Han transcurrido tres décadas desde que escribí un artículo con el título The Identification of Labrador Ports in Spanish 16th-Century Documents (La identificación de puertos de Labrador en documentos españoles del siglo XVI), publicado dos años después en The Canadian Cartographer, 14 (1977), 1-9. Este artículo identificaba los nombres más modernos y la situación geográfica de varios puertos balleneros vascos del siglo XVI en Terra Nova, los cuales había encontrado mencionados frecuentemente en documentos en archivos vascos y españoles. Estos puertos fueron el centro de una gran industria ballenera vasca en el Estrecho de Belle Isle en el Quinientos. En 1977 organicé una expedición con la ayuda de una subvención de la Real Sociedad Geográfica de Canadá para explorar la costa del sur de Labrador entre Blanc-Sablon y Chateau Bay, cuyo objetivo era identificar los puertos que acogieron balleneros como el San Juan in situ y descubrir restos de la ocupación vasca. La expedición fue un éxito rotundo, confirmando así los resultados de mis investigaciones en archivos europeos.
Antes de esta expedición, yo había proporcionado a Robert Grenier de Parks Canadá información detallada acerca de naos o barcos balleneros vascos del siglo XVI hundidos en puertos específicos del sur de Labrador, entre estos el San Juan de El Pasaje de Fuenterrabía (ahora Pasai Donibane) que encalló en el antiguo puerto de Buttes (ahora Red Bay) durante una tormenta violenta a finales del otoño de 1565.
Al menos cinco pecios vascos documentados
Es posible que sea este el barco que arqueólogos de Parks Canadá excavaron a lo largo de muchos años tras su localización en septiembre de 1978, una réplica del cual posiblemente sea construido en un futuro cercano en su puerto de origen en la costa vasca. Dado el interés creciente en la construcción naval y pecios vascos del siglo XVI, este parece ser un momento apropiado para recordar a los lectores la existencia de cinco pecios vascos documentados del Quinientos, entre ellos el de San Juan, en puertos de la costa sur de Labrador, aunque en los últimos 30 años he dado a conocer información acerca de estos naufragios en varias publicaciones.
Durante los últimos 400 años la mayoría de estos puertos balleneros vascos del siglo XVI en Labrador habían sufrido varios cambios de nombre. Por ejemplo, el topónimo encontrado originalmente en la documentación como Les Buttes se había transformado en versiones de Buetes, o Buitres, o Boytus, hasta el siglo XVIII cuando este puerto gradualmente llegó a ser conocido como Baye Rouge o Red Bay. Mientras tanto, la pequeña bahía a poca distancia al oeste de Red Bay, que originalmente había sido conocido como Port de Ballenne o Puerto Breton y más tarde como Ance aux Esquimaux, hoy en día lleva el nombre de Carrol Cove. Y hay otros muchos ejemplos similares en esta costa.
Sin embargo, a pesar de los cambios de nombre, fue relativamente fácil identificar cuales de los puertos modernos en la costa de Labrador coincidían con los puertos mencionados por el piloto vasco-continental Martin de Hoyarsabal en su libro y derrotero Les voyages avantureux du capitaine Martin de Hoyarsabal (1579), publicado, según la portada, en Bordeaux, aunque ahora parece que de hecho fue publicado en La Rochelle. A pesar de que habían transcurrido 400 años desde que Hoyarsabal escribió su descripción de la costa norte del Estrecho de Belle Isle, sus instrucciones de navegación seguían siendo perfectamente adecuadas.
En Red Bay
En cada uno de los puertos vascos de Labrador que exploramos en 1977, encontramos trozos de teja vasca y otros restos directamente relacionados con la actividad ballenera que había tenido lugar en aquellos puertos, tal como lo esperábamos dada la información encontrada en documentos. Por ejemplo, en Schooner Cove un arpón sobresalía de debajo de una ribera erosionada, mientras que varios pedazos de barba de ballena todavía yacían pegados a una roca en Red Bay no lejos de una zona en la isla de Saddle donde aún se podían ver restos quemados y donde obviamente alguna vez había existido hornos vascos para derretir la grasa de ballena. Cuando llegamos a Red Bay por primera vez, hablamos con gente del pueblo, quienes todavía extraían de la tierra lo que parecía ser carbón vegetal para uso en sus propias cocinas. Aún quedaba mucho, pero los vecinos se empezaron a preocupar cuando les dijimos que el carbón vegetal? databa de hace cuatro siglos y definitivamente podía ser considerado como resto arqueológico. Hasta ese momento nadie en Red Bay sabía que vivía en un antiguo puerto vasco.
