La Real tenía clara su hoja de ruta de la semana posterior a la despedida de Imanol Alguacil en Anoeta. En principio, su planteamiento era alargar su adiós un par de días y comenzar el aterrizaje de Sergio Francisco y Erik Bretos, quien todavía no ha tomado la palabra desde que se anunciara que sería el nuevo director deportivo. Pero todo saltó por los aires con la metedura de pata de su última rueda de prensa en Anoeta, tras el triunfo frente a los gerundenses, cuando afirmó que le gustaría jugar con todo canteranos como el Athletic ya que seríamos todos igual de felices aunque no se lograsen los resultados.
Sin duda, dos torpezas en la misma frase que han alimentado las ganas de machacarle que le tenía un conocido sector de la afición que no aguanta más viéndole al frente de la Real, y han molestado a otro amplio grupo de su hinchada que espera con impaciencia una rectificación o, como mínimo, unas disculpas en su comparecencia de hoy. Pueden estar tranquilos, porque Imanol sabe que se equivocó y dará las pertinentes explicaciones.
Llegados a este punto, se pueden elegir dos caminos, intentar hacer leña con saña del árbol caído por su reincidente torpeza en solo una frase dicha en sala de prensa en mitad de una emotiva comparecencia de 34 minutos o, en la antesala de su adiós definitivo, se puede echar la vista atrás y recordar todo lo mucho y bueno que ha hecho en estos ocho exitosos años al frente del primer equipo. Como en este periódico somos consecuentes con lo que opinamos, justos y agradecidos a las personas que hacen grande a la Real y feliz a su gente, nos quedamos con la segunda opción.
Comienzo
Todo comenzó en la temporada 2017-18, después de haber hecho jugar a la Real de maravilla. Eusebio se enrocó un poco en su estilo y en sus planteamientos y la cosa se fue torciendo hasta que todo explotó en una derrota ante el Getafe en Anoeta, cuando la grada pidió la cabeza del técnico y de Loren, su director deportivo. Esa misma semana se confirmaron sus salidas y Aperribay decidió subir a Imanol, que estaba entrenando con mucho éxito al Sanse, al que estaba a punto de meter en el play-off. El oriotarra no lo tenía nada claro porque su vocación era trabajar con la cantera, pero finalmente accedió.
Después de equilibrar con buenos resultados la trayectoria del equipo, que finalizó el curso sin mayores sobresaltos ni apuros, el técnico fue aclamado por la grada de Zubieta el día en el que los potrillos, ya a las órdenes de Aitor Zulaika, se colaron en las eliminatorias de ascenso tras vencer al Racing. Ese verano regresó Olabe y le degradó de nuevo al Sanse, al calificarle de “un especialista en ese penúltimo o último paso de formación”.
El club, encabezado por Aperribay, apostó por Asier Garitano, que tampoco tenía mucha experiencia en la elite y, en diciembre le despidieron y volvió a tocar la puerta de emergencia de Imanol. Esta vez sí, el oriotarra aceptó la propuesta con todas las consecuencias para dejar atrás el filial y asentarse en el primer equipo. Cogió a un equipo desequilibrado y poco convincente, le dio mucho poder a Mikel Merino y le llevó a jugarse una plaza europea en la última jornada en una final directa contra el Espanyol que perdió.
La gran obra de Olabe
En el verano de la campaña 2019-20, Olabe confeccionó un gran equipo con muy buenos fichajes como Remiro, Odegaard, Isaak, Monreal, Portu… Esa Real jugaba un fútbol alegre y vistoso que cautivó a todos. Hasta el punto de que ganó todos sus partidos en la Copa para meterse en la final, 3-4 en el Bernabéu incluido. Desgraciadamente, cuando Anoeta disfrutaba muy feliz y la comunión grada-equipo era total, se cruzó en su camino la pandemia y la cosa se torció de tal manera que sellaron su clasificación para la Europa League casi en el último minuto en el Metropolitano gracias a un gol de falta de Januzaj.
Hubo que esperar más de un año a que los de Imanol celebraran el título de Copa para siempre con el 1-0 ante el eterno rival. Y se logró con un cambio de cromos de cracks en la mediapunta, al recuperar el Madrid de manera bastante poco leal a Odegaard, ya que en realidad el acuerdo de cesión era por dos años, y traer a David Silva y en invierno a Carlos Fernández. La única noticia buena del confinamiento fue la irrupción de Martin Zubimendi, a quien le puso y ya no le quitó nunca más.
Además de la Copa, se selló el segundo pasaporte europeo, también con mucha incertidumbre y gracias a otro gol de Isak en las postrimerías de la última jornada en Pamplona. En Europa se cayó de forma estrepitosa contra el Manchester United, 0-4, en una ida que se tuvo que disputar en Turín.
Lesión de Oyarzabal
En la 2021-22, llegaron Alexander Sorloth, Matt Ryan, Diego Rico y, en invierno, Rafinha. En marzo se lesionó Oyarzabal e Imanol reinventó su Real con un 4-4-2 para darle galones a Silva. Se clasificaron para Europa, pero cayeron contra el Leipzig, víctimas de las bajas, de un arbitraje canalla en la ida en Alemania y de un planteamiento demasiado defensivo en la vuelta de Anoeta.

