Fecha. Hasta el 14 de octubre. Lugar. Sala Menchu Gal. Calle Urdanibia. Irun. Horarios. Viernes y sábado de 18.00 a 21:00 horas. Domingo, de 11.30 a 13.30 horas. Precio. Entrada libre. Exposición. La muestra se compone de 18 cuadros de la artista Menchu Gal, nacida en Irun. La temática de la exposición se divide en paisajes y obras de estilo cubista.
uNA nueva muestra dedicada a la artista Menchu Gal (Irun, 1919-Donostia, 2008) acaba de ser inaugurada en la sala de exposiciones dedicada a la autora en su localidad natal, con 27 óleos del propio Ayuntamiento, de la Fundación Menchu Gal y de algún coleccionista de la ciudad. Bodegones, flores y paisajes del Bidasoa y de Navarra componen esta muestra, que presenta obras poco conocidas, sobre todo en el campo de las naturalezas muertas.
De esta primera etapa se presenta una buena selección de bodegones de los años 40, en los que un cubismo sintético, herencia de los mejores representantes de esta corriente (Picasso, Braque, Gris), hace que la artista plasme en negros, grises, azules, con algunos trallazos de rojos y naranjas unos silenciosos bodegones compuestos por botellas, vasos, sandías, erizos y peces sobre platos.
El rigor mental y el raciocinio intelectual se imponen en una pintura sobria, racional y de elaborado buen gusto, a la que la mejor crítica y la historia están dando cada vez más importancia. Destacan entre ellos: Bodegón cubista (1940), Bodegón gris (1940), Pez, vaso y fuente (1945) y Bodegón con sandía y otros objetos (1960). Dos espléndidos ramos de flores completan y componen la primera sala.
En la segunda, se presenta una notable colección de paisajes del Bidasoa, Irun y Hondarribia, así como de Navarra. Destacan algunos paisajes urbanos, tema no demasiado tocado por la artista, como Bajamar en la Bahía. Fuenterrabía al fondo (1960), Contrastes Fuenterrabía (1980), Fuenterrabía (1980), y sobre todo sus dos espectaculares paisajes de Atardecer 1 y 2 (1960) y Caseríos del Baztán (1980). La pasión por el color, fruto de su influencia fauvista y el amor que profesó gran parte de su vida por Henri Matisse, le llevarán a estas explosiones de color, llenas de fuerza y de pasión por la pincelada rápida y cargada. El color crea ya realidades plásticas autónomas, aunque se siga reconociendo el motivo en que se inspiran. Pero ya son los sentimientos, y las pasiones personales, las que configuran la obra.
Ciertamente Menchu Gal es sobre todo una gran paisajista, una artista que pinta como respira, con pasión, con destreza, con fuerza, dejándose llevar los ritmos curvos y rectos de la naturaleza. Sentimiento e inteligencia van fuertemente unidos, entrelazados, cohesionados, produciendo una obra que engancha y atrapa fuertemente al espectador. Es la pasión por el color y las ganas de vivir que poseía y trasmitía la pintora del Bidasoa.