Ni título sorpresa, ya que fue anunciada hace unos días, ni película sorprendente, al repetir una fórmula vista en numerosas ocasiones. Tras su paso por el Festival de Venecia, el Zinemaldia ha acogido este sábado la proyección de El asesino (The Killer), la última inmersión de David Fincher en la mente de un psicópata. Un filme basado en una novela gráfica muy bien rodado y muy bien interpretado por Michael Fassbender, pero que da la sensación de que ya se ha visto antes.

Tras contar la historia real de Herman Mankiewicz, guionista de Ciudadano Kane, saltó la noticia de que Fincher volvería a filmar una película para Netflix a partir de un guion escrito por Andrew Kevin Walker, con el que el cineasta ya había trabajado en uno de sus filmes más reconocibles, Seven. Automáticamente, la cinta pasó a ser una de las más esperadas por la cinefilia: uno de los autores que mejor radiografiaron el cine de los 90 volvía a su esencia.

El resultado no defrauda, al menos, en el regreso a ese thriller noventero que parece haberse difuminado en favor de los true crimes hechos para las plataformas. Las películas sobre psicópatas, desde el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos hasta el Tyler Durden de El club de la lucha fueron un ola que lo inundó todo. Eran lo más, lo cool y lo último y los directores forjados en el videoclip parecían encajar como un guante de seda en esas historias. Entre ellos, nadie mejor que el propio Fincher, que continuó analizando a asesinos, y también a asesinas, en el nuevo siglo a través títulos como Zodiac, Perdida y la serie Midhunter.

Con el paso de los años, no obstante, el género necesita algo más. Su nuevo trabajo, basado en un cómic escrito por Alexis Nolent, es pura adrenalina y psicología de un personaje a lo largo de dos horas. La trama avanza con precisión milimétrica, lo que la convierte en apasionante en todo momento, sin embargo, al terminar, la sensación es que la película es exactamente como te la podías haber imaginado en un inicio. El asesino (The Killer) tiene múltiples puntos en común con otros trabajos también surgidos del noveno arte, véase Una historia de violencia, de David Cronenberg, o filmes que beben directamente de ello, como la saga de John Wick, lo que impide que termine de destacar.

Su gran pega, no obstante, radica en la decisión de relegar los diálogos a un plano secundario en favor de una voz en off introspectiva. El espectador está en todo momento dentro de la cabeza del asesino, una suerte de samurai moderno que viste camisa hawaiana, con un código de honor invulnerable y con una sed de venganza inagotable. Esto lleva a que el resto de personajes secundarios carezcan de cualquier tipo de profundidad, lo que lleva a que una actriz de la talla de Tilda Swinton sea una más del elenco.

Fassbender está de vuelta

A pesar de todo ello, Fincher es capaz de crear una buena película –quizás demasiado acorde a los estándares de Netflix– con la inestimable ayuda de Michael Fassbender, que parece volver a la primera línea del ruedo tras cuatro años sabáticos.

El actor alemán regresa a un personaje maniático y disciplinado, algo que ya ha interpretado en más de una ocasión, de forma brillante. Pocos actores como él son capaces de ser igual de creíbles en una lucha contra una mole de músculo que haciendo pilates al amanecer. 

El asesino (The Killer) seguramente no pase a la posteridad como una de las mejores películas de Fincher, pero, al menos, mejorará el catálogo de una plataforma que necesita largometrajes de este tipo. El Zinemaldia, por su parte, se anota un tanto y siempre podrá decir que proyectó un trabajo suyo, aunque el cineasta no haya viajado a Donostia. Ante esto, una petición: que la sorpresa sea sorpresa hasta el último momento. Así, si la película no es sorprendente, al menos su título sí.