Ellen Kuras (Nueva Jersey, 1959) ha sido la directora de fotografía de Gondry, Lee, Mendes, Jarmusch, Demme y Scorsese, entre otros muchos. A su lado, para y con ellos, alumbró algunas de sus mejores películas. O sea que, si se le pincha, sale cine de sus venas. Sin embargo, en esta incursión biográfica en la memoria de Lee Miller, una de las escasas fotógrafas que pudo captar el horror de los campos de exterminio nazis y el infierno de la segunda guerra mundial, no hay apenas noticia de alguna capacidad cinematográfica para narrar la vida. No la hay porque se produce un extraño y anómalo (d)efecto. La fidelidad a la huella congelada, convierte todo en un museo de cera.
Kuras se sirve de las propias imágenes fotográficas de la citada Miller. Cuando en los títulos de crédito del cierre se reproducen sus más famosas imágenes, se comprende que la directora las ha reconstruido minuciosamente, de manera literal. Tanto respeto y fidelidad de fotógrafa a fotógrafa, hace que el resultado fílmico nunca respire. Hay tanto frío aquí dentro, tan poca esencia de verosimilitud, que la siempre brillante Kate Winslet encarna una Lee Miller sin aliento ni alma.
En el último tercio del filme, cuando se recrea la odisea de Miller, cuando se escenifica la célebre toma donde la propia Miller se sumergió en la bañera de Hitler, la acción aparece desprovista de emoción. Winslet pasea su caracterización de Miller como una viajera mitómana. Da igual que los pasos establecidos por la biografía de Antony Penrose se sigan de traza a traza. No hay peso y por lo tanto apenas deja poso este recorrido por un relato que Kuras aprovecha para realzar una reivindicación feminista en tiempo de guerra.
Lee Miller (LEE)
Dirección y guion: Ellen Kuras.
Guion: Lem Dobbs, Marion Hume, John Collee y Liz Hannah a partir de la biografía de Antony Penrose.
Intérpretes: Kate Winslet, Andy Samberg, Alexander Skarsgård, Marion Cotillard y Andrea Riseborough.
País: Reino Unido. 2023.
Duración: 116 minutos.
En este semblante apenas hay profundidad, pese a que estamos ante una de esas producciones de altas ambiciones pensadas para convertirse en carne de Oscar. La implicación en la producción de la propia Kate Winslet tampoco ayuda demasiado. Ellen Kuras trabaja más para subrayar la capacidad interpretativa de su protagonista, que para perfilar los recovecos psicológicos y vivenciales de la modelo que acabó convertida en reportera. Sin esa implicación, este retrato de la fotógrafa que ilustró para Vogue la mayor miseria del siglo XX, aparece como una hermosa lámpara incapaz de dar luz, porque ya está fundida.