Todos los periodistas, los medios escritos, los audiovisuales y las redes se están deshaciendo en estos momentos en elogios a Pogacar. Y yo no seré menos. En Isola 2000, en la etapa reina de los Alpes, dejó el Tour sentenciado. Su superioridad manifiesta despierta en mí, sin embargo, dos tipos de reacción contrapuestas. Por un lado, la admiración por su potencia, por su pedaleo profundo con el que devora las rampas sin aparente esfuerzo. Por otro, la pena por la resignación que esa superioridad provoca en sus adversarios, que resta batalla a sus triunfos. Cuando Pogacar ataca, sus rivales, Vingegaard y Evenepoel, ya no intentan seguirle, le dejan ir, sabedores de su inferioridad y se dedican a vigilarse, indiferentes a la renta que les saque el esloveno en meta. El combate que queda en el Tour es para el segundo puesto, que, a mi modo de ver, no está resuelto. Vingegaard apenas podía seguir a Remco en Isola 2000, llegó absolutamente exhausto a meta, y se echó a llorar en los brazos de su mujer tras pasar la pancarta. Era un corredor vencido; por Pogacar, tras haberle derrotado en los dos últimos Tours, pero también al límite de sus fuerzas, abatido. Sus ojos lo mostraban. Y creo que Remco se habrá dado cuenta de esta situación, y hoy, en otra etapa muy dura de montaña, intentará quitarle tiempo, para terminar de arrebatarle la segunda plaza en la contrarreloj final de Niza.

El Tour se termina y ya estoy pensando en el próximo, que, tras lo sucedido en éste, promete ser monumental, y creo que más abierto. Evenepoel se presentará sabedor de que es un hombre Tour, que puede pasar la alta montaña y tres semanas extremas de ciclismo, por lo que se preparará mejor, y afrontará la rivalidad con Pogacar con menos miedo. Y tiene dos años menos que él. Vingegaard irá con la rabia del vengador tras su derrota este año. E incluso Roglic, el hombre de acero, a quien la historia le debe un Tour. Ojalá que ninguno de ellos tenga percances, y puedan disputar el Tour de 2025 en plenitud. Si es así, auguro una lucha más equilibrada que la de este año.

Pogacar ha batido registros históricos

Ante las exhibiciones de Pogacar, y cómo ha batido los registros históricos de todos los puertos, los de Pantani, Indurain, Armstrong, etc, se especula sobre por qué es así. Algunos directores oportunistas han dicho que es por el material, que las ruedas son mejores, que las bicis son más ligeras, más aerodinámicas; pero ya en la época de esas otras estrellas, las ruedas llevaban rodamientos similares, perfiles de llanta iguales, y las bicis también eran de carbono, livianas y aerodinámicas; lo único que no llevaban eran los frenos de disco. Pero éstos lastran el peso, o sea que no suponen ninguna mejora. Incluso Pogacar, en los dos primeros Tours que ganó, montaba frenos de herradura en las etapas de montaña. Ahora ya no, pero por imposición de la marca. También se dice que es porque se alimentan mejor. Eso es curioso, cuando vemos, cada día, a Pogacar y Evenepoel, ponerse morados a gominolas en la trasera del podio; lo que no parece el paradigma de una alimentación científica y controlada.

"Fundada en 1937"

El ciclismo es un medio fantástico para recorrer los lugares. Desde esta columna subrayo hechos históricos, sucesos, personajes ilustres ligados a los sitios por donde pasan las carreras y que las cámaras de televisión nos muestran. Es esa manera indirecta de viajar, con el sueño, que nos facilitan otros. Pero es más importante el viaje propio, y la bicicleta es un medio idóneo, por su velocidad, que no impide fijarse, y que permite recorrer trayectos suficientemente largos. Una velocidad que un día definí como velocidad filosófica. Porque sí, nos permite ver lo nuevo, si nos adentramos en rutas desconocidas, o viajar a nuestra memoria, si repetimos carretera, como suele ser frecuente. Y mi reflexión sobre la bici, hace un par de días, en la infausta fecha de la sublevación franquista, no sé dónde catalogarla, si en la memoria, por el recuerdo del dolor y las víctimas que causó y de las que soy heredero, o si en lo nuevo, porque me fijé en un detalle que hasta la fecha había pasado por alto. “Fundada en 1937”. Decía la inscripción grabada en el dintel de piedra, sobre la puerta del viejo bar, situado en la cima de un alto en la carretera. Había pasado mil veces por allí sin que provocara mi reacción. Anteayer, sí. Seguramente ese día yo estaba muy sensible ante la triste efeméride. ¿Cómo se puede alardear de esa fecha? ¿Cómo se puede inscribir con orgullo ese nacimiento en medio de una guerra? Lo natural hubiera sido esconderlo, no esgrimirlo. Porque da que pensar. Inscribir esa fecha en la piedra dice mucho. Dice que se estaba a bien con las tropas franquistas, que habían conquistado la zona, que se habían apoderado de país. Dice que se quería significar como afecto al régimen. Dice que ellos estaban a lo suyo, al margen de los derroteros del pueblo. Era 18 de julio y no me pude sustraer a ese torbellino de pensamientos. En la carretera está todo, y sobre la bicicleta, con su velocidad filosófica, vamos recibiendo las señales, las del lugar, las de la historia, las de nuestra vida.