Usurbil - Con su sempiterna cresta, pantalones bombachos y camisa caqui, John Lydon posa para una nube de fotógrafos en la entrada de una borda con hermosas vistas al valle de Usurbil y Zubieta. Da varias caladas a su cigarrillo y parece tan desubicado como lo estaría una oveja latxa en mitad de Piccadilly Circus. Sin embargo, la presencia del “rey del punk” en tan bucólico emplazamiento tiene una explicación bien sencilla. Desde hace unos días, el líder de Public Image Ltd (PiL) se ha instalado en los estudios Higain regentados por Haritz Harreguy: allí prepara el inicio de una gira europea que arrancará mañana en el centro cultural de Intxaurrondo a las 20.00 horas.

El antiguo vocalista de Sex Pistols ofreció a primera hora de la tarde de ayer una rueda de prensa que solo puede tacharse de anárquica, tanto por el lío de las traducciones consecutivas al euskera y al castellano como por la desordenada perorata del artista antes conocido como Johnny Rotten. El británico compareció junto a su manager personal, un tipo con cara de pocos amigos que respondía al apodo de Rambo, y durante cerca de una hora, protagonizó un verdadero festival de titulares, muecas y butades, haciendo que el inicio de la semana fuera más llevadero para los informadores culturales.

“Sin dolor no hay nada” Sin excesivas ocasiones para echar la vista atrás, Lydon recuerda la desintegración de los Pistols en 1978. “Quería hacer cosas mejores y más serias, dejar atrás las tonterías. La gente había creado una imagen pública de mí lamentable en la que yo parecía una caricatura. Por eso formé PiL”, asegura. “Tuve la oportunidad de ser una estrella del pop, pero decidí que ese no era mi camino y por eso hoy ando libre por el mundo haciendo cosas verdaderas. Es fácil ganar dinero en el mundo de la música pero yo intento no ser un fraude: no me gusta la comodidad, hay que trabajar duro”, subraya antes de lanzar una proclama digna de libro de autoayuda: “Siempre he luchado por lograr la independencia en la vida y así será siempre. La vida no es fácil, pero si uno no se lo pone difícil a sí mismo, no consigue nada. Sin dolor no hay nada”.

En la gira que comenzará en Intxaurrondo y que después recalará en Santander, Madrid, Alemania, Eslovaquia, Polonia y Ucrania, el músico presentará su décimo disco al frente de PiL. El grupo es uno de los principales referentes del post-punk y tras cuatro décadas de idas y venidas, hoy parece más consolidado que nunca gracias a una formación estable con la que ha grabado This Is PiL (2012) y What The World Needs Now (2015). “Estoy preparando mi ropa interior para el concierto de mañana. Ofreceremos un viaje emocional a través de toda la trayectoria de PiL, con canciones nuevas pero también históricas”, promete el cantante, que ya no exhibe en su dentadura los rastros de podredumbre que dieron origen a su viejo sobrenombre. A los 60 años, asegura un “compromiso total” con la audiencia. “Me tomo muy en serio la empatía con el público. He venido a hacer el trabajo de Dios”, proclama con voz engolada y entreabriendo al máximo sus ojos saltones.

Preguntado por el origen de sus canciones, responde que su inspiración son “las emociones del mundo”. Dice el autor de éxitos como (This Is Not A) Love Song que ha tenido varios números uno como aquel tema de 1983, aunque no sea algo que le preocupe. “Hay mucha gente en la música que solo quiere estar en lo más alto de las listas de ventas, pero yo no pienso en ello. A veces es una sorpresa agradable, sobre todo cuando llegan los cheques, pero al dinero siempre suelen acompañarle miles de facturas”, sostiene mientras salpica su speech de pedorretas vocales e incluso algún que otro eructo.

Naturaleza, tabaco, EEUU, PUNKS Tras recordar que en su primera visita al País Vasco aún había violencia -“problemas”, dice, al estilo norirlandés-, el “fantástico” paisaje natural de Usurbil le invita a abrazar el discurso ecologista. “Ahí abajo hay fábricas que crean puestos de trabajo, sí, pero son muy feas. Si no respetamos la naturaleza nos vamos al carajo. Cuidado con lo que hacéis porque igual el Gobierno español os convierte en japoneses. Y no queremos eso”, bromea en alusión al proverbial espíritu trabajador del pueblo nipón.

También hace alarde de espíritu vitalista y hedonista al defender que “la vida es pasarlo bien, humor y conocer a otros seres humanos”, algo que la música facilita. “La vida es para los vivos, salvo para los que están en el menú. A veces me gusta comer el trasero de las vacas, no lo puedo evitar. Le lechuga no es suficiente”, confiesa el carnívoro músico en el ecuador de la rueda de prensa, poco después de percatarse de que un intérprete está traduciendo sus palabras al euskera y su compañera hace lo propio en castellano. “Yo solo puedo hablar inglés y gaélico, aunque en gaélico solo sé decir palabrotas, algo muy útil para escribir canciones”, tercia antes de hundirse en el fango de un fallido juego de palabras que pretende emparentar “basques” y “bastards”.

En lo referido a su reciente segundo libro de memorias, La ira es energía, Lydon reconoce que en su carrera le ha resultado más útil el humor que la rabia. “Cuando enfermé de niño -contrajo una meningitis que le hizo perder la memoria durante cuatro años- me ayudó mucho la comedia británica, con toques irlandeses, y realmente creo que no hay que tomarse muy en serio a uno mismo. Eso es algo que para los intelectuales y los políticos es imposible”.

Vive desde hace tiempo en Los Ángeles, a donde huyó escapando del terrible clima británico. “Allí solo hay una estación y eso viene estupendamente para mis problemas respiratorios y de bronquios”, dice sonriendo al tiempo que enciende un cigarrillo. “Fumar es una mala costumbre, sí, y no diré que soy un santo porque no, pero estoy lejos de ser un pecador. No me gusta hacer daño a nadie, mi referente es Gandhi y su resistencia pasiva. Una persona que mata a otra por política no tiene causa, y la religión guarda mucha relación con esto porque antes de nada, es política”, agrega.

Precisamente, este año será el primero en que John Lydon pueda votar en unas elecciones estadounidenses, algo que le crea tremendos quebraderos de cabeza. “Donald -soy el primer hombre de negocios que no miente- Trump está comprando la presidencia de EEUU y la va a tener, bastará con seis semanas de gobierno para que haga todas las tonterías que quiere hacer, entre otras, levantar un muro en la frontera México”, vaticina el músico, para quien tampoco son “opciones posibles” la “política profesional” Hillary Clinton ni tampoco Bernie Sanders. “Ayudadme, por favor”, implora en clave de humor a los periodistas.

Rambo levanta sus gafas y echa un vistazo al reloj. Con un leve codazo indica a Lydon que la comparecencia está tocando a su fin. Pero aún hay tiempo para una última pregunta. ¿Qué queda del espíritu punk de aquel joven que hace 40 años predicaba el “No Future” en canciones como God Save The Queen o Anarchy in the UK? “Soy el rey de los punks, me lo gané a pulso y nadie podrá arrebatarme esa corona. Estuve a punto de ir a la cárcel cuando el Parlamento quiso aplicarme la Ley de Traición, penada con la horca, pero gané: probé que la libertad de expresión es más importante que la pompa y la ceremonia de los políticos y sus tonterías”. “Ha sido un rato divertido -se despide de los periodistas-. Y como diría Alice Cooper, ‘Welcome to My Nightmare”.