El desierto de Rub Al-Khali es un inhóspito arenal que ocupa el tercio sur de la península Arábiga. Se le conoce como el Cuadrante Vacío. Con una extensión de unos 650.000 km² (80.000 más que la península Ibérica) permanece prácticamente deshabitada salvo los campos de explotación petrolífera y algún asentamiento de poblaciones nómadas. Se supone además que es un espació en el que los yacimientos arqueológicos permanecen ocultos.

El desafío del desierto

Aunque las primeras exploraciones documentadas por occidentales se remontan solo a la primera mitad del siglo XX y se dice que las tribus nómadas beduinas no cruzan este territorio, se sabe que en el siglo IV caravanas de camellos cruzaban este espacio hacia Ubar, la Ciudad de los Pilares, rico núcleo comercial.

También conocida como Iram o Shisr, desapareció hace 2.000 años y su destrucción se recoge en el Corán. Considerada la Atlántida de las Arenas, se recuperaron lo que se creen sus restos en la década de los años 90 del pasado siglo. Fue fruto de la paciente investigación del arqueólogo Nicholas Clapp, a partir del libro de 1932 Arabia Félix, combinado con mapas con antiguas rutas bereberes y fotos por satélite de la NASA. Está claro que los métodos arqueológicos tradicionales requieren mucho trabajo, son costosos y llevan mucho tiempo. Limitaciones que dejan amplias franjas de posibles sitios históricos sin explorar.

Pero esto va a cambiar.

Tecnología avanzada

La integración de tecnologías de vanguardia como el radar de apertura sintética (SAR) y algoritmos de aprendizaje automático (las IA), está cambiando las reglas del juego. Así lo han demostrado arqueólogos investigadores de la Universidad de Khalifa, en Abu Dhabi, que han mejorando significativamente la búsqueda y la precisión de los descubrimientos arqueológicos.

El SAR es una tecnología de teledetección que utiliza señales de radar para crear imágenes de alta resolución de la superficie de la Tierra. Atraviesa obstáculos como la vegetación, el hielo o la arena, lo que resulta útil para detectar características ocultas bajo paisajes desérticos. Al capturar variaciones sutiles en las estructuras de la superficie y del subsuelo, el SAR da una base para identificar lugares arqueológicos.

Las IA de algoritmos de aprendizaje profundo procesan los datos de SAR para identificar patrones y anomalías. Su entrenamiento se hace con zonas arqueológicas conocidas, en este caso el yacimiento Saruq AlHadid (Dubai), y aprenden a reconocer características que sugieran asentamientos, caminos u otras estructuras humanas enterradas. Esto reduce el trabajo manual necesario y aumenta la probabilidad de descubrir sitios previamente desconocidos.

La peculiar estructura del oasis de Liwa, en el desierto de Rub al-Khali visto desde un satélite espacial. Nasa

La eficacia de la tecnología SAR mejorada con IA se demostró en el desierto de Dubái, donde los investigadores, en un estudio publicado en el portal Geosciencies, descubrieron rastros de actividad humana de hace 5.000 años. Estos hallazgos incluyen asentamientos y caminos antiguos, y muestran cómo las primeras comunidades prosperaron en este duro entorno.

Rutas comerciales

Uno de los aspectos más destacados de la suma de la SAR y la IA es su capacidad para mapear redes comerciales antiguas. Así, esta tecnología, tras su éxito en la antigua Ruta del Incienso, se ha probado en otros desiertos del mundo como el del Gobi, en Mongolia. En este país los investigadores la utilizaron para identificar centenares de posibles sitios medievales relacionados con rutas comerciales y de intercambio cultural a lo largo de la Ruta de la Seda.

Mientras, en la península Arábiga, los investigadores y los rastreos de rutas entre asentamientos con estas nuevas tecnologías muestran una extensa actividad comercial a través de las regiones, con lo que conlleva de intercambio cultural de ideas y personas durante períodos prehistóricos e históricos tempranos.

Desafíos de la IA en la arqueología

La integración de la inteligencia artificial y de otras avanzadas técnologías en la arqueología plantea también algunos problemas. El primero de ellos es que, de inicio, es caro y complejo. Incorporar el SAR requiere una gran inversión en satélites, plataformas aéreas y medios para procesar datos. Además, su interpretación exige colaboración entre expertos en IA, geólogos y arqueólogos. El segundo es la existencia de falsos positivos. Algunas formaciones naturales a veces pueden asemejarse a estructuras creadas por el hombre, lo que da lugar a buscar donde no hay con el consiguiente desvío de recursos. Esto obliga a un perfeccionamiento continuo de los algoritmos y de la experiencia interdisciplinaria. Finalmente, la tercera cuestión problemática son las cuestiones legales y éticas. El descubrimiento y catalogación de los sitios arqueológicos plantea preguntas sobre la propiedad, la preservación y el uso responsable de lo hallado.