Las Jornadas Tecnológicas organizadas por Euskaltel el pasado 3 de octubre en el enorme salón del restaurante Eneko de Larrabetzu llevaba por título ‘Inteligentziak’. Se agotó el aforo.
El poder de convocatoria del exministro y vicepresidente de la Comisión Europea, el bilbaino Joaquín Almunia, sumado al de dos cerebros expertos en Inteligencia Artificial (IA) como el catedrático de Economía, Andrés Pedreño, y la matemática, Carmen Reina, resultó evidente. Así como el acierto de la organización al proponer temas y conferenciantes. ¿Se habría empleado alguna herramienta de Inteligencia Artificial para diseñar la jornada? ¿Fue resultado quizá del talento, el trabajo y la experiencia de un equipo de personas? ¿O bien la suma de ambas cosas? Tras escuchar a Carmen Reina y Andrés Pedreño hablar sobre los avances de la IA, siempre quedará la duda.
Sin embargo, lo más extraordinario resultó la combinación de la hora del día con las condiciones meteorológicas y el emplazamiento de la jornada. El resultado fue como si la naturaleza quisiera resaltar lo que en aquel foro se decía.
Eneko se encuentra en la colina que asciende al barrio Legina de Larrabetzu. Se trata de un edifico alargado, todo madera, enormes ventanales y tabiques blancos. Es como un baserri diseñado por un moderno arquitecto escandinavo. Presentaba el interior decorado con motivos otoñales. Al fondo se erigía el escenario, naranja y negro, con su pantalla gigante y sus funcionales sofás. El director editorial del Grupo Noticias, Iñaki González, moderó las intervenciones.
La jornada comenzó a las nueve y cuarto de la mañana, con las acreditaciones, los cafés, la recepción y las conversaciones en círculos informales. Y concluyó a mediodía con un hamaiketako para generar sinergias.
Nadie se daba cuenta, pero los ventanales orientados al Txorierri aparecían cubiertos de niebla. Una bruma que a duras penas perforaban las ramas de los árboles y que intimidaba al sol. Era como si los conflictos de Oriente Medio y Ucrania, la incertidumbre presidencial de Estados Unidos y la inextrincable economía china - de todo esto habló Almunia- se hubieran apostado allí mismo, cegando la salida.
Las lámparas que iluminaban el salón se convirtieron en una especie de faro entre la bruma. El evento se convirtió, en sí mismo, en una metáfora perfecta de lo que pretendia.
Luego, fuera por la insistencia del sol o por el poder de los discursos, la niebla desapareció. Y el paisaje se manifestó claro y brillante.