Esto es España hoy, un rey malhechor y una abuela subrogada, de quienes la televisión –y también la prensa de élite, con imágenes en portada– se ocupan y agobian como expresión de su miseria profesional. Dos personajes que definen el devenir de una sociedad devaluada. Se dice de ambos que no tienen causas con la justicia; pero uno, intocable constitucional, puso a buen recaudo en paraísos fiscales la fortuna amasada en negocios opacos, y la otra cometió en Estados Unidos un acto considerado delictivo aquí –alquilar el útero de otra mujer– al amparo del chantaje emocional por la muerte de su hijo. ¿Deberían haberse silenciado las andanzas náuticas y sanitarias del Borbón en Galicia y Euskadi y el exhibicionismo feroz de esa mujer narcisista? Claro que no, pues hay libertad de información incluso para lo detestable; pero un país con una pizca de autoestima tendría que reducir, mediante sordina ética, el protagonismo de este dúo casposo. Lejos de aplicarse con decencia, las cámaras y los micrófonos han ido detrás de ellos, servilmente, generando contenidos de telebasura. Sabemos que el interés real sobre Ana Obregón quedó pautada en el 9,1% de audiencia del programa especial de Telecinco en horario y noche estelares. La tele honrosa va derrumbándose al paso de la ultraderecha emocional que representa ¡Hola!, su medio crepuscular. Y mientras se entretiene con tonterías deja pendiente los debates sobre la regulación –o no– de los vientres de alquiler y la derogación de la inviolabilidad del rey, herencia franquista insertada en la Constitución. Así están nuestras pantallas y quien quiera más madera tiene este próximo sábado la coronación del monarca británico. Los que sienten fascinación por la solemnidad y la aristocracia deberían hacérselo mirar.