Londres. Todo aquel que quiera llamar la atención en las distinguidas carreras de caballos de Ascot, que acaban hoy, tiene que ser radical a la hora de elegir su sombrero o tocado. Las carreras de Royal Ascot son famosas en todo el mundo por los extravagantes sombreros de sus asistentes o el frac y el sombrero de copa que lucen los caballeros. Todos los años los visitantes del hipódromo británico rinden honor a esa fama. Existe un poco la sensación de que solo hay una espectadora a la que realmente le importan los pura sangre que allí corren: la reina Isabel II, que este año se ha convertido en la primera monarca de la historia que consigue la venerada Gold Cup, el galardón de la carrera más importante que allí se celebra, con un caballo de su cuadra.
"Ascot ha cambiado, ahora lo que prima es el estilo", señala Kiloran Cavendish, que visita desde hace 30 años las carreras y ya de joven apostaba con su madre, una entusiasta de los equinos. Esta fan de las carreras comenta que siempre existió la tradición de vestir de forma elegante y el sombrero formaba parte de la etiqueta, aunque en la actualidad todo se ha vuelto más loco. "Antes era todo mucho más conservador". Cavendish forma parte del grupo de "tradicionalistas" que realmente acude a Ascot por su interés en los caballos y para que la que esta cita es desde hace décadas un acontecimiento familiar. No obstante, no le parece mal cómo están evolucionando las cosas y señala a una visitante cuyo atuendo en la cabeza recuerda a un lobo. "Algo así era antes impensable, los vigilantes no lo habrían dejado pasar". La flexibilidad en el vestir se debe a que la carrera se ha abierto a un público más amplio. Si antes la cita convocaba sobre todo a la nobleza terrateniente y a la clase más alta, ahora son muchos los visitantes de fuera y de todas las clases sociales los que visitan esta competición. Pero qué sería un evento tradicional inglés en el que no estuviera presente de alguna forma el estudiado sistema de clases sociales.