Muchas temporadas de excavaciones arqueológicas, tanto en tierra como bajo el agua, siguieron a nuestra expedición de 1977 y los beneficios que han surgido de ese primer esfuerzo son simplemente extraordinarios. Hoy en día no solamente hay una buena carretera a Red Bay, sino que ese pequeño pueblo es ahora un Sitio Histórico Nacional con un museo excelente, los restos de varias naos vascas en el fondo del abra y unos 10.000 visitantes cada año. Para muchos habitantes de Red Bay, algunos de los cuales trabajan como guías y empleados en varias partes del Sitio, nuevos documentos o hallazgos arqueológicos que permiten una más amplia comprensión de la historia del área son un reto constante. A menudo hay aspectos nuevos del desarrollo del sitio que muestran a todos que la situación definitivamente no es estática, y que siempre se puede aprender más. Por ejemplo, en el verano de 2004 la excitación fue evidente cuando maderos de otro barco ballenero hundido del siglo XVI fueron descubiertos por la hélice turbulenta de un barco crucero que visitaba el puerto.
Nadie se esperaba que un barco desconocido yaciera enterrado debajo del sedimento cerca del muelle de Parks Canadá, en una zona donde barcos modernos habían fondeado con frecuencia. Sin embargo, si se considera que a lo largo de un período de por lo menos tres décadas a mediados del siglo XVI nueve o diez grandes naos balleneras vascas estuvieron ancladas frecuentemente en Red Bay, durante los meses de verano y otoño, no habría sido sorprendente si en algún momento en los últimos 30 años, dos, tres o más grandes pecios, aparte del que se cree puede ser el San Juan, hubiesen sido localizados en este puerto. Hasta ahora un total de cuatro pecios (además de varias pequeñas embarcaciones) han sido encontrados, todos aparentemente galeones balleneros vascos del Quinientos. No obstante, debemos enfatizar que hasta el momento solo hay documentación para otro barco ballenero del siglo XVI hundido en Red Bay aparte del San Juan, y esa es la documentación para la Madalena de Burdeos o Magdeleine de Bordeaux.
Por qué se hundió
Los documentos relativos al naufragio del San Juan de Ramos de Arrieta, probablemente de porte de unos 250 a 300 toneles, hacia finales de 1565, indican claramente que rompió sus amarras durante un temporal y fue llevado hacia la costa donde encalló sin esperanzas de ser recuperado. Su tripulación había acabado la mayor parte de su pesca, si no es que toda, y estaba cargada de unas 900 a 1.000 barricas de grasa de ballena. No hubo ahogados y la tripulación pudo rescatar gran parte de sus efectos personales tanto como de la jarcia, velas, cables y víveres, que se llevaron a su tierra a bordo de una o más naos balleneras. Una buena parte de la carga fue recuperada sobre todo o solamente en 1566.
La Magdeleine de Bordeaux, de 250 toneles, si no fue construida en un puerto vasco-continental, puede haber sido construida en la región de Bordeaux como su nombre lo sugiere. Cualquiera que sea el caso, pertenecía al vasco- continental Sanchou de Burgaronne de Biarritz y fue armada para un viaje ballenero a Red Bay en 1574 en parte por un vasco-peninsular, Martin de Echebarri (o Decheverry) de San Sebastián, y aparentemente también por Sebastián de La Bastida vecino de la misma ciudad.
Documentos relativos a la Magdeleine revelan que fue perdida a finales de 1574 o en 1575 debido a la formación de hielo en el mar. Indican que fue atrapada en el hielo y abandonada parcialmente cargada con 450 barricas, cuando las aguas del puerto se congelaron a finales del otoño o principios del invierno, como lo fueron otros balleneros durante esa década. El maestre de la nao, Burgaronne, y parte o toda la tripulación regresaron a Europa a bordo de otros navíos. La nao se perdió ya sea en el invierno, quizás debido a la presión del hielo contra su casco, o en la primavera o verano siguiente de 1575. Según un documento francés encontrado por Laurier Turgeon, parte de la carga y otros efectos a bordo de la Magdeleine fueron recuperados en ese momento por un marino vasco-continental. Según un documento español encontrado por Selma Huxley, el vascopeninsular La Bastida puede haber recobrado objetos también porque en la primavera de 1575 fue a Labrador, como capitán y armador de un galeón ballenero de San Sebastián, preparado para rescatar el armazón y las valiosas barricas de grasa de ballena al parecer de la misma nao. Puede que sea éste barco Magdeleine el que arqueólogos de Parks Canada excavaron completamente en el abra de Red Bay después de 1978.
