- Hombre de luces y sombras, pero sobre todo hombre de Estado, Francia recordó ayer a François Mitterrand, el último de sus grandes presidentes, en el 25º aniversario de su fallecimiento.

Mitterrand, el primer hombre de izquierda en llegar a la Presidencia con la V República, dirigió el país durante catorce años (1981-1995), un periodo complejo de cambios, avances y decisiones controvertidas que transformaron Francia e impulsaron definitivamente la Unión Europea.

El actual presidente, Emmanuel Macron, visitó ayer la tumba y la casa natal de Mitterrand en la pequeña localidad de Jarnac.

Nacido en 1916 y soldado prisionero durante la II Guerra Mundial, Mitterrand fue ya ministro desde 1947, uno de los más jóvenes que ha tenido el país, y formó parte de los gobiernos de la IV República antes de la llegada de De Gaulle al poder en 1958.

La abolición de la pena de muerte, la supresión del delito de homosexualidad, el fin de los tribunales militares a puerta cerrada y el fin de varios monopolios económicos fueron algunos de los hitos de su mandato.

En el exterior, fue un visionario de la Europa unida como institución. Ya en 1948 participó en el primer congreso de federalistas europeos que tuvo lugar en La Haya. Asimismo, tuvo un papel clave en el “eje francoalemán” que desarrolló la integración de Europa hasta desembocar en el Tratado de Maastricht que dio lugar a la UE.

Convencido de que la unidad europea daría paz y estabilidad al continente, proclamó “el nacionalismo, es la guerra” ante el pleno del Parlamento Europeo en su discurso de despedida, en enero de 1995.

En el lado económico, en los primeros meses de su mandato con comunistas en el Gobierno, promovió la nacionalización de toda la banca y los seguros y del 60% de la gran industria. Después, acabó impulsando medidas de apertura económica como la creación de los primeros canales privados de televisión o el fin de algunos monopolios del Estado, como el de telecomunicaciones.

También fue promotor de las llamadas “grandes obras”, construcciones de alto simbolismo como la Pirámide del Louvre, la Geoda del Parque de la Villette o el gran Puente de Normandía.

Pero al lado de todo esto, Mitterrand acumula numerosos puntos oscuros, que muestran una personalidad de muchas facetas, personal y política. Desde su historial como colaboracionista a la vez que resistente durante la II Guerra Mundial, sus amistades ultraderechistas o cómo escondió al país durante casi once años el cáncer que acabó costándole la vida.

O cómo siendo ministro de Justicia (1956-57) avaló numerosas y controvertidas ejecuciones de condenados a muerte durante la guerra de independencia de Argelia (1954-62).

Todo esto muestra “una personalidad política extremadamente compleja”, reconoce Vincent Martigny, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Niza, para quien no hay que mirar a Mitterrand simplemente como un político socialista. “La dimensión socialista era una más de sus facetas”.

“Veinticinco años después, su legado sigue vivo, y sus mandatos

siguen regando nuestra historia colectiva ”

Presidente de Francia