propias del ser humano y, de esta manera, utilizados como modelo y justificación de determinados comportamientos sexuales.

El recorrido por la agitada vida sexual romana está sazonado por textos de autores latinos como Catulo, Ovidio Marcial y Suetonio, los cuales no se andaban con rodeos. “Los esclavos frigios se masturbaban detrás de la puerta cada vez que la esposa de Héctor cabalgaba sobre su marido”, dejó escrito Marcial. Y Suetonio tampoco era pudoroso cuando testimonió que Nerón “ideó como supremo placer cubrirse con una piel de fiera y lanzarse así desde un sitio alto sobre los órganos sexuales de hombres y mujeres atados a postes...”.

Sin duda, el sexo en la Antigua Roma era una cuestión capital aunque, frente a la sociedad actual, lo explicitaban sin cortapisas. En todo caso, entonces como ahora era el pan nuestro de cada día.