Donostia. ¿Qué tal?, ¿ya le ha dado la vuelta al cuerpo tras el Giro?
No, no, y va a costar además. Ha sido una carrera de tres semanas que, a pesar de que he terminado encontrándome bien, se ha hecho bastante dura. Ni ayer ni hoy (la entrevista está hecha el martes) he salido a entrenar, pero mañana tendré que hacer una salida de unas dos horas. Después de tanto esfuerzo durante todos los días en las últimas tres semanas, tampoco se puede parar de golpe.
Porque ahora su calendario sufre un parón...
Eso es. Hasta el Campeonato de España no voy a correr nada. Luego estaré en la Vuelta a Polonia, Ordizia, Getxo y Eneco Tour.
¿Y la Vuelta a España?
No, no. No estaba previsto que la corriera y nada va a cambiar. Ya me ha dicho Gerrikagoitia que no voy a correr más grandes este año. El Giro va a ser la única. Comenta que lo he hecho bien, pero que hay que ir poco a poco.
Poco a poco, y ahora con más confianza tras la victoria de etapa en el Giro, ¿no?
Sí, con más tranquilidad, aunque no hay que dejar de lado el trabajo.
¿Esperaba firmar un Giro así?
No. Era mi primera carrera de tres semanas, y no sabía cómo iba a recuperar de un día para otro. Al final ha salido todo bien, para mí y para el equipo. Y en la tercera semana, que era a la que más respeto tenía, me encontré bastante bien, y terminé fuerte. Nunca me vi excesivamente cansado ni fatigado. Siempre le tienes un poco de respeto a tantos días seguidos corriendo, pero al final fue todo bien.
¿Fue la confirmación a su gran inicio de temporada?
Las sensaciones estaban siendo buenas desde el inicio de la temporada. En invierno ya empecé entrenando bien, y entré a gusto en las primeras carreras. En San Remo y en la Tirreno encontré un golpe de pedal que me gustó mucho. Luego paré un poco para enfocarme hacia el Giro y llegué en unas condiciones óptimas.
Miraría el recorrido y sería consciente de que brillar en las dos primeras semanas estaba complicado, ¿no?
Si te soy sincero, tampoco miré mucho el recorrido, pero sí me di cuenta de que al principio iba a haber esprints, contrarrelojes y alguna etapa incluso para los favoritos. Para la última semana quedaban los días para los escaladores y para alguna fuga. Vas hablando con los directores y según lo que te dicen haces una cosa u otra.
Lo que sí parece es que la etapa que usted ganó suponía su última oportunidad.
Sí, sí, y era consciente de ello. Así nos lo dijo el director a todos. Después de aquel día llegaban los Dolomitas, tocaba trabajar para Mikel Nieve, y luego ya se terminaba el Giro. Así que nos comentaron que esa era la última etapa en la que nos iba a dar un poco de manga ancha. También sabíamos que en aquella jornada la fuga iba a tardar en formarse y que iba a ser difícil meterse en ella, pero igualmente parecía que la escapada tendría muchas opciones de llegar. Me tocó a mí cogerla como le podía haber tocado a cualquier otro.
¿En cuanto se formó aquello sabía que llegaban a meta?
Bueno, enseguida. Cuando vimos que nos dejaban entre diez y doce minutos, ya nos dimos cuenta de que el equipo del líder se estaba centrando en los Dolomitas, y que nos iban a dejar hacer. Y, claro, en cuanto coges tiempo, ya vas pensando en cómo puede ser el final de etapa, y en cómo puedes ganar.
¿Y?
Pues íbamos diez corredores en fuga. Yo iba hablando con Domenico Cavalli, que ayuda a nuestros directores en las pruebas italianas, y que tiene mucha experiencia. Veía que Jesús Herrada y Mathias Frank podían ser los más peligrosos. Luego vas viendo a cada uno cómo va, y qué hace a lo largo del día, y quizás fuese Herrada el que más respeto me daba, en un final que picaba para arriba.
¿Siempre tuvo claro que iba a arrancar donde arrancó?
Yo lo que tenía claro es que no quería llegar al esprint con otros cuatro o cinco. Por eso intenté jugar la baza de atacar en el repecho e intentar llegar solo. Acompañaron las fuerzas y salió bien.
¿Casi ni miró hacia atrás, no? Siempre hacia delante.
¿Tú crees? (risas) No lo sé, ¿eh? Yo creo que miré más hacia atrás que hacia delante. Además, es una costumbre que tengo, incluso dentro del pelotón. Suelo mirar mucho para atrás. Y, bueno, respecto a lo del Giro, veo ahora los vídeos de mi victoria y no me gustan mucho. Parece que voy con miedo de que me cojan.
¿Cuándo se dio cuenta de que no iba a ser así?
El final se me hizo eterno... Los últimos 350 metros o así. Y hasta que no llegué a la última recta no terminé de creerme que llegaba seguro.
Le escuché a su aita decir que no aguantó sentado en el sofá, que se levantó varias veces. ¡Hombre de poca fe!
Ya me han contado, ya. Se pondría nervioso. Que si miraba un poco a la tele, que si se levantaba, que si salía al balcón, que si entraba otra vez... La familia y los amigos, la gente que siempre ha estado ahí, es normal que tengan ese miedo de que te cojan. Porque además no saben ni cómo vas tú, ni cómo van los demás.
La manera en que su novia vivió la victoria también tiene su historia.
Pues sí. Fue hasta Italia con su hermana, mi cuñado y las dos sobrinas para darme una sorpresa. Si yo gané la etapa un martes, el viernes previo, en el autobús antes de la salida, me dijo un compañero que estaban ahí. Me hizo una ilusión de la hostia. Lo que pasa es que se fueron justo el día en que gané. Estuvieron en la salida, pero después tenían que marcharse.
Así que no le vieron ganar.
Pues después de la salida se quedaron a tomar algo, porque era un sitio bastante bonito. Y luego vieron en una gasolinera que iba escapado, y se pusieron a comer un helado. Total que se tragaron el final de etapa entero allí mismo, cardiacos y chillando.
¿Y su hermano Gorka?
Estaba en Alemania, para correr el Tour de Baviera. Justo le cogió de viaje, y vio la etapa por Internet, en una página de estas. A veces no se le cargaba bien, y perdía la imagen. Ahí anduvo. "Que sí, que no, que va a llegar el cabrón...". Y al final se llevó la alegría.