on el mayor número en el mundo de enfermos del virus corona, Estados Unidos se enfrenta como tantos otros países a la crisis económica provocada por las medidas para evitar el contagio y aquí, como en el resto del mundo, los estragos económicos están acercándose a los niveles de la gran depresión de hace casi un siglo.

Los sufrimientos de la población no alcanzan los niveles de otros países con menos recursos, aunque a un plazo algo más largo las medidas tomadas son de gran riesgo y amenazan la estabilidad de todo el sistema: el endeudamiento adicional se eleva a varios billones de dólares y dentro del Partido Demócrata hay demanda de nuevos programas que añadirían de tres a cuatro billones más.

En realidad, para millones de personas la situación es más favorable que antes desde el punto de vista económico, aunque eso sea a costa del aburrimiento y las crisis familiares provocadas por el confinamiento.

Es porque las subvenciones no se limitan a los 1.200 dólares que recibieron todos los contribuyentes -independientemente de sus ingresos-, además de 500 dólares por cada hijo menor de edad, sino que los subsidios de paro han convertido el desempleo en una auténtica jauja: además de las compensaciones que oscilan entre los 240 y los 790 dólares semanales según el estado de residencia, una ayuda de emergencia añade 600 dólares más por semana.

Esto significa que el desempleado cobra, como mínimo, 840 dólares semanales, lo que está ligeramente por debajo el ingreso promedio de 936 dólares antes de la pandemia, pero es un dinero que se cobra sin trabajar, sin gastar gasolina para ir a fábricas u oficinas, y que es mucho más elevado en estados como Washington, Colorado o Minnesota, donde supera los 1,300 dólares cada semana.

Muchos entienden que esta bonanza a nivel personal ha de ser necesariamente breve porque la economía del país no puede resistir un gasto semejante, y también que la economía en general no puede resistir el parón a que está sometida desde hace meses.

Pero si el resto del mundo ha de elegir entre la protección del sistema sanitario y de las vidas amenazadas por los contagios, en EEUU hay ahora un tercer elemento, que es la campaña electoral.

A menos de cinco meses de las elecciones presidenciales, las posiciones en cuanto al costo económico de la lucha contra el corona virus siguen las líneas de los partidos: los republicanos ven el riesgo que el colapso económico representa para la reelección de Donald Trump y para la mayoría de su partido en el Senado, mientras que los demócratas ven una oportunidad para ampliar programas sociales y para recuperar la Casa Blanca y controlar las dos cámaras del Congreso, lo que les abriría la posibilidad de imponer transformaciones económicas, proteger a funcionarios de su partido de posibles condenas por violar normativas en sus esfuerzos por destruir la presidencia de Trump y colocar en el Supremo y en los tribunales federales a jueces de orientación progresista.

Todo esto puede quedarse en nada si el anuncio de este viernes por parte de un laboratorio se confirmara: una pequeña empresa de biotecnología asegura tener un anticuerpo efectivo al 100% para curar el COVID-19.