LA costura y el buen gusto estuvieron ayer presentes en la segunda jornada de la pasarela Madrid Fashion Week de la mano de las colecciones de Ángel Schlesser, Ailanto, Roberto Torretta, Amaya Arzuaga y Lemoniez. Andrés Sardá celebró sus bodas de oro en la moda con una selección de sus piezas icónicas, entre ellas sofisticados sujetadores de tirantes de seda y braguitas de blonda muy escotadas.

Haciendo una selección de las piezas icónicas más representativas de la saga familiar, Nuria Sardá vistió a las modelos con bodys transparentes y fajitas propias de los 70; sujetadores de tirantes de seda y escultóricas bragas de blonda escotadas y altas de cintura de los 80.

También con el balconette con efecto push up y el sofisticado body de encaje de lana de cashemire de los 90; y las aplicaciones de visón y top de tiras cruzadas a la espalda de la primera década de este siglo.

La diseñadora quiso representar así los momentos más emblemáticos de la firma, en una colección, como siempre, muy sensual. En la presentación caben tanto los sugerentes vestidos de tul y organza como la lencería acompañada de largos flecos y de aplicaciones de piel procedentes de la firma argentina Silvina Moretti

Ángel Schlesser se reinventó, eso sí, dentro de las coordenadas del buen gusto y del buen hacer. Los volúmenes y los contrastes fueron la novedad de este diseñador que evoca a la sencillez de las líneas para crear hermosos y femeninos look. Faldas de capa y de corte de sirena, abrigos de hombros cuadrados, pantalones pitillo, monos, camisas amplias, blusas con lazada al cuello y canguros configuran su colección otoño-invierno 2012-2013.

Con un encaje que dibujaba figuras geométricas, Schlesser confeccionó vestidos camiseros de exquisito gusto, así como faldas rectas por encima de la rodilla; un traje de chaqueta de príncipe de gales conjuntado con una camisa dorada entonó un canto a la elegancia. La paleta cromática del diseñador se movió desde el color avellana hasta el negro, pasando por el burdeos, el rosa empolvado, el canela y el gris.

Olvidándose de la esclavitud de las tendencias, Lemoniez, dejando fluir los tejidos, quiso ofrecer a la mujer la libertad de vestir como ella desee. "He querido jugar con la cultura de oriente y la estética del floclore cosaco", explicó Lemoniez. Y para ello presentó abrigos urbanos con cuello mao, vestidos y túnicas abotonados por delante y prendas de punto con estampados geométricos; una colección abrigada, con cuellos cerrados.

Por su parte, Miguel Palacio subió a la pasarela madrileña una colección cosida con seda, lana y terciopelo, en la que el vestido fue el líder absoluto. "Con los largos intento ceñir y modelar la figura de la mujer, mientras que en los cortos he querido imprimir un carácter de libertad", dijo Palacio, que apostó por una silueta muy urbana, en la que abusó del negro y del brandy, colores que combinó con el rosa, el salmón y el rojo para imprimir a sus prendas un carácter desenfadado.

Para vestir la fiesta, Juanjo Oliva echa mano de los encajes y de los tules azules y marrones, tejidos suaves y delicados que sirven para crear hermosas faldas de varias capas con largo por debajo de la rodilla conjuntados con delicadas blusas que se adornan con tornillos metálicos, piezas que sustituyen a las manidas tachuelas.

Inspirándose en Chinoiserie, el estilo artístico europeo de influencia china, los hermanos Ailando trajeron a Madrid Fashion Week prendas brillantes con gran riqueza en los detalles y exóticos estampados. Mientras que Roberto Torretta restó años a la piel y la mezcló hábilmente con pantalones pitillo, Amaya Arzuaga prefirió combinar el punto y el tul y el cuero y con el mohair y con el tul.