- Julio Arrizabalaga, eibartarra de nacimiento, estudió Medicina entre Bilbao y Donostia y en 2006 comenzó a trabajar en lo que fue el embrión de Biodonostia, cuyo edificio actual se abrió el 15 de noviembre de 2010. La pandemia hizo imposible conmemorar en 2020 el décimo aniversario, así que la celebración tendrá lugar este próximo viernes con una serie de charlas sobre investigación y sanidad. Es, por tanto, un buen momento para repasar esta andadura, conocer mejor el instituto y ver por dónde puede ir el futuro.

Para que lo conozcan los lectores, ¿qué es Biodonostia

-Biodonostia es el departamento de I+D (investigación y desarrollo) del Hospital Donostia. Toda la investigación e innovación se lleva a través de Biodonostia, de esta manera todo está separado pero siendo lo mismo. En los centros asistenciales los presupuestos son muy grandes, pero es mejor que estén separados el presupuesto de la asistencia y el de la investigación. Si no, se pierde. Además, es un centro de investigación asociado a la universidad, a centros tecnológicos como pueden ser Vicomtech y Cidetec, y también a Onkologikoa, a Matia Fundazioa y al parque tecnológico de Miramon.

¿Cuánta gente trabaja en Biodonostia?

-Hay 406 investigadores. El 60% son asistenciales, es decir, con contrato con Osakidetza. Además tenemos diez investigadores procedentes de Ikerbasque, personas que la parte de salud de Vicomtech la hacen aquí, y contratos como tal de Biodonostia ahora son 152. Pero toda la gente de Osakidetza su investigación la hace aquí.

Se cumplen once años del nacimiento de Biodonostia. Usted está desde el inicio. ¿Cómo ha sido esta evolución?

-Primero, ha sido precioso. Empezamos un poco antes, en 2006, cuando un gerente que estaba aquí, Máximo Goikoetxea, que venía de la Diputación, dijo que quería hacer algo en investigación. La Diputación dio una subvención y obligó a dos cosas: que el Hospital Donostia liderara un órgano de coordinación sanitaria con el parque tecnológico y que hiciera un plan de investigación como hospital para los siguientes años. Cuando nos cayó esa tarea, nos basamos en un real decreto sobre institutos de investigación sanitario que se había aprobado en 2004. Fuimos el 13º instituto que se acreditó en el Estado y luego han venido 19 más. Ha ido creciendo en diferentes fases. El edificio se abrió el 15 de noviembre de 2010, obtuvimos la acreditación en octubre de 2011 como centro de excelencia en investigación y comenzamos la investigación en oncología, área en la que ahora tenemos tres grupos. Y fuimos al parque tecnológico a conocer las empresas, y ver cómo podíamos colaborar.

¿Cuáles fueron los siguientes pasos?

-Teníamos todo esto pero los médicos ni entraban, así que hicimos dos cosas en 2013: primero, para que todos los grupos de trabajo tuvieran relación, creamos el área transversal de envejecimiento, área en la que ahora están trabajando 16 de los 26 grupos que hay en Biodonostia. Esto hace que se generen muchas sinergias y haya proyectos entre grupos distintos del instituto. Ocupamos todo el espacio relacionado con el envejecimiento, lo que da sensación de más equipo, de más relación entre todos. Y lo segundo que hicimos fue intentar integrar la innovación. Lo bueno que tiene la innovación es que la puede hacer cualquiera que conozca el campo en el que trabaja. Creamos los proyectos bottom-up, destinados al personal de la OSI Donostialdea, en el que se eligen alrededor de 14 proyectos al año y se financian. Puede que no sean grandes inventos, pero son mejoras para el día a día porque ellos son los que mejor conocen lo que necesitan. Y esto ha hecho que del hospital vengan al instituto a ver cómo se pueden hacer proyectos.

¿Cuáles son las claves de la investigación y la innovación?

-Son cuatro: colaboración, especialización, transversalidad y el cambio de modelo al pasar de investigar no solo en enfermedad, sino en salud. Con colaboración me refiero al trabajo entre todos los grupos y los centros asociados. La especialización también es importante. Por ejemplo, el Hospital Donostia ha sido designado como centro de referencia en terapias avanzadas y envejecimiento. También la transversalidad: uno puede ser un gran investigador pero solo no puede hacer nada, necesitará análisis de datos, tomas de muestras... Es una cadena para llevar una idea al paciente. Y estos años nos han enseñado que no solo se investiga en enfermedad, sino que se debe investigar también en salud, en hábitos determinados, en conocer aspectos genéticos... lo que se puede producir a lo largo de la vida va a influir en que nuestros últimos años van a derivar en un cáncer, una demencia o un envejecimiento saludable. Toda esta fase de investigar en salud nos va a dar muchos datos para saber cómo se pueden prevenir determinadas cosas en el futuro. Hasta ahora solo se investigaba en enfermedades y ahora estamos investigando mucho en la salud, determinar qué factores pueden ser malos para el futuro.

Están centrados en la cuestión del envejecimiento. ¿Por qué?

