Annemiek Van Vleuten se desgañitaba persiguiendo el Mundial, que se le escapaba como la nostalgia del mejor verano. Un ocaso que parece lento, pero se hace veloz como esa canción preferida, que parece eterna y un suspiro después ha acabado. Queda el eco, el recuerdo y cierta pena hasta que aparece otro estío, otra canción, otro Mundial.

En el circuito de Glasgow, después del tránsito por las praderas de Escocia, donde Pogacar colaboraba como auxiliar de la selección eslovena, en la que compite Urska Zigart, su pareja, no había paz para nadie. Tampoco para el mito Van Vleuten.

La carretera detesta las jerarquías. Sólo respeta la suya. La neerlandesa pinchó la rueda delantera con la carrera lanzada. Pssssschhhh… el silbido del silencio. Se quedó a solas en el laberíntico trazado, repleto de curvas, repechos y bajadas.

Un mal lugar para perderse, para quedarse sin hilo mientras por delante se agitaban unas y otras, entre los latigazos de las curvas y el pespunte de los repechos.

Kopecky cumple el pronóstico

La neerlandesa encontró el camino de regreso a tiempo para no despedirse del Mundial hasta que con el tañido de la campana que ponía música a la última vuelta, una avería apartó a Van Vleuten del baile final.

Lo festejó Lotte Kopecky, que se subió al arcoíris impulsada por sus piernas poderosas, las mismas que le han barnizado de oro en la pista. Campeona del mundo de eliminación y de puntuación.

Tres arcoíris en una semana. El séptimo de su trayectoria deportiva si se añaden los de 2017 en la madison, en 2021 en puntuación y en 2022 tanto en esta última modalidad como en eliminación. Extraordinaria la belga, una ciclista formidable que derrotó a Demi Vollering, plata, y Cecilie Ludwig, bronce.

Demi Vollering, plata, Lotte Kopecky, oro, y Cecilie Ludwig, bronce, en el Mundial de ruta femenino. Efe

Kopecky pudo disfrutar de la dicha. Tuvo tiempo para una coreografía de la victoria. Feliz, exultante, se agarró el casco. Gritó alegría y se golpeó el corazón. Un puñetazo de autoridad.

La belga, excelsa rodadora, se liberó del todo en el giro final con un ataque demoledor, que nadie pudo embridar. Tampoco Vollering, la que continúa con la dinastía Van Vleuten. Atenazada por los calambres, la neerlandesa no pudo con Kopecky, la gran favorita.

Cumplió punto por punto con la profecía después de completar una actuación magnífica, sin mácula, para vencer en solitario. La soledad no es mala si uno la elige. Detrás de ella, en los estertores, al límite, Vollering pudo con Ludwig en una esprint de photo-finsh por la plata. De oro era Kopecky, que tras su mejor logro, se fundió en un abrazo con Vollering.

Los nervios de Kopecky

Emocionadas ambas. Las dos pertenecen al mismo equipo. Corren hombro con hombro. En el Mundial tuvieron que soltarse. “Estaba muy nerviosa antes de la carrera. Estoy muy feliz y orgullosa de ganar el Mundial. Ha sido una victoria de paciencia”, dijo Kopecky, los ojos azules repletos de lágrimas de felicidad. Para llegar a esa explosión de júbilo, de emociones desbordantes, Kopecky tejió una carrera perfecta con la paciencia de Penélope en la rueca.

Chabbey se lanza

Elise Chabbey fue la primera gran protagonista del Mundial. Se aventuró a explorar el callejero de Glasgow donde jadeaba apresurada la competición tras el amanecer en Loch Lomond del Mundial, con un recorrido de 154 kilómetros y seis giros al circuito de Glasgow.

La suiza estaba dispuesta para guerrear. Nada de neutralidad. Chabbey no tenía intención de dimitir. Sola contra el peligro. En el grupo de las jerarcas, la nobleza compartía miradas de desconfianza. Demasiados intereses cruzados danzando alrededor del arcoíris.

Bajo el sol que descapotó Glasgow, Chabbey buscaba la gloria con empeño y fruición. Se balanceaba en una renta de 1:30. Las neerlandesas, las guardianas del Mundial, –cinco de las seis últimas ediciones pertenecen a las ciclistas Orange– elevaron el tono para limar a Chabbey.

Van Vleuten se encrespó. Persico, Kopecky y Vollering respondieron. También Reusser, Deignan, Ludwig y Schweinberg. Se lanzó la carrera. Despegue. Turbinas encendidas.

Annemiek van Vleuten se despide en su último Mundial. UCI

Van Vleuten no se rinde

En ese torbellino de ataques, Van Vleuten disparó de nuevo. Vollering, su compañera de selección, era el ancla ante Kopecky, que probablemente era la más forzuda, pero estaba en minoría. La belga entendió que debía dar un golpe de autoridad si quería cerrar la herida abierta por la neerlandesa.

Apresaron a Van Vleuten, que puso sus piernas al servicio de Vollering, su relevo natural en el trono del ciclismo femenino. Chabbey, reducida la ventaja a un racimo de segundos, continuaba soñando un quimera. Valiente. La bandera blanca estaba vetada.

Ataques y contras

En Montrose Street se desplegó salvaje, epidérmica, Vollering. Más madera. Es la guerra. Kopecky no lo dudó. Se encoló a la neerlandesa, desatada. Vollering devoró a Chabbey con el sonido de la campana. El anuncio de la última vuelta.

La campana de réquiem de la legendaria Van Vleuten, apolillada por una avería mecánica cuando el Mundial era un sobresalto. No pudo reaccionar la campeona del mundo. Seis dorsales buscaban los metales y la inmortalidad, un pasaje en la historia. La de Van Vleuten, la campeona de todo, perecía. Ella se había ganado la eternidad.

Calambres de Vollering

El resto peleaba por ella en un ajedrez diabólico. Veloz. Partida relámpago. Acción-Reacción. Reusser y Schweinberg convocaron a Kopecky y Deignan. Vollering se trastabilló. Obligada a perseguir con todo.

Se acalambró la neerlandesa tras conectar. Tuvo que estirar la musculatura. Sacó la pierna izquierda del pedal para buscar algo de alivio. El resto respetó la maniobra de recuperación. La fatiga fustigaba sin desmayo.

Kopecky no perdona

Tras un respiro mínimo, Ludwig probó. Kopecky, piernas de acero, se reunió con ella de inmediato. Descascarillaron al resto. La belga, portentosa se deshizo de Ludwig en el siguiente repecho. Impuso una marcha marcial. Sobre la madera o sobre el asfalto. Kopecky conquista el mundo.

López de Abetxuko, segundo tras Babor en Portugal. Efe

Vuelta a Portugal

Andoni López de Abetxuko, a punto estuvo de conceder la primera victoria del curso al Euskaltel-Euskadi en la cuarta etapa de la Vuelta a Portugal. El velocista alavés completó un magnífico esprint, pero no pudo ante Daniel Babor, del Caja Rural, que cogió la rueda de López de Abetxuko para superarle a un palmo de la línea de meta de Castelo Branco. Antes, Txomin Juaristi fue segundo en el prólogo de la carrera lusa, en la que el Euskatel-Euskadi está rindiendo a gran nivel, pero aún se le resiste la victoria.