"Crimson Gold"
Dirección y guion: Jafar Panahi
Intérpretes: Hussein Emadeddin, Kamyar Sheissi, Azita Rayeji y Shahram Vaziri
País: Irán
Duración: 97 minutos
Hace 22 años, EEUU masacraba Irak, culpable se decía- de poseer un arsenal de armas letales capaces de destruir la tierra. Según Aznar, uno de los cerebros más retorcidos del planeta, no había duda alguna sobre el poder destructivo del régimen de Sadam Hussein. Había que acabar con los infieles a toda prisa. Mientras las bombas arrasaban al país enemigo de Irán, mientras los muertos se contaban por cientos de miles, los iraníes sentían en el cogote dos amenazas. De un lado, el aliento del enemigo americano, sabedores de que, pese a su hipotética capacidad de armas nucleares, ellos también estaban en la lista.
Dirección y guion: Jafar Panahi
Intérpretes: Hussein Emadeddin, Kamyar Sheissi, Azita Rayeji y Shahram Vaziri
País: Irán
Duración: 97 minutos
Del otro, el hedor del fundamentalismo religioso capaz de convertir un país que había abrazado la modernidad y el bienestar, en un avispero de fanáticos intolerantes adornados con turbante y estulticia. En esos días de humo y locura, Jafar Panahi, todavía sin laureles ni condenas, llevaba a la pantalla un guión de su mentor, Abbas Kiarostami, el cineasta iraní más decisivo de los últimos cincuenta años. Panahi, que creció a su sombra, de cuyo saber se ha ido alejando cada vez más, filmó la que sería, por el momento, su película más abrupta. Crimson Gold parece emanar del atemporal estilo del Bresson de Pickpocket (1959). Kiarostami sabía muy bien del hacer del cineasta francés y quiso insuflar en el guión de esta película algo de su sabor con su saber; esa sensación agridulce de soledad y angustia; de dolor sonámbulo. Con coartada de cine negro, con aromas del polar a lo Jean-Pierre Melville y con la pesada herencia del Crimen y castigo de Dostoyevski, pero desde la moral musulmana, Crimson Gold se adentra en esa fina línea de sombra que convierte a un ciudadano tranquilo en un criminal.
Lejos de las atenciones con las que el Panahi de los últimos quince años conmueve al espectador europeo adicto a los grandes festivales internacionales, Crimson Gold se descubre como una obra esencial, tan aparentemente sencilla como desconcertadamente estremecedora. En 2003, con los aviones de Bush sobrevolando el cielo del "mal vecino" para exterminar su cabeza visible, una película así quedó en ese limbo donde tantas veces se pierden las grandes películas. Ahora, cuando Panahi recibe premios y parabienes, cuando hace un mes se estrenaba "Un simple accidente", desembarca esta pequeña joya que ni es accidental, ni es simple. En ella, con las alas de Kiarostami encauzando su dirección, Panahi palpa los recovecos existenciales de la gente corriente, de la lucha de clases, de las diferencias sociales. Una suerte de parásitos iraní que atrapa, duele y conmueve.