1. Roca fracturada en el suelo. Los materiales geológicos que tenemos en Euskadi son bastante propensos a desarrollar inestabilidad y, por tanto, deslizamientos. Entre ellos, los famosos flysch, como el de la costa guipuzcoana, que favorece que los materiales se deslicen. Y nuestro sustrato son rocas bastante fracturadas por su historia geológica, y eso las hace más susceptibles de caer cuando llueve debido a la presión del agua que se mete en esa ranuras.
2. Grandes pendientes. Gipuzkoa y Bizkaia, a diferencia de Araba, son territorios de muchas pendientes. Tenemos muchas laderas de 20 y 30 grados de desnivel, que es mucho, mientras que en Araba en su mayoría son de 0 a 10 grados. Se trata de procesos de gravedad: a más cuesta, más posibilidad de deslizamiento.
3. Lluvias intensas. Gipuzkoa es una zona de altas precipitaciones y aunque el último invierno esté resultando seco, las lluvias son torrenciales y ejercen una gran presión en el sustrato. En cuanto empieza a llover, empieza a infiltrarse en el terreno y un suelo empapado pesa más y si pesa más, como es gravitacional, es más fácil que se caiga. Además, el agua entra en las fracturas de las rocas y presiona, porque es un fluido. Esa presión hace que empuje. Si la roca está rota, la pendiente es pronunciada y llueve, tenemos todos los boletos para un desprendimiento o deslizamiento de tierra.
4. El azote del litoral. La dinámica litoral también incide en los desprendimientos. Y Gipuzkoa tiene una costa dinámica, con oleaje en zonas de acantilado, que desestabiliza el terreno.
5. La huella humana. Vivimos en un territorio ocupado casi al máximo de sus posibilidades en ciertas zonas, con muchas obras y actuaciones que alteran el terreno. Las construcción de carreteras, de forma especial, y también la deforestación y la tala de árboles tienen una incidencia importante en los desprendimientos y deslizamientos.
580
2013. Fue un año fatídico y solo en la segunda quincena de enero la Diputación de Gipuzkoa registró una media de casi 40 casos diarios. Hacía años que no se vivía nada igual. Este año apenas se han registrado unas decenas.
Enero y febrero de 2013 permanecen en el recuerdo de muchos guipuzcoanos como un periodo catastrófico, con carreteras cortadas, viviendas semienterradas y desperfectos por valor de millones de euros a causa de los desprendimientos de tierra. En mes y medio la Diputación de Gipuzkoa tuvo que llevar a cabo 1.093 actuaciones, 220 de ellas de gran envergadura y 75 de urgencia, con la utilización de camiones y maquinaria pesada. Solo en la segunda quincena de enero se registraron 580 incidencias. Casi cuarenta al día. El Departamento de Obras Públicas invirtió en estas obras más de cinco millones de euros.
“El riesgo de que esto se repita siempre está y estará ahí”, aseguran los expertos. Y lo único que se puede hacer es “prevenir y planificar a medio y largo plazo para minimizar su efecto”, ya que en Gipuzkoa, según los geólogos, “lo tenemos todo” para que se produzcan estos accidentes.
Vivimos en una zona muy sensible, hasta el punto de que las primeras lluvias de 2016, incluso en un invierno seco como el actual, han provocado ya los primeros casos y cortes de carretera. Los más importantes en Etzegarate el pasado lunes; y en la carretera que une Zarautz y Getaria el sábado día 13, dos puntos marcados en rojo en el mapa de riesgo de deslizamientos del territorio. En los últimos cinco años se han producido en estos dos puntos cortes de carretera por desprendimientos. Casi siempre entre finales de enero y principios de febrero.
Esta vez no han hecho falta lluvias continuadas para sufrir los primeros sobresaltos pero no estamos ante una situación alarmante. Los expertos en geodinámica aseguran que es algo normal, porque los desprendimientos y deslizamientos de tierra son “procesos relativamente rápidos”.
Sin embargo, sí echan de menos una mayor planificación a medio y largo plazo en las grandes obras. Un dato: en los años 80 la presencia de geólogos en las obras públicas, hoy algo común y obligado, era considerada como un lujo, casi una excentricidad. Las deficiencias de entonces también tienen su peso hoy.
“convivir” con ello Tomás Morales, doctor en geología del grupo de Hidrología y Geotecnia de la UPV/EHU, nos da algunas de las claves para entender el fenómeno de los deslizamientos y los desprendimientos de tierra, algo con lo que “tendremos que convivir siempre”.
¿Por qué suceden? “La caída del terreno es un movimiento gravitacional. Algo con peso y en pendiente se cae cuando no está lo suficientemente sujeto”, explica Morales. Es un principio básico pero hay varios factores que contribuyen a ello. “Lo que a nosotros nos afecta más son los materiales geológicos que tenemos en la tierra, que son propensos a que eso suceda; y luego están las pendientes de nuestro territorio, muy elevadas; y las precipitaciones, que son abundantes e intensas”, explica Morales.
Y luego está la huella del hombre, que “es especialmente importante en Gipuzkoa y Bizkaia, con un nivel de ocupación del territorio demasiado elevado”, detalla el geólogo: “Hay dos acciones relacionadas con el hombre. Los cortes que hacemos en el terreno al construir y las actuaciones que de forma consciente o inconsciente alteran la dinámica del agua”.
En este sentido, Morales explica el efecto negativo de una deforestación o tala de árboles. “Cuando haces una deforestación, cambias totalmente la dinámica del agua, que antes caía sobre el bosque, era interceptada y golpeaba más suave, y ahora cae en tromba, circula a toda velocidad y además hay muchos caminos que actúan como colectores de agua y la lanzan a velocidades de cuidado”, indica este geólogo.
De este modo, en nuestros montes, se generan cuando llueve “auténticas torrenteras y al final zonas estables terminan rompiéndose. Y también hay que tener en cuenta que las raíces de los árboles sujetan el terreno y lo anclan”, asegura este experto.
Por todo ello, el doctor Morales afirma que “los deslizamientos no son aleatorios en el territorio. Si coges un mapa con los deslizamientos en Gipuzkoa en 50 años, verás que al final son cuatro o cinco zonas las más sensibles y una de ellas es la zona costera del flysch. Ahí se concentra la mayor parte de los problemas que hay por el tipo de terreno y la cercanía de la costa. Es una zona viva, en constante movimiento y evolución”.
planificar para minimizar daños
“Frente a esto, ¿qué se puede hacer?, se pregunta el geólogo. Y la única respuesta es “planificar, pero a medio y largo plazo” para minimizar los daños cuando sucedan. Es una cuestión de ordenación del territorio. Según Morales, actualmente las actuaciones contra los desprendimientos son inminentemente cortoplacistas. “Vamos y lo arreglamos, que además hay que hacerlo, porque es necesario y urgente, pero habría que ir más a medio y largo plazo”, señala.
Según Morales, las instituciones están tomando cada vez más conciencia sobre este problema, pero aún falta “planificar en serio, elaborar catálogos de problemas. Sé que la Diputación de Gipuzkoa hizo un estudio de riesgos sobre pendientes, pero aún no hay una base muy potente”, lamenta el geólogo.