- Ser joven nunca ha sido fácil pero desde 2008 se ha convertido en una incesante carrera de obstáculos. Cuando todo parecía reconducirse tras una crisis económica sin precedentes, llegó el “batacazo” de la pandemia, que sigue poniendo el foco en el sector de población mayor, cuya salud se ve seriamente comprometida por el azote vírico. La crisis sanitaria ha acabado por relegar así a un segundo plano a una juventud de la que, con frecuencia, solo se destacan sus comportamientos incívicos. “Desde verano se han empezado a oír críticas. Es verdad que hay quienes no lo han hecho bien, pero no se puede generalizar. Nos estamos olvidando de la buena disposición que han mostrado tantas personas durante este último año”, apunta Maialen Olabe, presidenta del Consejo de la Juventud de Euskadi.

Una encuesta realizada durante la cuarentena reveló que dos de cada diez jóvenes vascos se inscribieron en asociaciones de voluntariado o redes ciudadanas. Otros tantos mostraron su disposición de hacerlo. “La juventud es muy diversa”, subraya la presidenta del Consejo, consciente de que en medio de tanta incertidumbre laboral que aboca a los ERTE, retrasando aún más el proceso de emancipación, hay quienes no dudan en dedicar su tiempo a los demás.

José Andrés Illanas es director de Voluntariado de Cruz Roja en Gipuzkoa. Esta organización incorporó el año pasado a un millar de personas en el territorio. Más de un tercio son menores de 30 años. “Realizan todo tipo de actividades, con un nivel de participación que es mayor que en cualquier otro rango de edad”, asegura Illanas.

Esta entidad se niega en redondo a ofrecer una visión negativa de la juventud. No tiene más que observar la fotografía que cada día obtiene de ella.

En Gipuzkoa, dice el director, “conviven muchas realidades”. Junto a conductas mejorables visualizan a diario lecciones de civismo. “Nuestra experiencia nos dice que se movilizan y ayudan a la comunidad. Tenemos contacto diario con jóvenes que hacen gala de una solidaridad que la expresan de forma muy diversa”, indica.

Irene Rubio es un buen exponente de ello. De hecho, es toda una veterana, a pesar de contar tan solo con 22 años. “Comencé ayudando siendo menor de edad. Es algo que he heredado de mi familia, y a partir de los 18 años me inscribí por mi propia cuenta en Cruz Roja”.

Esta irundarra se inició así en el área de Juventud, donde trabó contacto con menores en exclusión social que necesitan apoyo. “He visto pasar por aquí a cantidad de gente joven a la que solo les movía su deseo de echar una mano. A los 19 años me nombraron directora de Juventud. He tenido la suerte de trabajar con muchísimos voluntarios de diferente perfil, siempre con el deseo de colaborar y construir una sociedad mejor”.

La irundarra lamenta la imagen que, en ocasiones, se ha estado dando de los jóvenes durante la crisis del covid-19. “Cuando al principio se insistió en que poco menos que éramos los culpables de la propagación de la pandemia, escuchaba todo ello mientras llevaba con otros cuatro jóvenes alimentos a las casas de familias que no podían salir, o cuya situación económica no les permitía ni siquiera hacer una compra. Sí que hay botellones irresponsables, pero también jóvenes que nos levantamos cada mañana para ayudar con riesgo de contagiarnos”.

“es muy frustrante”

Rubio no es ningún bicho raro. Dice que también le gusta la fiesta y socializar con sus amigas. Pero admite que “es muy frustrante” que solo afloren comportamientos irresponsables. “Es cierto que el trabajo del voluntario se hace desde el anonimato. Entiendo que no trascienda que estamos ayudando por videoconferencia a niños y niñas a que hagan sus deberes. Entiendo que es mucho más fácil fotografiar la basura que se ha dejado en un botellón, pero es una pena que toda esta labor quede invisibilizada”.

Arantzazu Lersundi ha sido responsable de voluntariado en DYA durante más de una década. Ahora se dedica a organizar los distintos servicios que ofrece esta entidad en Gipuzkoa. Siempre ha estado en contacto con jóvenes. “Hay pocas organizaciones que integren a menores de edad en el organigrama. La nuestra es una de ellas. Con 16 años ya tienen opción de participar, aunque ahora esté todo un poco condicionado por la pandemia”, explica.

Asegura que cada vez hay más jóvenes interesados en primeros auxilios. “Una vez que entran, caen en la cuenta de todo lo que pueden aportar, y la verdad es que alucinan. Se sorprenden de lo útiles que pueden llegar a ser y se dedican a ello al 100%. Algunos se llegan a ilusionar tanto que incluso hay que frenarles, diciéndoles que no hace falta que estén disponibles todos los fines de semana. Cuanto más jóvenes son, más se enganchan y más quieren”.

Como indican desde el Consejo de la Juventud de Euskadi, las redes de voluntariado llevan años respondiendo a diferentes necesidades sociales, “y el trabajo realizado por las personas jóvenes voluntarios, es impresionante e imprescindible”.

Dos de cada diez jóvenes vascos se inscribieron durante el confinamiento en asociaciones de voluntariado o redes ciudadanas

“Hay quienes no han hecho las cosas bien en la pandemia, pero la juventud es diversa”

Presidenta del Consejo de la Juventud

“Los jóvenes tienen

un nivel de participación mayor que en otros rangos de edad”

Director de Voluntariado de Cruz Roja

“Se sorprenden de lo útiles que pueden llegar a ser y se dedican a ello al 100%”

Responsable de DYA en Gipuzkoa

“Nuestro trabajo se realiza desde el anonimato pero es una pena que toda esta labor quede invisibilizada”

Voluntaria de 22 años