Las tres primeras etapas del Giro de Italia, disputadas en Albania, no han sido unas etapas de transición, como a veces sucede en las grandes vueltas, en las que sólo se calientan motores, sino que han dejado algunas señales que marcarán la carrera. La más trascendental, la maldición que persigue a Mikel Landa, sufriendo otra grave caída, y de nuevo en el Giro, una prueba en la que también ha hecho sus mejores demostraciones ciclistas. Analizando lo sucedido, me atrevo a decir que se trataba de un pasaje peligroso, por la presencia del bordillo y de una acera en dos niveles, cayendo Mikel al más bajo, lo que agudizó su golpe. Un pasaje con riesgo, pero como muchos en una carrera, tanto si se atraviesa una ciudad, como si se desciende un puerto. Es la velocidad, la agresividad extrema con la que se corre hoy en día, lo que acrecienta el peligro. Espero que la caída no signifique el fin de su carrera, y lo podamos ver todavía en este 2025, y cumpliendo su contrato recién renovado para el 2026 con el Soudal. A quien le va a cambiar la estrategia para el Tour es a Remco Evenepoel, que pierde a su mejor escudero, y que tendrá que buscar un sustituto de similares quilates.

Roglic y Pedersen

Deportivamente, hemos visto a un Roglic pletórico, que hizo una soberbia contrarreloj en Tirana, al nivel de aquella que le granjeó el título de campeón olímpico de la especialidad en Tokio, en 2020. Y se enfundó la maglia rosa, que perdió ayer, algo intrascendente, a manos de Mads Pedersen, otro que se ha mostrado enorme, ganando dos de las tres etapas disputadas, y, aguantando ayer en el puerto de Qafa e Llogarasë. Un puerto calificado de segunda categoría, pero que era en realidad un primera, con sus 10 kilómetros de longitud y una pendiente media superior al 7%. Se veía que era una montaña de verdad, imponente, y que nos enseñaba como Albania, pese a estar en la costa mediterránea, es un país muy montañoso, con unos Balcanes, en el norte, impresionantes, duros, ásperos, y poco poblados, un paraíso natural y dominio de las águilas. 

Vimos también como Van Aert, a pesar de su segundo puesto en el sprint del primer día, está muy lejos de su mejor forma, de ser el que fue. No sabemos por qué, pero ha perdido mucha potencia, y ayer fue uno de los primeros en descolgarse subiendo ese puerto de Llorarasë. Un corredor que ganó en el Mont Ventoux, y que descolgó a Pogacar subiendo el duro puerto pirenaico de Hautacam en el Tour de 2022, brindando el camino despejado para su jefe Vingegaard. 

Ayuso también se cayó en la primera etapa, aparentemente sin consecuencias, pero en la contrarreloj estuvo por debajo de lo esperado, perdiendo un tiempo precioso con Roglic. Su entrenador dice que estaba resentido por la caída. Puede ser, pero también que le empiece a pesar un arranque de temporada muy cargado y en el que ya consiguió el pico de forma, o, como se dice en el argot ciclista, el golpe de pedal, y no siempre ni todos pueden repetir ese estado de gracia en un corto periodo de tiempo.

Albania

Albania no es un país de tradición ciclista, a pesar de la importante y larga presencia italiana, que contó incluso con la ocupación militar, varias veces y de varias maneras, a lo largo de su historia, hasta la II Guerra Mundial. O quizá precisamente por eso, porque el pueblo albanés, muy celoso de su independencia y de su identidad, tachó lo que venía de fuera como influencia a evitar. Quizá eso esté en su ADN. No obstante, hubo algún ciclismo albanés. Su escaparate moderno fue la Carrera de la Paz, el Tour de los países socialistas, en la que participó su selección nacional desde 1949 hasta 1956, cuando Albania se distanció de la URSS, al no compartir el informe de Kruschev en el XX Congreso del PCUS que condenaba duramente el estalinismo. Entonces Albania se alejó de todos los escenarios hasta ese momento compartidos con el resto de países socialistas. Y el ciclismo albanés sólo existió de fronteras para adentro, como casi todo. Y en ese ciclismo autárquico, descubro que hubo una figura destacada, Bilal Agilliu, que ganó once veces la Vuelta a Albania, desde 1954 a 1965, la principal prueba de su calendario, lo que me parece que debe ser todo un récord mundial.

Estos días, haciéndose eco de este inicio exótico del Giro, hemos podido ver en los titulares y en las crónicas, alguna referencia a la famosa canción de Franco Battiato, en la que se alude a Radio Tirana emitiendo música balcánica. Aprovecho para recordar que también hubo otra Radio Tirana que emitía en castellano programas antifranquistas desde mediados de los años setenta. Una emisora que el régimen de Enver Hoxha cedía a los ortodoxos del PCml y el FRAP; una emisora que no tenía tanta relevancia como la de su competencia del PCE, la famosa y clandestina Radio Pirenaica, pero que también aportó su granito de arena contra la dictadura en la banda de onda corta. Aunque los militantes locutores que llegaban desde España a Tirana se desengañaran pronto de aquel paraíso que esperaban encontrar; una realidad que distaba mucho de sus sueños. Pero ése es otro cuento.