Un gran logro solo es un gran logro. No va más allá aunque es fácil pensar que detrás vendrán más éxitos inmediatos. Por ejemplo, una goleada llena el depósito de confianza hasta los topes, pero hay resultados que son fatales. En Brasil lo saben. Hoy parece una potencia por esos futbolistas de los que Europa se vale, pero el fútbol brasileño fue antes una manera de pensar y sentir, la que hizo grande a su fútbol y que cinceló Nelson Rodrigues en sus crónicas. En ellas lamentó el 6-1 de Brasil a España en el Mundial de 1950. “Cualquier goleada genera dos víctimas, el perdedor y el ganador”. Suena paradójico, no lo es: la confianza desbordó el vaso brasileño. Maracanazo. Los días de vino y rosas traen detrás jornadas de hiel. En fútbol y en política, cualquier goleada deja resaca: no se puede entender Donald Trump sin aquel Barack Obama. Ni Matteo Salvini sin Matteo Renzi. Ni Marine Le Pen sin Emmanuel Macron. No es mala advertencia para llevar en un post-it en la cartera y leerla en las goleadas futuras. Que las habrá y seremos muy felices sin saber lo que viene. Si nos cabe, en ese post-it deberíamos escribir una frase que le dejó el director Claude Sautet al crítico Michel Boujut en una conversación que el Zinemaldia publicó en un libro: "Las cosas nunca suceden como uno cree que sucederán”. Conviene tenerlo en cuenta. Sobre todo, cuando se hacen planes.