- En agosto de 2020 los feriantes vascos pidieron que les dejasen trabajar; casi un año después, las luces y el sonido de las barracas siguen apagados. En Euskadi un millar de barraqueros “malviven” sin poder poner en marcha sus atracciones debido a las restricciones fijadas por la pandemia del coronavirus. “Muchos no pueden ni siquiera hacer frente a los gastos que supone el mantenimiento de estas estructuras y se verán obligados a buscarse la vida de otra forma. Hay gente que está trabajando de camionero, de electricista, fontanero...”, dice el secretario general de la Asociación de Feriantes Autónomos de Euskadi (Asfae), Alberto Domínguez.

Para Alberto, la situación es “injusta” ya que en otras comunidades, como Andalucía, ya se están permitiendo la celebración de ferias “con todas las medidas anticovid”. “Nos sentimos despreciados, denigrados y discriminados porque no nos están dando ninguna oportunidad”, se lamenta Domínguez.

Para los feriantes vascos está siendo muy duro ver, por un lado, cómo en Semana Santa se han montado ferias en Jerez y en Sevilla, y, por el otro, que de las cientos de cartas remitidas a ayuntamientos, el 90% no haya dado respuesta a sus peticiones para retomar la actividad. “Nos pusimos en contacto con Eudel, con el Ararteko, con los ayuntamientos vascos... Y nada. Es como si no existiéramos. En las cartas explicamos que las barracas van a contar con todas las medidas anticovid necesarias, que en una o dos horas, con la ayuda de la policía local se desalojaría el recinto para desinfectar”, se lamenta Alberto.

Uso obligatorio de la mascarilla, distancia de seguridad, gel hidroalcohólico en todas las atracciones, aforo limitado, entradas y salidas diferenciadas y la desinfección de las atracciones después de cada viaje son algunas de las normas fijadas en el protocolo de actuación para garantizar la seguridad frente al coronavirus en los parques de atracciones. “En las ferias que están en marcha estas medidas se están aplicando, pero en Euskadi seguimos con las atracciones paradas”, dice Alberto.

Para el secretario general de Asfae no tiene lógica que se permita a los más pequeños jugar en los parques, subirse a los autobuses o ir a los teatros y que, por el contrario, la celebración de ferias en Euskadi siga estando prohibida. “¿Nadie piensa en las miles de familias que viven de esto?”, recuerda Domínguez. Y añade: “He pasado malas etapas, soy huérfano, de joven estuve dos meses en la cárcel... Pero ahora estoy destrozado. Nunca he tenido depresión, pero no vemos el final a esta situación”.

Los feriantes pensaban que en verano, con las medidas anticovid que ya estaban aprobadas, podrían volver a reiniciar poco a poco la actividad, pero se equivocaron. Viven con la sensación de que nadie se acuerda de ellos y, lo peor, piensan que seguirán siendo los grandes olvidados de una pandemia que les ha golpeado con virulencia. “Solo pedimos que nos dejen trabajar. Ponernos en marcha costará mucho más ahora pero estar parados es la ruina”, apunta Alberto.

Desde la asociación de feriantes vascos tienen claro que no se cansarán de pedir que les dejen trabajar. “A excepción de algunas camas elásticas en Gipuzkoa y de las churrerías, los feriantes vascos llevan sin trabajar desde marzo de 2020, año y medio sin ingresos y con las atracciones paradas, asumiendo el coste del mantenimiento. Solo algunos se han movido a otras zonas a trabajar, pero la mayoría están parados. Hay quien está pidiendo comida y vive de la caridad. Ni si quiera pueden vender las atracciones, solo para chatarra... Es lamentable”, dice Domínguez.

Muchos feriantes saben que ya no volverán a recorrer los pueblos vascos de feria en feria. Sin ingresos no pueden mantener las atracciones y lo único que les queda es buscar otro trabajo que les ayude a seguir viviendo. En la asociación Asfae son 200 los socios, y algunos gestionan más de una atracción. “Parados solo cogen polvo y se estropean. No tienen dinero para el mantenimiento y ahora mismo, sin conocer el futuro es una inversión que no sirve para nada”, apunta Alberto Domínguez.

Juan Luis González es feriante desde 1980, año en el que se casó con una mujer cuya familia lleva toda la vida en la feria. Desde que se dedica a este sector no recuerda vivir una situación tan complicada como esta.

La pareja sale adelante gracias a sus dos hijas, que trabajan y les ayudan, ya que sólo contarían con los 600 euros que reciben de autónomos. Para él, lo peor acaba de llegar, porque “ahora con el fin del estado de alarma, los bancos van a empezar a cobrar las moratorias que teníamos con los créditos. No podemos pagar al no tener ningún ingreso”. Tiene tres atracciones para niños guardadas en un almacén. “Cuando vienes y las ves paradas ahí, se te cae el alma a los pies”, concluye.

“No vemos solución ni final a esta situación; solo pedimos que nos dejen trabajar”

Secretario general de Asfae