Otras dos naos balleneras
Sabemos que otras dos naos balleneras vascas naufragaron en Chateau Bay/Henley Harbour: la Madalena perteneciente a Jacobe de Ybaseta de Mutriku y la María perteneciente a Joanes de Portu de San Sebastián, armador junto con Miguel de Beroiz de la igualmente desafortunada San Juan. La Madalena se perdió "en el puerto de Chateo" en agosto de 1565, hacia el principio de su estancia en Labrador, lo que demuestra que en el Estrecho de Belle Isle los barcos corrían peligro en cualquier época del año que estuvieran allí. No conocemos las circunstancias del hundimiento de este barco, sin embargo puede que las condiciones meteorológicas fueran severas ya que parece ser que al menos varios tripulantes se ahogaron en esta tragedia. Uno de ellos fue el capitán, hijo del dueño de la nao, recientemente casado con una de las más ricas herederas de Mutriku. El 20 de abril de 1566 su padre otorgó una carta de poder para reclamar una gran cantidad de dinero por el cuál había asegurado su barco y la armazón en Burgos.
Esto hubiera sido bastante capital para que Jacobe pudiera construir otro barco, pero nunca hubiera compensado la pérdida de su hijo. Cinco días después dio otra carta de poder a Domingo de Galdona, también vecino de Mutriku, que partía para Labrador como maestre de la Conceción, para recuperar lo que encontrara perteneciente al pecio, ya sea del barco mismo o de cualquier persona que hubiera recobrado objetos de este. No sabemos lo que consiguió Galdona a este respecto y, de hecho, debido a otros eventos él y el capitán de la nao, Yñigo de Ybartola de Deba, no pudieron regresar ni con todos sus propios pertrechos y cargamento. Tarde en el otoño de aquel año la Conceción por poco sufrió un desastre ella misma cuando casi quedó atrapada en el hielo en Chateau Bay. Para poder hacerse camino entre el hielo y escapar, la tripulación se vio obligada a abandonar, entre otras cosas, más de 200 barricas, que habían sido armadas listas para llenar de grasa de ballena, y a cortar y dejar atrás un ancla y varios cables.
La María de Joanes de Portu se perdió "en la vanguardia del puerto de Chateo" en diciembre de 1572, cuando durante otra fuerte tempestad labradoreña rompió sus amarras o, según otro testigo, "se abrió e hizo dos pedaços o partes". El galeón se hundió con todo los pertrechos y barricas de grasa de ballena que tenía a bordo, salvo al parecer cuatro calderas y dos arponeras que fueron traídas de regreso en la nao San Miguel, capitaneada por Felipe de Ynurrica de Zarautz. Por lo menos parte de los tripulantes fueron rescatados ya que varios de ellos fueron testigos en un pleito que resultó del naufragio. Ese diciembre había otros barcos balleneros en Chateau Bay/Henley Harbour y puertos cercanos y los sobrevivientes hubieran podido regresar en uno o más de ellos.
El quinto ballenero vasco del siglo XVI que sabemos naufragó en la costa sur de Labrador pertenecía a Domingo de Mendaro de El Pasaje, siendo el capitán-armador Martin de Verastegui de San Sebastián. Según testigos, parece que en 1563 encalló "en la punta de la entrada" al puerto de Los Hornos (ahora un fondeadero en la vecindad de las islas de Lily y Nelly en el lado este de la bahía de Pinware) viniendo de otro puerto, en parte cargada. Bajo las órdenes del capitán, la tripulación y hombres de otros barcos rescataron lo que pudieron de los víveres, barricas de grasa y otros objetos.
La mayoría de lo recuperado volvió a Europa a bordo del barco de un vasco-continental, Sançin de Hugalde de Saint-Jean-de-Luz. Durante las décadas de mediados del siglo XVI las ganancias de las expediciones balleneras vascas a Labrador fueron considerables. Fueron estas ganancias las que permitían a los empresarios como Joanes de Portu, Miguel de Beroiz y Sebastián de La Bastida todos perdieron naos suyas o que habían armado para Labrador, emprender otras expediciones similares pese a tales reveses. Con algunos rezos de más al Santo Cristo de Lezo, o a la Virgen de Itziar, o a la Virgen de Arantzazu las tripulaciones embarcaban para Terra Nova una y otra vez.