la respuesta se encuentra en un ticket de compra del 20 de julio hacia las 17.30 horas expedido en una carnicería de Irun. Ese día el ex ciclista José Luis López Cerrón se desplazaba a Pau para ver algunas etapas pirenaicas del Tour y llamó para avisar de su viaje a su amigo Paco Olalla, cocinero del equipo ciclista Astana, en el que su líder, Alberto Contador, ya lucía el maillot amarillo. El chef aprovechó la llamada para solicitar a López Cerrón que comprase a este lado del Bidasoa una buena pieza de carne y otra de jamón ante la escasa calidad de los productos cárnicos encontrados por Olalla en el municipio galo.

El antiguo ciclista pensó en adquirir las viandas en Donostia, ciudad que conoce con detalle, pero dejó atrás la capital guipuzcoana al perder las referencias indicativas por circular en el recientemente inaugurado Segundo Cinturón.

El voluntarioso hombre no cejó en su empeño y desvió el vehículo hacia Irun. López Cerrón comenzaba a escribir de forma involuntaria el primer capítulo de una rocambolesca historia que, dos meses más tarde, iba a desembocar en el positivo de Contador por clembuterol.

Preguntado por la carnicería donde adquirió la carne que, presuntamente, presentaba los restos de la sustancia dopante ingerida por el deportista de Pinto, López Cerrón no recuerda el lugar exacto.

En su memoria guarda que entró en un establecimiento donde también se vendían otros alimentos, como pescado y frutas, con una caja a la salida donde se cobraban todas las compras. La carnicería se encuentra al fondo del establecimiento y quien le sirvió "tenía pelo". "No era una calle muy ancha y no pude aparcar bien porque no encontraba sitio, y dejé el coche o encima de una acera o en carga y descarga", recuerda con las lógicas dificultades López Cerrón. Después, penetró en la tienda y compró más de tres kilos de solomillo envasado al vacío y medio kilo de jamón. En total, más de cien euros de gasto.

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Carretera

Estas son las pistas con las que un periodista de NOTICIAS DE GIPUZKOA se dispuso ayer a dar en Irun (con 60.000 habitantes y unas 60 carnicerías), con el presunto origen de la anomalía de Contador.

La lógica indica que López Cerrón se dirigió en línea recta hacia el centro de Irun tras abandonar la autopista en el peaje situado junto al centro comercial Txingudi. Dado que el tiempo se le echaba encima (le quedaban dos horas largas para llegar a Pau), el ex ciclista no pudo complicarse la vida, por lo que, probablemente, debió de detenerse en un establecimiento cercano a la carretera que conduce al centro de la ciudad.

Localizado el posible lugar del doping del solomillo, el periodista sacó fotos exteriores del lugar con el móvil y se puso en contacto con López Cerrón para enviarle las imágenes a fin de que reconociese el establecimiento. Después, una llamada para conocer su opinión: "No puedo decir que ése sea el sitio ni tampoco lo contrario. Es muy difícil". Primera prueba fallida. Pasamos a la segunda: fotografiar el interior.

Semiescondido entre las estanterías y con el ademán de fingir que se tiene problemas para leer un SMS, el periodista tomó dos nuevas instantáneas de la propia carnicería. Nuevo envío de fotos a López Cerrón. "No me suena, además los carniceros que salen en la foto son calvos. De todas formas, aunque reconociese el lugar no podría decir que se trata de él porque no puedo demostrarlo. Sólo es mi palabra", expresó el comprador de la carne con comprensible prudencia.

Descartada esa vía, tan sólo quedaban dos posibilidades: lograr el ticket, en manos del Astana, o preguntar a los carniceros. Evidentemente, la segunda opción era la única viable.

El periodista entró nuevamente en el establecimiento y preguntó de la forma menos hiriente de la que fue capaz. Respuesta de uno de los vendedores, muy respetuoso a pesar de la incómoda encuesta: "Ni idea, por aquí pasa mucha gente". Fin del intento por descubrir la carnicería del doping del solomillo.