“Tengo audífonos y estoy operado de cataratas. Soy biónico. Yo soy el futuro”. David Cronenberg, el maestro de la nueva carne, el cineasta que se adelantó a la tecnología, recoge este miércoles su más que merecido Premio Donostia, pero antes, no ha dejado de lanzar jugosos titulares para la prensa durante el repaso que ha hecho a toda su trayectoria. Entre otros asuntos, el canadiense ha afirmado que el galardón “es un impulso a seguir trabajando” y llega cuando pensaba que su paso por el séptimo arte ya había concluido.

A base de respuestas cortas y directas, siempre con una media sonrisa de lado, Cronenberg se ha ganado este miércoles a los medios de comunicación. El cineasta, que además de para recibir el Premio Donostia ha acudido al Zinemaldia para presentar su última película, Crímenes del futuro, ha confesado que creía que ya no iba a ser nunca más cineasta. “Pensaba que había acabado con el cine, pero nunca que dejaría de ser creativo”, ha asegurado, afirmando sentirse novelista por encima de cualquier otra consideración.

El canadiense, eso sí, ha dejado claro que nunca ha tenido ningún problema con levantarse de la cama para ir a rodar –“Nada es difícil; es placentero”, ha señalado– y que el galardón no es más que “un impulso” para seguir trabajando. “Siempre había pensado que cuando ganase premios como este sería el momento de parar, pero voy a seguir”, adelantó, explicando que ya trabaja en su nuevo filme, cuyo rodaje está previsto para el próximo año.

Echando la vista atrás, el cineasta y también actor ha asegurado que en su Toronto natal jamás se imaginó que podría dedicarse al cine. No fue hasta que descubrió el movimiento underground de Nueva York en los 60 cuando se dio cuenta que podía ser director fuera del sistema hollywoodiense. “El cine que llegaba a Canadá o era de Hollywood o de Europa, no imaginaba que podía surgir de otro lugar”, ha indicado.

Con esa independencia que ha marcado toda su filmografía –“Los productores nunca han estado interesados en mí”, ha llegado a decir–, firmó sus dos primeros trabajos, Stereo y Crímenes del futuro, película que comparte título con la que presenta en Donostia, y dio comienzo a una trayectoria cinematográfica repleta de violencia, sexo, carne y tecnología.

Sobre esto último se ha detenido en más de una ocasión, explicando que muchas de sus obsesiones se han cumplido en él mismo. “La tecnología para hacer cine es compleja, pero mucho más accesible. Cuando yo empecé era muy difícil. Ahora me gusta experimentar y ver lo que pueden hacer los jóvenes”, ha apuntado el autor de cintas como Scanners, Videodrome o eXistenZ.

"Experimento según lo que estoy haciendo"

En la extensa rueda de prensa ha habido tiempo para casi cualquier tema, como su relación con otro Premio Donostia, Viggo Mortensen –“Estamos enamorados el uno del otro”, ha comentado– o la decisión de su hijo Brandon de seguir sus pasos en la industria como cineasta, estando "dispuesto a sufrir”.

Tampoco ha rehuido a la hora de hablar de su muerte, un tema que aborda en su última película y en el anterior cortometraje, en el que aparece junto a su cadáver. “Soy ateo, pero todas las religiones y filosofías te hacen pensar sobre tu muerte. Yo lo hago como realizador, nada más”, ha afirmado. “Hitchcock dijo que para él eran marionetas que podía manipular, llevarles de la felicidad al terror. Yo experimento según lo estoy haciendo. Es un viaje creativo a mí mismo y le doy al público lo que estoy pensando”, ha añadido.

Ha reconocido que este viaje no se lo ha puesto fácil a muchos espectadores y que en caso de haber realizado algo comercial ha sido sin ningún tipo de intencionalidad. Por este motivo, ha agradecido la oportunidad que ha tenido para plasmar su visión en el séptimo arte y no ha querido lanzar ningún consejo a las nuevas generaciones: “Los tiempos, no solo en la tecnología, han cambiado tanto que es difícil. No tengo tanta sabiduría. Solo puedo decir que sean fuertes y que tengan claras sus limitaciones”.