En estos tiempos en los que ver la tele se ha convertido en un acto solitario porque ya nadie se reúne en el sofá para verla y además es imposible comentar nada porque cada uno sigue los programas y series a su ritmo, ETB se ha puesto nostálgica y ha creado un mundo irreal en el que parejas, familias y amigos se sientan juntos en el sofá, como antaño, para ver la tele y comentarla. Bueno, y para celebrarla, gritarla, reñirla… lo que hacíamos antes cuando el aparato era el rey de la casa y no el smartphone que llevamos a todas partes.

El programa, adaptación del británico Gogglebox, se pudo ver en Antena 3 bajo el título Aquí mando yo en 2006 y les duró un suspiro, y eso que todavía quedaba alguna familia reunida frente a la tele que se podía ver reflejada. Pero aquí, por lo que sea, Piztu telebista, que es como se llama la adaptación de ETB1, va felizmente por su segunda temporada y hasta le acaba de salir un extraño hermanito, algo gris y cabezón, llamado Te falta un Teleberri, que se emite en ETB2 cuando Juan Carlos Etxeberria sentencia con su fina ironía la actualidad del día.

El formato de ETB1 es una pequeña gran mentira que simula que esos espectadores ven distintos programas en sus días de emisión con la misma emoción y desbordante felicidad de quien acude a Disneylandia por primera vez. Y por ahí van comentando algunos programas de ETB (Jateko Modukoa, Mihiluze, Akelarre…) pero también los de La 1, los documentales de La 2, los programas folclóricos de la TDT y hasta alguno de la televisión de Murcia que, a juzgar por la de veces que esta gente la ve en sus casas, debe ser la cadena con más audiencia en Euskadi. Y así, cada semana Piztu telebista nos adentra en una realidad paralela al cuadrado en la que, mientras usted está solo frente a su pantalla viendo lo de siempre para no discutir con nadie, familias y amigos euskaldunes se reúnen en el sofá para ver la tele de Murcia, que a usted no le llega ni por la antena del tejado ni por el cable, ya ve. Son pequeñas licencias que dejan ver las costuras de un formato que aporta, pese a todo, sus pequeñas genialidades. Precisamente, donde mejor funciona es comentando los programas de ligues y los documentales de animales, valga la redundancia. Y mientras tanto, los Ander, Felitxu, Mari Jose, Irune, Nourdine, Halima y los demás telecomentaristas acompañan a esos espectadores que se sientan (y a veces se sienten) solos frente al televisor en una sociedad cada vez más individualizada.

No funciona igual, y es una pena, la ocurrencia de trasladar la idea a un formato ya no semanal sino diario en el que otra gente comenta todas las noches las noticias del Teleberri del mediodía, cuyo desfase horario disimulan los responsables del programa intercalando secuencias de calles y edificios nocturnos como si no supiéramos a qué hora se emite el informativo de África Baeta. Aquí los espectadores también bailan (qué necesidad) la sintonía del Teleberri y se toman a chufla todas las noticias dejando de lado las de política y sucesos por orden editorial, para centrarse apenas en el tiempo, los atascos y el lanzamiento del último móvil de turno o, lo que es lo mismo, para tener una conversación de ascensor. El programa carece de la chicha de Piztu telebista, no por culpa de los nuevos espectadores contratados, sino por falta de materia prima. Y es que efectivamente, al programa le falta un Teleberri... si no son algunos más.