hondarribia - Gipuzkoa tiene encantos que abruman a primera vista, y su costa ofrece parajes de postal. Pero la parte del territorio más oculta encierra tesoros que solo los más valientes han descubierto. No es el caribe, donde abundan los peces de colores, pero debajo de la manta de agua cantábrica hay otro mundo por explorar. Restos de barcos, grutas, tiburones pintarroja y anclas romanas. “Yo viajo por todo el mundo para bucear y el Cantábrico te puede dar muchas satisfacciones”, apunta Iñigo Gutiérrez, buceador profesional y gerente de Buceo Hondarribia.

Cada vez más personas conocen la belleza del fondo guipuzcoano y deciden viajar hasta el territorio para verlo con sus ojos. Este trozo del Cantábrico siempre fue atractivo para los buceadores, pero Gutiérrez afirma que cada vez hay más turistas que se animan a probar. “Está siendo un buen año, con bastante actividad”, señala. La cultura del buceo puntual, turistas que veranean en Gipuzkoa y descubren la posibilidad de bucear, se está extendiendo poco a poco. Vienen sobre todo de Madrid y Catalunya, o comunidades limítrofes, pero también de Inglaterra, Holanda, Rusia y Dinamarca.

riqueza natural Pero es que lo que estas aguas ofrecen no es desdeñable. “La orografía de la zona de Hondarribia, con respecto a otras, es quizá la más espectacular de la costa vasca”, desvela Gutiérrez. Las lajas de Jaizkibel proporcionan un fondo particular y que a nivel de buceo “es muy atractivo”. Se pueden explorar los trayectos de antiguos glaciares prehistóricos, grutas, o adivinar restos de estructuras de barcos. La fuerza del mar ha desdibujado la huella de la tradición marinera, ya que las embarcaciones hundidas acabaron por destrozarse. Sin embargo, “se pueden ver grandes anclas del siglo XVII y en la Cala de los Frailes hemos encontrado anclas romanas y megalíticas.”, añade el instructor.

“Sabiendo mirar puedes encontrar cosas interesantes”, apunta, porque además la vida animal abunda. La zona de Jaizkibel, al estar recogida por la costa francesa, es “biológicamente muy activa”. De hecho, las especies típicas del Cantábrico se pueden ver con más facilidad. Es la zona de cría de la pintarroja, un tiburón inofensivo. “En todas las inmersiones nos encontramos las puestas, que son una especie de vaina enganchada en las algas donde el embrión de tiburón se gesta durante nueve meses”, recalca. Se pueden ver en todos los estados, desde recién puestas, hasta cuando están a punto de eclosionar. Los congrios, sepias, pulpos, chipirones, bogavantes y otras especies marinas son fáciles de ver.

“Últimamente estamos viendo morenas. En julio hemos visto dos y hacía mucho tiempo que no aparecían. Parece que alguna especie se empieza a regenerar”, añade Gutiérrez. Un compañero suyo, hace tres años, encontró una especie de nudibranquio (una babosa marina de colores) que “estaba catalogada, pero no fotografiada”. Su hallazgo empujó a biólogos portugueses a bucear en estas aguas para avistar la especie.

Pero esto no es todo, los seres más diminutos, denominada vida macro, están muy presentes en el Cantábrico. “Al principio cuando no sabes verla, no la aprecias. Pero cuando empiezas a conocerla, puedes estar mirando una piedra un poco grande durante una hora de inmersión”, asegura el profesional. Recalca que este “es un gran mar a nivel de fauna ventónica”, que es aquella que vive en las rocas del fondo marino.

El área de trabajo de Hondarribia Buceo va desde el puerto de este municipio, hasta Pasaia. Este recorrido permite “muchos niveles de inmersión”, desde sencillos, hasta más complicados, “para gente que demanda un buceo más técnico”. Es más, buceadores habituales de otros lugares consideran el Cantábrico “un pequeño reto”. Gutiérrez cuenta que se suele decir que “todo el que bucea en el Cantábrico, puede bucear en cualquier mar” porque se trata de aguas técnicamente exigentes.

un deporte psicológico La escuela tiene 25 puntos de inmersión en los que lleva a cabo un buceo recreativo, entre 5 y 40 metros de profundidad, durante todo el año. Suena arriesgado, pero el instructor afirma que es más peligroso “cruzar un paso de cebra”. “Desde tierra todo el proceso se lleva a rajatabla. El mar es un medio en el que, si no llevamos el equipamiento bien, no podemos estar”, detalla. Tanto es así, que Gutiérrez admite que conoce a una persona que a sus 94 años continúa buceando. “El equipo de buceo ha permitido que gente de muy variada condición física pueda bucear. De hecho tenemos certificado como buceador a un chico parapléjico”, añade. Todos los perfiles son adecuados para adentrarse en el cada vez más conocido mundo submarino.

Fauna. Se pueden ver huevos de tiburón pintarroja en todos los estados de gestación, congrios, chipirones, bogavantes, morenas y muchas especies del Cantábrico.

Vida macro. Son aquellas plantas y animales de tamaño diminuto, como los nudibranquios, que son las babosas marinas de colores.

Restos. Existen restos de barcos que se pueden visitar, así como anclas del siglo XVII, romanas y neolíticas.

Grutas. La orografía de Hondarribia es muy especial. En una excursión se puede acceder a unas grutas ubicadas en Jaizkibel.