Restaurante, escenario teatral, salón de música y danza y, sobre todo, bosque encantado. Todas esas cosas será, hasta el 24 de julio, el parque de Cristina Enea, que sucumbirá al hechizo urdido por Tanttaka y Donostia 2016 para cambiar su fisonomía habitual y acoger 29 representaciones de Sueño de una noche de verano. Tras el ensayo general del lunes, ayer tuvo lugar el estreno -también en euskera- y las primeras impresiones no han podido ser mejores: la obra codirigida por Fernando Bernués e Iñaki Rikarte sorprendió a propios y extraños por su original adaptación del texto de Shakespeare, por el divertido trabajo de sus intérpretes y, sobre todo, por una ambientación exquisita repleta de sugerencia y estímulos.
Nada más acceder a la explanada del parque -se ruega acudir a las 20.45 horas- el visitante recibe una silla plegable de museo que le acompañará durante tres horas y una gran cesta con copas, cubiertos y los primeros platos del banquete de la inminente boda de Demetrio (Gorka Otxoa) y Hermia (Aitziber Garmendia). Como si de un picnic de Musika Parkean se tratara, un cuarteto de cuerda interpreta conocidas melodías de música clásica mientras los comensales degustan los manjares ideados por Luisa Telleria y sus alumnos del Basque Culinary Center. Los alimentos están elaborados y servidos por trabajadores de Bokado, auxiliados en la tarea de escanciar vino por los cocineros y cómicos (Josean Bengoetxea, Jose Ramon Soroiz, Mikel Laskurain y Ramon Agirre).
El ágape, que representa las distintas fases del amor, comienza con un “elixir” o cóctel “para mojar los labios” antes de dar cuenta de las tres ensaladas que evocan “las miradas intensas, las caricias y las cosquillas de los primeros besos”: entre los ingredientes principales destacan el txangurro, el aguacate, la fruta de la pasión e incluso los peta-zetas que estallan en la boca. El pan, con forma de corazón, debe (re)partirse entre dos personas, y sirve para acompañar el plato principal: “la carne encendida” por la pasión, un cordero asado in situ tan sabroso que parece traído directamente desde Aranda de Duero. La función no ha empezado y el espectador ya está conquistado? o al menos lo está su estómago. Lo bueno es que lo que le aguarda, la obra en sí misma, está a la altura del banquete.
Durante el postre, un delicioso pastel de manzana en miniatura, se desvela una de las principales modificaciones de este Sueño de una noche de verano, una versión que Patxo Telleria ha adaptado a los nuevos tiempos y que sorprenderá a los conocedores del original de Shakespeare: aquí, Lisandro es Lisandra (Miren Gaztañaga), que huye junto a Hermia a bordo de una Lambretta tras dejar plantado en el altar a Demetrio, de quien está enamorada Helena (Sara Cozar, en la versión en euskera, y Vito Rogado, en la de castellano). Así, la acción propiamente dicha comienza a la media hora, cuando Egeo (Isidoro Fernández), el padre de la novia, y la alcaldesa (Ane Gabarain) piden a los invitados que se adentren en el bosque para ayudarles a encontrar a su hija.
Belleza casi espectral
Es entonces cuando el público se sumerge en este espectáculo al aire libre con vocación itinerante y que incluye una decena de paradas en distintos escenarios del parque, convertido en un personaje más de la representación. Por ejemplo, los cómicos discuten los preparativos de la obra ante una desvencijada barandilla de La Concha que parece devastada por un temporal, mientras que Cristina Enea adquiere forma de mujer interpretada por la elegantísima y sonriente Naiara Arnedo: ella es quien facilita a los espectadores el fuego -una linterna con forma de candil- que les protegerá de todo mal y les permitirá ver sin ser vistos. Muy cerca, el duende Puck (Aitor Beltrán) retoza con un hada sobre una cama suspendida de un árbol y en las ruinas tiene lugar la primera aparición de Oberón (Joseba Apaolaza) y Titania (Itziar Atienza), reyes de las hadas y de los duendes.
La espectacular escenografía diseñada por Ikerne Giménez incluye momentos de belleza casi espectral, como el ascenso a la zona alta del parque a través de un sendero en el que los árboles comparten espacio con puertas entreabiertas que casi se antojan metáfora de la sugerencia. Más de una escena parece extraída de los lienzos surrealistas de Magritte, como esa litera que brota en mitad del bosque tras el descanso para beber queimada, o el armario situado al pie del gran cedro de Cristina Enea, donde el travieso Puck emplea por primera vez el jugo de una flor mágica que hechiza y altera los sentimientos de los amantes. O como esa cama gigante cuyo colchón es un césped en el que se atacan y persiguen los apasionados protagonistas de esta disparatada comedia de enredo... Todo está tan bien dispuesto que hasta los murciélagos que sobrevuelan el lugar parecen formar parte del atrezzo.
Salvo en algún caso en el que la marcha se ralentiza por motivos obvios -no es sencillo mover de un lado a otro a 250 personas-, las transiciones de un espacio a otro se realizan con agilidad y naturalidad gracias al uso de la música y a la sutil intervención de varios guías con paraguas luminosos, En distintos momentos los actores comparten escena con los bailarines de Kukai, Eskola, Goizaldi y Oinkari, con distintos miembros del Coro Easo y con un quinteto de viento conducido por el director musical, Iñaki Salvador, que pone banda sonora a algunos pasajes. Entre el séquito de hadas destacan Amankay Gaztañaga, que toca el violín, y Ainara Ortega, que canta y toca el piano.
Para presenciar el final, los espectadores bajan en procesión -preciosa la despedida del personaje de Cristina Enea- y regresan a la explanada del parque frente a Tabakalera, donde una vez deshechos los entuertos que plantea la obra, se celebran las b+odas y los cómicos representan una metateatral función de Sueño de una noche de verano. El público aplaude a rabiar, más que satisfecho por el resultado de esta superproducción en la que cada noche trabajan 140 artistas y técnicos. La audiencia alza sus copas y brinda por la magia de un montaje que, sin duda, sobresaldrá entre las mejores y más recordadas propuestas de este Donostia 2016 tan necesitado de aplausos y afecto popular.