donostia
Todo empezó con dos terroríficas palabras: Malleus Maleficorum. Este es el título del libro que dio comienzo a la temida caza de brujas que tuvo lugar en Europa entre los siglos XV y XVIII. Escrita por inquisidores alemanes y conocida también bajo el título El martillo de las brujas. El libro infame de la Inquisición, la obra está considerada como un clásico de la brujería, donde se compilan las acusaciones de brujería para conformar una doctrina que venía a señalar a las consideradas brujas como miembros de "una especie de secta contraria a la iglesia cristiana", explica Anton Erkoreka, profesor e historiador de Medicina y actual director del Museo de Historia de la Medicina de la UPV/EHU.
Este museo, ubicado en el primer piso de la biblioteca central del campus de Leioa, acoge hasta el mes de mayo la exposición Brujería e Inquisición, compuesta por tres colecciones. El eje de la muestra viene de la mano del profesor danés Gustav Henningsen, autor del libro El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española. La exposición de Henningsen reúne una serie de paneles que explican el devenir de la brujería en Europa, y recala ahora en el Museo de Historia de la Medicina después de su paso por la embrujada localidad navarra de Zugarramurdi y tras recorrer "media Europa", según destaca Erkoreka. Además, la muestra se completa con otras dos colecciones, Amuletos contra el mal de ojo y Exvotos de cera en la Península Ibérica, ambas configuradas por el propio Erkoreka.
A través de este recorrido por los infames tiempos inquisitoriales, el visitante descubre que, detrás del carácter folclórico que hoy se otorga a las brujas y a toda la parafernalía que las rodea, se esconde una historia de persecución "terrible y muy cruel". Según los cálculos del profesor Henningsen, en Europa se juzgaron a unas 100.000 personas -la mayoría mujeres-, acusadas del delito de brujería. De esa elevada cifra, ejecutaron a la mitad de las acusadas, algunas fueron quemadas vivas, otras, ahorcadas. "Todo un verdadero genocidio", recalca Erkoreka. Sin embargo, en contra de la creencia popular, la Inquisición promovida por el clero no fue la principal causante de estas ejecuciones, sino que la mayoría de las sentencias de muerte llevaban el sello de tribunales civiles. "En la mayoría de las ocasiones, eran los propios vecinos quienes se acusaban entre sí de cometer maldades asociadas a la brujería que, por otro lado, eran maldades físicamente imposibles", señala el director del museo.
el abogado de las brujas Desde volar distancias incalculables en tiempo récord hasta provocar sequías, inundaciones e incluso transformarse en animales, las acusaciones eran tan sorprendentes como inverosímiles.
Curiosamente, las propias acusadas de brujería relataban con todo detalle sus peculiares hechizos y periplos por el más allá. La definición de brujería que promulgó la obra Malleus Maleficorum, junto a los brebajes a partir de plantas alucinógenas que tomaban estas mujeres, provocaba semejante confesión. "El problema no es que las mujeres creyeran todo lo que decían, sino que los inquisidores y las autoridades civiles se creían todo lo que relataban", apunta.
Pero el diablo también tiene derecho a abogado, y las brujas tuvieron como aliado a nadie más y nadie menos que un inquisidor: el español Alonso de Salazar Frías, quien participó en los Autos de Fe de Logroño, entre otros procesos. "Salazar Frías aseguró ante jueces e inquisidores que todo lo que contaban las brujas no era más que fruto de su imaginación". Sus argumentos sirvieron para frenar la Inquisición en países como España, Italia y Portugal, mientras que en el norte y centro de Europa prosiguió la caza de brujas. "El protestantismo persiguió con más saña a las brujas que el catolicismo", sostiene Erkoreka. Prueba de ello es que de las 50.000 ejecuciones que se cometieron, la mitad corresponden a Alemania.
En Euskal Herria, una comitiva de inquisidores españoles propició que 2.000 mujeres se autoinculparon de brujería. A su vez, estas acusaron del mismo delito a otras 3.000 personas. En los famosos Autos de Fe de Logroño se seleccionaron los 300 casos más graves, se acusaron a 28 personas y de estas se quemaron vivas a seis. "Pese a que el proceso de las brujas de Zugarramurdi tuvo una gran repercusión en nuestras tierras, no es ni de lejos de los más graves que se perpetraron en Europa". Sin ir más lejos, la "intensa" persecución que inició el inquisidor Pierre de Lancre en Iparralde tuvo nefastas consecuencias: 60 mujeres fueron condenadas a muerte bajo acusación de brujería.