En la 2022-23, ya se había pasado a un cambio de tendencia más del “prefiero ganar 4-3 que 1-0” a “lo importante es vencer y si es dejando la puerta a cero, mejor”. Se fue Isak y vinieron Sadiq, que se lesionó en su tercer partido, Momo Cho, Take Kubo y Brais Méndez. El equipo competía de maravilla, lo que le llevó a entrar en Champions diez años después. En Europa esta vez fue la Roma de Mourinho, que luego perdió la final ante el Sevilla, la que eliminó a los realistas.
El curso anterior, la Real fue el mejor equipo de la fase de grupos con un fútbol champagne simplemente inolvidable que volvió loca a su gente, que disfrutó como nunca. Una pena que en octavos le tocara el PSG, al que incluso le tuteó en el partido de ida, antes de que se impusiera la lógica. Pese a llegar muy justos al final de curso, una Real mucho más práctica logró asegurar su quinta clasificación seguida para Europa, al imponerse en una final al Betis en su estadio.
La nota triste de la temporada llegó en la semifinal a dos partidos perdida más increíble que se recuerda al haber sido infinitamente superior en los dos encuentros al Mallorca, que solo disparó entre los tres palos en el gol que marcó en Anoeta. Los penaltis bañaron en lágrimas y tiñeron de tristeza el estadio txuri-urdin. En resumen, se tocó techo en la Champions y se sufrió un mazazo muy duro que minó demasiado la moral de la tropa, sobre todo del entorno. Tampoco ayudó el poco éxito de los siete fichajes: Odriozola, Tierney, Zakharyan, Traoré y André Silva, en verano, y Javi Galán y Becker, en invierno. Y, sobre todo, que David Silva se rompió el cruzado en la pretemporada y se desvinculó de la Real.
El pasado verano, las cosas se hicieron tarde y mal, con las salidas de Le Normand y Merino y los fichajes a última hora de Óskarsson y Aguerd, que se sumaban a Javi López, Sergio Gomez y Luka Sucic. Su rendimiento ha sido desigual, pero lo más preocupante ha sido que esta vez Imanol ha exprimido a una plantilla cuyo nivel era inferior y menos competitivo que en los años anteriores y el nivel del equipo se ha resentido hasta el punto de quedarse fuera de Europa. El hecho de querer retrasar su renovación ha terminado por convertirla en un incómodo culebrón que ha acabado por perjudicar a todas las partes.
Lamentablemente, el nuevo proyecto ha luchado contra la tristeza que se había instalado en su Estadio, sin recuperar la ilusión de la gente, que ha manifestado en muchos momentos a lo largo de la temporada su descontento por el juego del equipo y lo poco que ha transmitido.
Pese a no haber escuchado un solo silbido en Anoeta, el sector más crítico contra Imanol ha ido creciendo, al igual que su agresividad, hasta llegar a un punto de no retorno en el que el ambiente comenzó a ser irrespirable. En Europa, después de pasar por fin una ronda ante el Midtjylland danés, se volvió a caer en octavos de final frente al United, que perdió la final el miércoles contra el Tottenham. En la Copa el equipo volvió a alcanzar las semifinales, en las que cayó a la heroica después de perder 0-1 en Anoeta ante el Madrid, y vencer 3-4, para luego ser eliminado en la prórroga. Lo malo es que, en el torneo de la regularidad, la Real no encontró el equilibrio, la fiabilidad y la consistencia necesarias. Un plantel con una falta de gol alarmante, mandíbula de cristal y con una extremada facilidad para pegarse un tiro en el pie. Una serie de ingredientes que condenarían al fracaso a cualquiera y que ha dejado fuera de Europa a los realistas con Imanol a la sexta.
Cuando el equipo se desplomó como un castillo de naipes, el oriotarra dejó caer al club que quería seguir y lo que se encontró fue que ya no contaban con él y que la confianza ya no era la misma, por lo que, después de un horrible partido en Vitoria con derrota incluida y cuando más se alejaba el objetivo de regresar al Viejo Continente, tomó la decisión de no renovar y dejar el club en cuanto se acabara la temporada.
Nervios ante el micrófono
El siempre apasionado Imanol ante los micrófonos, que encendía a la afición en las previas de los partidos importantes, ha dejado paso a una versión mucho más recata, nerviosa y con tendencia a meter la pata por controlar peor las emociones. Pero por mucho que algunos se empeñen en querer machacarle por sus mensajes o por sus palabras, Imanol solo es un entrenador de fútbol y si no sigue en la Real es porque no ha logrado mantener el nivel de juego, de competitividad y de regularidad necesarios para ganar muchos partidos y alcanzar las metas marcadas con una de las plantillas más caras de la historia del club, aunque se haya quedado muy lejos de las expectativas generadas a principios de la temporada sobre todo por los gestores del club.
El hecho de que Roberto Olabe anunciara su partida en enero para el mes de junio tampoco ayudó en nada a la estabilidad de un club que por primera vez en muchos años ha ofrecido una sensación agobiante de desgobierno, sobre todo cuando han dejado solo ante el peligro a Imanol, abandonado a su suerte y expuesto a poder meter la pata en sus 112 ruedas de prensa en cuanto comenzaran a analizar cada palabra en el momento en el que fueran mal las cosas por muchos de los que las estaban esperando.
A rey muerto, rey puesto, y si lo que busca Erik Bretos es aire fresco, mentes limpias, alegría y positividad, seguro que ha dado con la persona exacta en un Sergio Francisco que aterriza con la misma ilusión con la que lo hizo Imanol cuando le dieron la alternativa en 2018.