Madrid. Pedro Álvarez de Miranda se adentró ayer, al ingresar en la Real Academia Española, en la historia de esta institución a través de los 263 discursos de ingreso que ha habido desde 1847 hasta hoy, un ritual que permite ver su evolución y su deseo de permanecer al margen de las injerencias políticas. Hubo que esperar a 1979 para que uno de esos discursos fuera leído por una mujer, Carmen Conde, pero las cosas van cambiando lentamente en la RAE y ayer el nuevo académico entró en el salón de actos flanqueado por la dos últimas mujeres en ingresar: Soledad Puértolas e Inés Fernández Ordóñez.
La independencia del poder político que procuraba la RAE quedó patente en la posguerra, cuando el gobierno de Franco ordenó que se sacasen a concurso las plazas de los académicos republicanos exiliados, entre ellos Niceto Alcalá-Zamora, Tomás Navarro Tomás y Salvador de Madariaga. La Academia se dio por "enterada" de la orden pero la desobedeció. Alcalá-Zamora, presidente de la República, falleció en Buenos Aires en 1949 y su plaza se convocó entonces, pero Madariaga, que había sido elegido académico en 1936, no leyó su discurso hasta que regresó a España en 1976, tras la muerte del dictador. Navarro Tomás era académico desde 1935, se exilió un año más tarde a Estados Unidos, donde falleció en 1979, a los 95 años. "Su silla permaneció vacía" durante 43 años "en espera de un eventual regreso". Tras la muerte del fonetista, ocuparía su plaza Emilio Lorenzo, que cerraría así "una anomalía histórica que la Academia había atravesado con impar sentido de la decencia", afirmó Álvarez de Miranda.
La "sustancial fidelidad de la Academia a sí misma" y su "tenaz empeño de continuidad" fueron quizá el hilo conductor del discurso de ingreso del nuevo académico -o "metadiscurso", como él lo llamó-, titulado En 263 ocasiones como esta.
Álvarez de Miranda (Roma, 1953) siente pasión por la historia de la Academia desde que a los quince años comenzó a asistir a los ingresos acompañando a su madre, admiradora de la labor de la RAE.