- La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), debilitada por luchas internas, busca adeptos entre los molestos por las restricciones y muestra una presencia cada vez más abultada en sus movilizaciones, que desafían las pautas impuestas por la pandemia.

“Es gente que sale a la calle en defensa de sus derechos fundamentales. Desde la AfD no podemos más que celebrarlo”, afirmó Tino Chrupalla, copresidente del partido, en declaraciones a la televisión pública ZDF, respecto a esas marchas.

El apoyo de la ultraderecha a movilizaciones como la que el sábado pasado desplegó en Berlín unos 20.000 manifestantes sigue al rechazo del resto del espectro parlamentario a unas convocatorias basadas en la desobediencia al uso de la mascarilla o la distancia física.

De “inaceptable” calificó el Gobierno de Angela Merkel la transgresión de las normas establecidas en tiempos de pandemia, así como la hostilidad hacia cualquiera que sí llevara la mascarilla o hacia los periodistas que cubrían una marcha.

Son movilizaciones que aglutinan a ciudadanos que sienten vulneradas sus libertades individuales, defensores de esotéricas teorías de la conspiración, antivacunas y ultraderecha. Primero fueron grupúsculos; ahora la presencia de AfD se hizo más visible e incluye a grupos de militantes con camisetas del partido, la tercera fuerza del Bundestag (Parlamento federal).

Los ataques a los medios, la difusión de fakes o la consigna del “Merkel muss weg” (Merkel debe irse) se reproducen en esas marchas como en cualquier acto de AfD.

Desde el gobierno de la canciller se insiste en defender el derecho a la manifestación, puntal de los principios democráticos. El ejecutivo de la ciudad-estado y capital -un tripartito entre socialdemócratas, verdes e izquierdistas- busca fórmulas para hacer respetar, al menos, la norma del distanciamiento.

Todo ello, en un país donde se desactivó parcialmente la vida pública y económica, pero nunca se confinó a la población, y donde se han ido levantado o aliviando las restricciones, pese a la alarma generada por los últimos repuntes -1.045 nuevos contagios verificó el Robert Koch Institut en el último día, la más alta cifra en un día desde el pasado mayo-.

“La AfD se escenifica como partido antiestablishment”, afirma la periodista y experta en ultraderecha Liane Bednarz, en la presentación de su libro Die Angsprediger (Los predicadores del miedo).

Es la estrategia que siguió desde su fundación, en 2013, como partido euroescéptico, que se transformó en xenófobo con la crisis de los refugiados. Primero observó cierta “cautela” ante la pandemia, prosigue la autora; ahora busca reforzarse con el malestar o el miedo a los estragos económicos.

La AfD no está ya en la fase emergente de 2017, cuando se convirtió en la primera fuerza de su espectro con escaños en el Bundestag (Parlamento). Desde entonces se consolidó como tercera fuerza nacional, con representación en los 16 länder del país.

Se encuentra al borde del desgarro interno, admitía estos días su líder en el Bundestag, Alexander Gauland. El ala más radical lleva meses desafiando a los llamamientos moderados representados por Jörg Meuthen, copresidente de la formación junto con Chrupalla.

La expulsión de Andreas Kalbitz, líder de la denominada Der Flügel (El Ala), ha derivado en un enfrentamiento abierto entre esa corriente y la línea de Meuthen. La suspensión como militante obedecía al miedo a que la AfD en pleno quedara bajo observación de los servicios secretos debido a las actividades del ala más radical.

Meuthen logró imponer la expulsión de Kalbitz en contra del parecer de Gauland y de otros miembros de la cúpula. Un tribunal de arbitrio falló a favor de la decisión del presidente. Pero Kalbitz está dispuesto a agotar todos los recursos contra ésta.

No es un líder aislado. Cuenta con apoyos de varias delegaciones del este. De hecho lideró la de Brandeburgo, el estado que circunda Berlín, donde el partido obtuvo un 24%, su segundo mejor resultado histórico.

La grieta abierta por El Ala de Kalbitz y Björn Höcke, líder de Turingia, no es el único problema sobre la AfD. El partido acumula investigaciones y sanciones por financiación irregular y donativos dudosos, algunos de los cuales bajo responsabilidad directa del moderado Meuthen.

El partido ha perdido fuelle. Los sondeos le sitúan ahora en una intención de voto de entre el 8 y el 9%, su nivel más bajo desde 2017.

Un nuevo enemigo. Las consignas en sus manifestaciones son casi idénticas a las que caracterizaron a Pegida, el movimiento islamófobo que acuñó el término Lügenpresse (prensa mentirosa). Si en 2015 el enemigo era una “invasión islamizante”, ahora lo es el aparato estatal que, a su juicio, pretende someter al pueblo a través de la pandemia.

Manipulaciones en Twitter. Desde cuentas en Twitter vinculadas a la AfD se amplificó la cifra de asistentes a la marcha del sábado hasta los 1,3 millones, utilizando fotos aéreas de otras concentraciones anteriores en Berlín.

El copresidente de la formación ultraderechista busca captar fieles aprovechando el descontento creciente de parte de la población con las medidas restrictivas que el Gobierno alemán ha establecido para luchar contra el COVID.