Del miedo se dice que es libre, pero en realidad cuando viene dado de manera machacona desde fuera no lo es tanto. El miedo que te inducen puede tener su parte positiva en la balanza de la actuación humana, inclinándonos hacia la prevención, a ser precavidos, comedidos y a meditar bastante nuestros comportamientos. Pero en el otro platillo de la balanza, este miedo que nos inoculan con el covid-19 puede empujar a la parálisis e incapacidad para responder a los retos cotidianos.

Estos sesgos del miedo se magnifican aún más porque su origen está en algo desconocido, algo que no se ve, que no palpamos de forma directa, sino en sus consecuencias ya tremendas. Ante esta situación son muchos los expertos del mundo de la neuropsicología, neuropsiquiatría y terapeutas que hablan no solo de la pandemia fisiológica provocada por el covid-19, sino de una auténtica pandemia de miedo en amplias capas de la población, no solamente en mayores, sino también en pequeños que son reacios a salir de casa. Un coronamiedo a enfermar, nosotros o nuestros allegados, pero también a que nosotros provoquemos la infección a otros. Miedo a salir a la calle para hacer una vida normalizada, dentro de los límites de seguridad, y hasta un miedo que se puede manifestar en auténtico pavor si se necesita acudir al hospital por alguna otra patología y, por supuesto, miedo, incertidumbre ante los estudios, la estabilidad laboral y económica, el futuro de los hijos...

Si ya es difícil enfrentarse a una pandemia provocada por un patógeno tan virulento como este, poner barreras a la pandemia del miedo inducida que se ha generado y aún puede acrecentarse, resulta no menos complicado.

Patxi Lazkao tiene 87 años y desde el pasado 13 de marzo no ha salido ni un solo día de su casa en Iruñea. Parte de esta casi agorafobia es de origen propio, pero la mayor parte le viene dada a través de los medios de información que le sobreinforman con sonidos casi apocalípticos de algo que él difícilmente entiende. Otra parte de esta generación de excesiva precaución le vienen de algunos miembros de la familia que creen que manteniéndolo de este modo le ayudan más. La pregunta que se le puede hacer a Patxi y a quienes piensan que así está mucho mejor, es rebotarle la pregunta de cuándo espera salir y cuándo quiere enfrentarse al exterior, porque los tratamientos están como están y las vacunas van para largo. En este caso, como en tantos miles, domina la respuesta al término enseñoreado como distanciamiento social, que está siendo bastante pernicioso porque está sobreimponiéndose a lo que en realidad recomiendan los médicos como aconsejable, que es el distanciamiento físico.

FOBIA A SALIR

Pili Gutiérrez tuvo un leve accidente doméstico en su domicilio de Gasteiz cinco días antes de la declaración del estado de alarma. Desde entonces, primero por la propia dificultad de mover su muñeca y después por el miedo que le han inoculado los programas matinales con tertulianos de poco fundamento, sumado al hiperproteccionismo de la familia, ha hecho que siga sola y encerrada en casa, y lo que es más grave, que no quiera salir por puritito miedo. "Ni siquiera con mascarilla. Me ha dicho mi hija que ni se me ocurra salir", explica a DEIA. Las medicinas se la llevan a casa desde la Cruz Roja; del súper, lo que encarga por teléfono, y pasa los días viendo la televisión y tomando por las mañanas un poco el sol en su terraza. "Me estoy acostumbrando a estar en casa y me va a resultar difícil salir. ¿Con mascarilla? No, tampoco. Tengo miedo y hasta que esto no vaya a mejor, aquí me quedo. a pesar de que ya se puede pasear", dice sin dudarlo.

Los psicólogos se preguntan si este miedo no es también una patología y si de extenderse entre la población no es también una epidemia que podría evolucionar a pandemia de miedo.

Cierto, las nuevas tecnologías y los medios on line acercan, pero como la relación social no hay nada para lograr levantar el ánimo ante este miedo escénico, porque el límite real es el distanciamiento físico de dos metros, no el distanciamiento social de permanecer en casa meses sin salir. Además, personas de edad como Patxi y Pili no están familiarizadas con ellas. De hecho, solo utilizan el móvil para realizar llamadas.

Es muy posible que haya a quienes tras tres meses de sobreinformación, esto le parezca ir contra la prevención y precaución necesarias, pero yendo a la definición de lo que es salud global, no debe olvidársenos que no solo es mantener lo físico y fisiológico, sino también mantener en buen nivel el equilibrio psicológico, algo en lo que es imprescindible la relación social, aunque sea, evidentemente con el preventivo distanciamiento físico para no infectarse. "Porque la falta de estabilidad es lo que más nos intoxica, mucho más que el virus", sentencia Eva Arrieta, experta en terapia emocional.