-Fue en 2013 cuando hicimos la primera reunión sobre este tema. El envejecimiento lo definíamos como un árbol en el que una de las ramas es el cáncer, otra la neurodegeneración, otra la afección cardiaca... el tronco suponía el proceso de vida. Nos interesa ir por el tronco, que es donde llegan los nonagenarios y centenarios, sin desviarnos a las ramas. Se está estudiando cuáles son esas características de esos nonagenarios y centenarios. Normalmente son gente muy delgada, relativamente tranquila... pero todo eso hay que definirlo. Se está estudiando. Se buscó una estrategia para que los grupos trabajaran entre ellos y que la investigación tuviera futuro. Nos fuimos a estudiarlo al Instituto de Salud de Estados Unidos, donde vieron que iba a ser un tema muy importante. Con esto queremos vivir no más tiempo, sino que el tiempo que vivimos libres de síntomas o sin alteraciones funcionales sea el máximo posible. Ahí es donde entran a jugar todos los actores. Grupos de neurología, de cáncer, médicos de primaria que siguen a un montón de pacientes... mucha gente se reúne cada cierto tiempo a hablar de algo que les une. Este es uno de los éxitos de Biodonostia.

¿Podrán en un tiempo presentar conclusiones sobre estos estudios para envejecer mejor?

-Vamos a intentar ver qué factores pueden estar alterando la parte del envejecimiento y qué se puede hacer. Esto va a dar muchas respuestas en las ramas que comentaba antes. Cuando se vayan para cualquier lado, vamos a ver las diferencias de por qué el paciente se va a una rama u otra, o sigue por el tronco. Son los primeros pasos de algo que en unos años habrá datos que nos pueden hacer modificar ciertas actitudes.

El cáncer está afectando a muchísima gente. Entiendo que los institutos como el suyo se están volcando ahí.

-Es bueno saber la evolución histórica de las enfermedades. Antes la gente se moría por infecciones y se descubrieron la penicilina y medicamentos, y hubo una bajada brusca de las infecciones. Luego llegó el sida, que costó mucho vencerlo. Ahora las infecciones no suponen, salvando la pandemia del covid, un grave problema. Sigue habiendo infartos, pero es una especialidad que ha evolucionado mucho y hay menos muertes. Por tanto, aumenta la supervivencia, entonces empiezan a aparecer un montón de tumores que antes no se daban. Ahora tumores como la mama o el colon empiezan a tener tratamientos que cada vez son mejores. Y estos tratamientos que eran quimioterapia o radioterapia para todo el mundo empiezan a personalizarse más porque tenemos datos diagnósticos y tratamientos. El cáncer cada vez va a tener más supervivencia. Y llegaremos al siguiente paso, que es el que menos controlamos ahora: la demencia o el alzhéimer. Si no hay ningún cataclismo, gracias a la investigación dentro de 25 años muchos tumores tendrán curación o remitirán, y se empezará a tener medicación que empiece a curar el aspecto neurológico. ¿Luego qué vendrá? No sé. Antes no había demencia porque la gente se moría. Ahí está la importancia de la investigación, nos va a dar información de todo este proceso.

El hecho de trabajar con empresas externas como las del parque tecnológico, ¿es común en otros institutos de investigación del Estado?

-Es una característica muy especial de este instituto. No somos un instituto grande, pero mucha gente suele venir a coger el modelo que tenemos aquí con las empresas y el parque tecnológico. Aquí se han fomentado mucho iniciativas para potenciar a las empresas si, por ejemplo, se meten en el tema de las biociencias. Al tener contactos, a quien nos viene con una idea sabemos cómo ayudarle o dónde derivarle.

¿En qué lugar se situaría Biodonostia en el Estado?

-Si fuera en volumen de financiación competitiva (financiación para proyectos surgidos dentro del propio instituto), sin contar la población, calculo que estaríamos en el octavo o noveno lugar. Si dividimos por el tamaño de la provincia, igual estaríamos entre los cinco primeros. El presupuesto puede ser ahora de 10,5 millones y la financiación competitiva llegó a 7 millones en 2020, cuando en los inicios era de un millón. Además, hemos creado dos empresas spin off en neurología y oncología y en publicaciones andamos en 500 al año. También tenemos 9 patentes licenciadas.

Biodonostia participó en el estudio de la vacuna contra el covid de Curevac. Finalmente no se comercializó, ¿pero saca conclusiones positivas de la experiencia?

-Cuando nos plantearon el estudio, me pareció que con los datos que había iba a ser una vacuna que iba a arrasar, fíjate qué ojo clínico tengo (bromea). Pero hubo cosas buenas como la colaboración entre todos los agentes implicados. Además de las 1.000 personas que se presentaron voluntarias, hubo más de 80 voluntarios entre el personal del hospital. Y se ha contribuido a saber que algo no es efectivo, pero se ha sabido cuál es el fallo, tienen la de segunda generación y seguramente servirá para vacunar a todo África. Hemos entrado en el mundo de las vacunas y demostramos que tenemos capacidad para hacerlo. A mí en el sida me tocaron muchos ensayos clínicos. Algunos fueron malos, pero hay gente que está viva porque participó en los primeros ensayos. Dentro de la pena de que la vacuna no tuvo la efectividad esperada, ahora sabemos que si llega un producto tenemos la capacidad para testarlo.

Durante la pandemia se está hablando mucho de invertir en sanidad pública. Habrá que hacerlo también en investigación.

-El Departamento de Salud del Gobierno Vasco está haciendo esfuerzo grande en la parte de I+D. Está apoyando y la financiación ha crecido. Y ahora vendrán los fondos Next Generation. Parece que serán dos o tres años en los que va a haber dinero y luego vamos a estar a dos velas, así que es el momento de crear estructuras y espacios.