Un documental para revelar el enigma de Iván Zulueta
Marta Medina y Enrique Lavigne tratan de dar respuestas a los misterios en torno al cineasta donostiarra y su película maldita en el documental ‘El último arrebato’
A pesar de que Iván Zulueta se grababa constantemente y que vinculó para siempre su vida a la de la película Arrebato, su personalidad sigue siendo un gran enigma para la mayoría de las personas. Marta Medina y Enrique Lavigne tratan de dar con respuestas a ese misterio con El último arrebato, una investigación que bebe directamente del espíritu del cineasta donostiarra y que se proyecta en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldia.
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“Desde el primer momento, teníamos claro que no queríamos un documental de bustos parlantes. Arrebato es la película de un director amateur que entrega una película misteriosa a otro director de serie b que desaparece y Zulueta, a su vez, es un director que entrega una película para también desaparecer. Parece una maldición, y queríamos saber qué hay detrás de ello, por lo que la planteamos con una parte documental con gente, pero otra como investigación de por qué desaparece y dónde está enterrado, alguien que nadie sabe”, explica Medina.
De este modo, Medina y Lavigne se convierten en los protagonistas de una búsqueda de respuestas en torno a un cineasta maldito. “Zulueta era una persona mucho menos conocida de lo que la gente cree. Había dividido su vida en dos grandes ventanales, la de su casa en la plaza de España de Madrid, que era más profesional y moderna, donde venían sus amigos a altas horas de la noche, y la de su refugio familiar en Villa Aloha, en Donostia. Esas dos grandes pantallas de cine están reflejadas en Arrebato y nos dimos cuenta que lo que más nos interesaba era esa relación entre la vida y el cine que él establece entre su vida y la película”, cuenta Lavigne.
El último arrebato, por lo tanto, trata de contestar a cuestiones tales como si para el cineasta el cine era una prolongación de la vida o la vida era una prolongación del cine, un tema que también se aborda en su filme, o la influencia que tuvieron las drogas en su trayectoria. “Me gustaría derribar ese mito casi didáctico de que la droga era lo que hizo que no pudiera seguir rodando. Posiblemente, fue una consecuencia, pero él seguía siendo enormemente creativo en su cabeza”, apunta Lavigne, para quien “Arrebato sigue siendo una película mutante porque cambia en cada visionado y Zulueta una personalidad con un gran enigma, que es que todavía no se ha dado a conocer quién fue”.
“Arrebato’ sigue siendo una película mutante porque cambia en cada visionado”
Precisamente, con un vínculo personal muy reducido, muy pocos pudieron conocer a Zulueta en profundidad. Jaime Chávarri y Virginia Montenegro fueron dos de esas personas “fundamentales” para Medina y Lavigne a la hora de sacar el documental adelante, ya que, además de aceptar aparecer en él, entregaron material personal inédito del cineasta. “Tenía muchos guiones que luego no salieron adelante. Poco después de Arrebato le quisieron producir una película, pero dijo que no porque no estaba preparado. Debió de vaciarse tanto que se vio inseguro sobre qué iba a contar y cómo lo iba a hacer”, indica Medina.
A ello hay que sumar los problemas que tuvo durante el rodaje –con más de la mitad del equipo abandonando–, los problemas de distribución y su fracaso de crítica y público tras su estreno. “Y la propia desaparición de la película, que es algo muy importante. Ese aura mágica de Zulueta va a seguir siendo lo que atraiga a la gente a su cine”, añade Lavigne en referencia a las casi dos décadas que estuvo oculto el filme.
Recuerdo a Eusebio Poncela
Los problemas que Zulueta vivió durante el rodaje de Arrebato también los imitaron Medina y Lavigne, aunque no de forma intencionada. Al igual que el cineasta donostiarra, los dos directores se asociaron a un grupo pequeño de amigos para sacar adelante el documental y los diferentes contratiempos que vivieron durante el rodaje les llevó incluso a dejarse de hablar durante el final de la grabación.
"Teníamos que decidir si la película fuese más informativa o más cinematográfica, pero lo que teníamos claro era que las películas son relatos mágicos que guardan a la gente que desaparece
“Han pasado tres años y nos hemos encontrado con una película que no sabíamos domesticar ni qué naturaleza tenía. Hasta que no hemos conseguido contar algo a lo que sí estábamos vinculados emocionalmente no hemos tomado la decisión de sacarla de un cajón”, revela Lavigne, mientras su compañera explica que el primer montaje del documental era de tres horas y media. “Teníamos que decidir si la película iba a ser más informativa o más cinematográfica, pero lo que teníamos claro desde el principio era que las películas, al final, son relatos mágicos que guardan a la gente que desaparece”, añade.
El documental, no obstante, no es solo un recuerdo sobre Zulueta, sino también de Eusebio Poncela, protagonista y alter ego del propio cineasta en el filme, y recientemente fallecido. “Queríamos dialogar con los personajes y su pasado, pero en el caso de Eusebio ahora adquiere una dimensión diferente”, indican los directores, quienes confían en no haber traicionado el espíritu de Zulueta con el documental. “Sigo pensando que no quiero que nadie vea la película porque durante el proceso hubo un momento el que nos sentimos unos impostores. ¿Por qué vamos a contar nosotros la historia de alguien que no conocemos?”, concluye preguntándose Lavigne.
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