DONOSTIA - La Audiencia de Gipuzkoa ha confirmado la pena de once años y un mes de prisión al tatuador donostiarra que fue condenado en febrero de 2020 por un juzgado de la capital guipuzcoana que le consideró responsable de tres delitos de agresión sexual, seis de abuso sexual, uno de acoso y otro de coacciones leves.

La Sección Primera de la Audiencia de Gipuzkoa desestima de esta manera, en una sentencia a la que ha tenido acceso EFE, los recursos interpuestos contra este fallo por la defensa, que pedía la libre absolución o en su defecto la repetición del juicio, y por la Fiscalía, que inicialmente reclamaba 31 años de reclusión para el procesado.

Esta resolución de la Audiencia se ha visto demorada en el tiempo después de que el TSJPV admitiera la recusación de dos de los tres magistrados de la Audiencia de Gipuzkoa que iban a estudiar el caso, planteado por la defensa al entender que ambos habían "tenido conocimiento de la causa" por haber participado en su instrucción y haber resuelto "numerosos recursos" contra la denegación de varias diligencias del caso.

El acusado, quien ha sido defendido en este procedimiento por la letrada Cristina Morcillo Buj, se encuentra en libertad provisional, y ya ha anunciado que volverá a recurrir el asunto en casación ante el Tribunal Supremo, al entender que la exposición mediática del caso podría haber conculcado su derecho a "un proceso con todas las garantías".

La sentencia del caso, a la que ha tenido acceso EFE, relata de forma cronológica unos hechos sucedidos entre 2014 y 2018, que fueron descubiertos cuando, el 30 de enero de aquel año, una de las clientas desveló en internet que había sufrido abusos por parte del tatutador, lo que dio pie a una serie de denuncias en cascada por parte de otras mujeres.

La resolución judicial recuerda que el inculpado, de nacionalidad venezolana, inició su estancia en nuestro país junto a su esposa y la hija de esta, en un piso de Pasaia en el que todos ellos convivieron con el propietario del domicilio y su novia.

El encausado empezó a realizar tatuajes en esta vivienda donde, en el verano de 2014, protagonizó su primer incidente de índole sexual cuando, mientras conversaba con la novia de su casero en la cocina, "se bajó los pantalones y los calzoncillos y la acorraló contra la encimera", hasta que, ante los gritos de la chica, acudió la mujer del procesado, que cesó en su actitud.

La resolución precisa que en noviembre de 2016 el acusado abrió un estudio de tatuaje en la Parte Vieja de Donostia, y allí trató de besar en la boca a una de sus clientas, sometió a otra a tocamientos y llegó a realizar insinuaciones sexuales a otras mujeres.